Como decíamos ayer y quod erat demonstrandum, Laura Borràs ha acabado acatando la decisión de la judicatura española, el cupaire Pau Juvillà ya no es diputado en el Parlament, y la JEC le ha retirado el acta por medio de la secretaria general de la cámara, Esther Andreu. La política catalana es tan servil y previsible que ha enviado a los adivinos al paro. En un ataque de sinceridad, la Molt Honorabla ha declarado solemnemente: "Estos días se ha intoxicado mucho. Tendréis todas las explicaciones. Mi lealtad sigue intacta. Estoy donde estaba". En efecto, ni Demóstenes lo habría podido expresar mejor: la presidenta está donde estaba, donde está y donde estará; es decir, en el trono y cobrando, con el legislativo haciendo la siesta y los partidos entretenidos a ver quién ha sido el primero en manchar los pañales. Las explicaciones, como pasa siempre, se darán más adelante, porque el independentismo lo confía todo a los futuribles.

Cuando bajas el listón de la dignidad y la inteligencia hasta el purgatorio, suele pasar que te acabas peleando por quién exhibe la joroba con una curvatura menos inclinada. Borràs ha hecho tantas cabriolas que ha conseguido resucitar a Oriol Junqueras, a quien Esquerra tiene entretenido repartiendo misales por el territorio como quien ofrenda golosinas el día de Reyes; mirad si Oriol llega a tener de fe por los desvalidos que, en un ataque de lucidez mística, ha reivindicado la figura del Molt Honorable Torrent, recordando que el antiguo presidente, cuando se encontró en una situación parecida, esperó a que hubiera "una sentencia del Tribunal Supremo" para retirar el escaño a Quim Torra, mientras Borràs "lo ha hecho mucho antes". Como veis, la carrera del independentismo ya no es para saber quién desobedece, sino para comprobar qué instancia judicial española más alta te ha obligado a doblar las rodillas.

Todo eso son nimiedades, pensarás, pero nimiedad a nimiedad el ocaso se hace más grande, la podredumbre es más soberbia y la indecencia ya no tiene ni quién la disimule con un tanto de cinismo bien educado

A todo esto, el cupaire Juvillà ha obrado como un catalán de primera fila. Lejos de disculparse por tener exactamente la misma pleitesía y el mismo nivel de acatamiento que sus compañeros procesistas ("¡En pie!", decían los cupaires), se ha limitado a hacer pública su mala suerte. En la tribu, ya lo sabemos, la desdichada mala sombra de sufrir una enfermedad grave, y si no fuera mortal podría tratarse de un resfriado o de un simple pedo, te exime de cualquier responsabilidad política. Da lo mismo que hayas jurado desobediencia y que, durante los últimos años, te hayas burlado de los políticos que viajaban como cachorritos a las prisiones españolas; siempre te quedará la carta de la lágrima, la excepción moral del mal, y eso te garantiza excitar un sentimentalismo según el cual todas tus promesas ya no tienen valor, así como acusar de insensible y cruel a todo el mundo que ose recordártelo.

Afortunadamente, todo este desbarajuste se compensará con la fuerza de unas entidades civiles atentas a enmendar el poder y musculosas como los cuadraditos abdominales de Hércules. Siguiendo los pasos de mi querido Ateneu Barcelonès, a Òmnium Cultural sólo se ha presentado una candidatura para la renovación parcial de la junta directiva (ya lo veis, el independentismo ha pasado de votarlo todo a hacer todo lo posible para que todo aquello que depende de su casta pueda persistir sin ninguna urna). Tengo que confesar que siento una especial compasión por un académico tan comprometido como Xavier Antich (lo escribo en el sentido griego del término, querido colega), pues sólo un hombre de su paciencia y bondad podrá congeniar la aspiración de comandar una entidad que quiere enderezar los partidos teniendo en el equipo a gente como Joaquim Forn o Marta Garsaball, actual directora de servicios en Cultura.

Es una cosa sensacional. Ni las entidades cívicas ya disimulan el hecho curioso que tengas que auditar la ambición nacional de un gobierno mientras cobras la mensualidad del autonomismo más rancio. Es difícil encontrar consuelo entre esta tierra yerma, es muy complicado no cortarte la ventresca cuando piensas que Mònica Terribas y Natza Farré pueden acabar decidiendo quién conforma el jurado del Premi d’Honor de les Lletres Catalanes (o Catalanis, faltaría más). Todo eso son nimiedades, pensarás, pero nimiedad a nimiedad el ocaso se hace más grande, la podredumbre es más soberbia y la indecencia ya no tiene ni quién la disimule con un tanto de cinismo bien educado. Nimiedad a nimiedad, se hunde el barco, nimiedad a nimiedad se va haciendo oscuro, más oscuro.