Querido señor Lluís Permanyer,
Sé que no leerá esta carta, dado que Usted no utiliza el teléfono móvil y tiene poca inclinación hacia todo aquello que hoy llamamos digital, me han dicho, pero si precisamente he decidido escribirle es porque me temo que está equivocado: con todo lo que sabe, pienso que sería un grandísimo creador de contenido. Incluso, con un poco de trabajo, un influencer. No le tomo el pelo, de verdad. Resulta que no solo soy un gran admirador suyo, sino que son diversas las veces en que pienso en Usted y sus libros cuando paseo por la ciudad, cuando compro ibuprofeno en la farmacia modernista de bajo casa donde un letrero antiguo todavía anuncia 'oxígeno puro' o cuando, sobre todo, me dispongo a escribir un artículo sobre historia de Barcelona y en la bibliografía aparece su nombre. Es por eso que quiero hacerle una oferta: hágase TikTok y ganará más pasta, señor Permanyer. Créame, trabajo en el mundo audiovisual y sé de lo que hablo. Yo le ayudo y, si quiere, vamos a medias.

Se lo explico. Por ejemplo, cogemos por caso alguna de las cosas que narra en su último libro, El passeig de Gràcia. 200 anys d'un espai burgès. No querría herirle la moral, pero me huelo que con este título difícilmente a ningún menor de treinta años se lo leerá y, ni mucho menos, se lo comprará. No es por lo que escribís dentro, sin embargo, sino porque la gente joven ya no compra libros de divulgación, entretenimiento o anécdotas históricas. Ahora, en vez de leerlo, lo consumimos por TikTok, Instagram o Youtube, redes sociales llenas de listillos que precisamente lo que hacen es coger todo aquello que Usted sabe, acompañarlo de fotos o vídeos, cambiarle el tono y explicarlo de nuevo. Tiene que pensar, además, que lo que para Usted es relativamente corriente, para los jóvenes es brutalmente extraordinario, y en el siglo veintiuno las cosas impactantes venden el doble que las que no lo son, lógicamente. Mire, imagíneselo: Usted se pondría delante del Palau Robert, yo le grabaría con el móvil y solo tendría que decir "Sabías que aquí vivía un marqués que antes de ir a dormir, aparte de ponerse el pijama, se guardaba una pistola debajo del cojín"?.

¿No lo ve claro, verdad? Me lo suponía. Confíe en mí. Después ya explicaríamos de varias maneras el miedo de don Robert Robert a dormir sin un arma cerca, ya que aquel paseo de Gracia de 1900 estaba tan todavía potes enlaire que el palacio le parecía inhóspito. Usted solo tendría que explicar lo mismo que explica siempre en los libros, pero mirando a cámara. Podría ir vestido al igual que va siempre, tan elegante, y solo haría falta que algún día fuéramos al FNAC a comprar un pequeño foco circular por iluminar. Piense que si no lo hace Usted, lo hará alguien más, pero peor. Las redes están llenas de aves de rapiña de la Wikipedia que se ganan la vida haciendo vídeos titulados "¿Sabías que...?, "Los mejores rincones secretos de..." o "Las historias más increíbles de...", pero si no los soporto es precisamente porque siempre se quedan en la superficie y nunca van a la raíz de las cosas. Mire, yo no quiero que alguien me diga que en Barcelona tenemos entresuelo, principal y primer piso: quiero saber el porqué. Y más. Yo lo que quiero saber es, ya que estamos, por qué las porterías del Eixample son una arcadia de belleza y por qué en el siglo diecinueve el propietario de la finca prohibía a los conserjes llevar bigote pero les permitía, en cambio, gastar unas patillas que colgaban hasta a la altura de los maxilares.

Dicen que la gente ya no lee y que cada día somos más ignorantes, pero yo pienso que lo único que pasa es que nos hemos cansado de consumir información tal como la consumíamos antes, con libros, revistas o diarios. Eso no quiere decir, en ningún caso, que hayamos declinado querer saber cosas que no sabemos. Por qué tengo que leer un libro de 200 páginas si puedo mirar tres vídeos de 5 minutos que me explicarán lo mismo, piensa mucha gente. Usted no ha tenido nunca el nervio literario de Sagarra, Pla o Espinàs, y no hace ningún daño asumirlo, pero le bien aseguro que la erudición barcelonesa que atesora en la cabeza es infinitamente mejor que todo el contenido junto de cien tiktokers. El único problema, también se lo digo, es que ser creador de contenido es agotador. A veces está el riesgo de que los temas se acaben, que no sepas sobre qué divulgar y que tengas que hacer vídeos creativos donde se acaba fregando el ridículo. En el peor de los casos, incluso vídeos patrocinados, pero no sufra, que con Usted no creo que eso pase. Le prometo que no le haré hacer un clip diciendo como de bueno es el barbero que le peina esta tofa de pelo que tiene o como de bien trabaja, qué sé yo, el callista que le controla los callos.

A mí, de hecho, me gustaría hacer con Usted algunos vídeos jugando con la autoparodia o abrazando la ironía. Por ejemplo, un vídeo con Usted bajando en el metro de Badal, caminando dirección l'Hospitalet de Llobregrat y justo allí, en la frontera entre Barcelona y la ciudad vecina, no atreviéndose a atravesar el semáforo porque Lluís Permanyer es un hombre para quien marcharse de Barcelona es dejar de existir. U otro vídeo, no lo sé, dónde explique las distancias a pie de la ciudad, pero midiéndolas con tiempo y no con metros. "Yendo a pie sé que llegaré o no cinco minutos antes de la hora", le sentí decir el otro día en el TN de TV3 cuándo presumía de haber llegado a la hora porque sabía que de su casa al Loewe de passeig de Gracia, en efecto, había siete minutos. Yo le reconozco que hago una cosa parecida, pero con canciones. Cuando los lunes por la noche salgo de hacer la sección en el No ho sé de Rac1, por ejemplo, sé que los 5':34'' de El meu poble, Alcoi de Ovidi Montllor son el tiempo que tengo de la radio en casa, con un pitillo en los labios.

Nos llevamos unos sesenta años de diferencia, por eso yo soy alguien plenamente digital y Usted, en cambio, una apología del mundo analógico con patas y abrigo abrochado largo. Últimamente, sin embargo, le confieso que me he aficionado tanto a pasear por el Eixample, a veces incluso con las manos cogidas tras la espalda, como Usted, que siento que me estoy haciendo mayor y no solo hablo su lengua, cosa lógica, sino que empiezo a hablar su idioma. No todos los jóvenes lo hablan, sin embargo, por eso le propongo ayudarle a traducirlo, porque la ciudad se lo merece. Mire, cuando camino por ella cada mañana, de casa hacia la parada de Diagonal, tengo calculado que el trayecto a pie dura el tiempo de una canción italiana de Jovanotti que me gusta mucho, Fango, y que mientras paseo por Rambla Catalunya me dice en la oreja aquello de "la città è un film straniero/ senza sottotitoli". Créame, señor Permanyer, que sus libros son los subtítulos de la Barcelona que amo, por eso es una lástima que nunca llegue a leer esta carta y no se atreva a hacer TikTok, ya que Usted no lo sabe, pero siempre será mi creador de contenido barcelonés preferido.
Atentamente,
P.