Tras la operación para españolizar figuras culturales del país como Josep Pla o Gabriel Ferrater, parece que ahora los virreyes de la tribu pretenden impulsar una operación similar con Francesc Candel. Aprovechando el centenario del nacimiento del autor, principalmente conocido por la obra Els altres catalans, los (escasísimos) restos de la centrifugadora estatal en Catalunya querrían aprovechar la exhumación para calcar el programa integrador al catalanismo de los hijos de la inmigración española a los recién llegados durante el boom de los 90. El pasado domingo, el director de La Vanguardia —Jordi Juan— pedía al Gobierno que celebrara los cien del escritor con un homenaje institucional, aprovechando para remachar que actualmente “Catalunya tiene otros inmigrantes que también parece que no existen, que son transparentes, y que, llegados principalmente de América del Sur y de África, no tienen su Candel”.

Como resulta fácil de entender, la absorción de la inmigración española durante y después del franquismo fue relativamente fácil, no solo porque Catalunya experimentó un auge económico importante —había trabajo y manufactura para todos, vamos— sino también porque las estructuras sociales-culturales del catalanismo tenían fuerza suficiente para regalarles un proyecto ilusionante. A su vez, la izquierda comunista (y la protosocialista) disponía de un carácter patriótico que es incomparable al del PSC del post 155 y al de una Convergència convertida en el actual fuego de campo del president Puigdemont. Todo esto lo supo intuir muy bien Jordi Pujol, que abrazó la figura de Paco Candel como criba cultural para que los españoles no renunciaran a sus orígenes, aprendiendo el Virolai y haciéndose del Barça. En aquellos tiempos, para ser catalán se requería poco: vivir en el territorio, ganar un buen jornal, y tener voluntad de serlo.

La transferencia de este gesto histórico a la actualidad, como todos los alehops, choca con una imposibilidad de base. En el terreno político, y a falta de comunistas patriotas, el PSC ya no es un partido nacionalista burgués ni tiene ganas de abrazar un discurso identitario. En este sentido, es evidente que (a pesar del odio mal disimulado que el president Salvador Illa siente por Sílvia Orriols) el líder socialista no quiera meterse en el problema de la inmigración y se limite a repetir que “en Catalunya, quien la hace la paga”. A su vez, el entorno juntaire no dispone de una figura cultural con el peso de Pujol, y sus vaivenes con la nueva inmigración solo sirven para certificar que el marco autonomista es incapaz de absorber culturalmente a unas masas que, a diferencia de los españoles, tienen un factor religioso y de piel muy distinto. Ellos no tienen ni tendrán un Candel, de la misma forma que ninguno de sus nietos será un Rufián.

Los chavales de sangre norteafricana que viven en Palafrugell o en Vic tienen un acceso informativo y de entretenimiento al mundo global donde Catalunya solo acaba siendo el decorado donde les ha tocado vivir

Aunque se admita a la sordina, si Catalunya ya tiene dificultades para gestionar las aulas de acogida o de niños disruptivos —que dirían los cursis—, resulta absolutamente imposible que pueda efectuarse un proceso de absorción cultural con la nueva inmigración. A su vez, la transmisión del relato identitario ha cambiado mucho desde los años sesenta, y ahora los chavales de sangre norteafricana que viven en Palafrugell o en Vic tienen un acceso informativo y de entretenimiento al mundo global donde Catalunya solo acaba siendo el decorado donde les ha tocado vivir. Esto no quiere decir que no se tengan que hacer todos los esfuerzos para convivir con nuevas formas de cultura ajenas a nuestro canon ético, ni que tengamos que convertirnos en orriolistas por eliminación; por el contrario, esta situación de colapso debería hacernos aún más independentistas, porque solo podremos afrontar este tema con el armamento de una visión estatal.

Si los virreyes necesitan un Candel, en definitiva, que se lo busquen ellos solitos. Las cosas han mejorado, francamente, porque al menos ahora no tenemos que hacer tantos esfuerzos para regalarles uno gratis.