”Malnombrar las cosas es una forma de añadir aún más desgracia al mundo"
Albert Camus

Ayer martes se reunieron un grupito de señores y señoras miembros de un poder del Estado para conchabarse en una acción “de rebeldía” que pretende contravenir la ley y la Constitución. Los odiosos siete —tal podría ser el nombre del grupúsculo— consideran que cumplir la norma y los dictados constitucionales constituye pecado de “entreguismo”. Hemos de suponer que ese pecado de entregar al enemigo la conquista antes de haber dado la batalla, presupone que estás en algún género de guerra contra los otros dos poderes del Estado y la propia Carta Magna. Estos personajes —los odiosos siete, los disidentes— son siete vocales peperos y conservadores del CGPJ y pretenden bloquear el nombramiento de dos magistrados del Tribunal Constitucional que, por orden legal, este órgano debe realizar antes del día 13 de septiembre.

La refriega se libra ya despacho a despacho. El Partido Popular no se conforma con bloquear el Consejo hasta que se produzcan nuevas elecciones que cree que ganará —eso ya lo asume hasta Lesmes— sino que pretende petar también el Tribunal Constitucional y mantenerlo con una mayoría que le favorece hasta ver si logra una victoria en las urnas y la revalida. Les traduzco: el moderado Feijóo va todavía más allá que Casado, no solo se niega a cumplir el mandato constitucional en el CGPJ sino que intenta que tampoco se cumpla en otro órgano constitucional, el TC. Les resumo: las instituciones como mejor están es en manos de la derecha y si por turno democrático y decisión del pueblo tocara que esta supremacía se desbaratara, entonces por las bravas se impedirá.

¿Se imaginan cómo llamarían esa desobediencia institucional si no fuera practicada por “gente de bien” —es decir, por gentes de derechas— y los que así obraran fueran… no sé… catalanes, progresistas o vascos? La cuestión es que en términos públicos han logrado, a través de sus altavoces mediáticos, crear tal confusión en un tema de por sí complejo, que no solo les sale gratis esa resistencia numantina a cumplir la Constitución, sino que la opinión pública está a punto de volverse contra los que por tres veces han llegado a acuerdos que el PP ha roto. De locos. Vivimos en Matrix, que diría un moderno.

La pugna ha ganado, decía el interior del Consejo. Cuando el PP no puede ya dar batalla en otros términos, pone en marcha sus terminales. Y ahí están, algunas personas cuya carrera profesional ha ido aparejada a los apoyos de Génova y cuyo futuro profesional pasa por seguir manteniendo ese sustento, dispuestos a intentar frenar el cumplimiento de una obligación legal del CGPJ. “Me opongo a que esta institución se declare en rebeldía”, les ha tenido que increpar públicamente su presidente, el inefable Carlos Lesmes. Eso les ha sentado muy mal y tanto ellos como el propio partido se han dedicado a filtrar infundios y mensajes para intentar perjudicar al temerario presidente. Funcionan así.

Los poderes conservadores de este país no van a consentir la alternancia y variación prevista por la propia Constitución. Han puesto las barreras y ha determinado qué ideas y en qué medida pueden participar en las instituciones. Se están cargando la democracia con el aplauso de las fuerzas vivas y de los votantes

Sucede que el sueño húmedo de controlar totalmente el CGPJ les ha engendrado algún monstruo. El monstruo lo creó Gallardón cuando legisló para entregar todo el poder de un órgano colegiado a su presidente, Carlos Lesmes. Este Consejo de nunca acabar es el Consejo soñado y reformado y legislado y puesto en marcha por el Partido Popular. ¿Qué les sucede pues? ¿Por qué se rebotan contra Lesmes las terminales peperas? Pues porque convirtieron a Lesmes en un tiranillo, que podía campar a sus anchas por la institución, y pensaban que iba a ser su esbirro. Lesmes ha sido tremendo, pero no siempre se ha plegado a las órdenes del PP. ¡Ay, amigo, el PP no quiere solo gentes afines sino gentes sumisas! Ahí es donde les está fallando el amigo Lesmes, que tiene un ápice de vergüenza y es plenamente consciente de la desvergüenza de sus mentores, esos que lo hicieron desde director general de un Ministerio hasta presidente del Supremo.

Así que como Lesmes no traga con el golpe de mano que el PP quiere para evitar el cambio de mayoría —inexorable y plenamente constitucional— pues le han empezado a dar caña por detrás y han movido a la guardia pretoriana para liarla. Un poco antes del ferragosto, otra de sus piezas, el propio presidente del Constitucional, anduvo por ahí diciendo o amenazando con que si el Gobierno nombraba los dos magistrados del TC que tiene ordenado constitucionalmente, a lo mejor se ocupaban ellos de dejarlos en un limbo y no permitirles tomar posesión. No tienen límite. Se atreven con todo. El mensaje es claro: los poderes conservadores de este país no van a consentir la alternancia y variación prevista por la propia Constitución. Han puesto las barreras y ha determinado qué ideas y en qué medida pueden participar en las instituciones. Se están cargando la democracia con el aplauso de las fuerzas vivas y de los votantes que no entienden las consecuencias, pero que quieren que en todos los machitos estén los suyos.

No caben las medias tintas: la culpa de esta corrupción y de esta desobediencia constitucional es del Partido Popular. Por mucho que tengan muchos medios afines para repetir que es el PSOE el que quiere “tomar” las instituciones. Eso solo indica su déficit democrático al pretender que cuando la derecha pierde el control de algo es porque las otras ideologías les han despojado de un derecho natural a ocuparlo.

A veces, en el fárrago de la desvergüenza, batallan desnudos. Es entonces cuando te dicen que no pueden dejar que haya una mayoría progresista en el órgano que interpreta la Constitución porque quedan muchas cosas de “los catalanes” y “temas de Estado” y el aborto y todo aquello que les iba a permitir gobernar desde la oposición. A calzón quitado te lo dicen como si fuera virtuoso. Sobre todo eso, lean bien, solo puede decidir la derecha y la ultraderecha, lo demás es anatema. Esa es la batalla que están dando. Ya ven todo lo que podemos perder los ciudadanos que no somos como ellos si la ganan.

Aun así, pierdan cuidado. Lesmes, que abrirá hoy el cuarto año judicial que no le correspondía abrir, hará un discurso sobre todos los males que se derivan de esta insana y anticonstitucional situación, pero hay una cosa que no hará: no señalará directamente al único responsable de esta anomalía democrática que no es otro que el Partido Popular. Eso no lo verán sus ojos ni lo oirán sus oídos. Y eso es lo único decente que podría hacer a estas alturas.