La balada de Hua Mulan es una leyenda china recogida en textos antiguos que ya aparece en escritos del siglo VI (de nuestra era), y que recibió añadidos y embellecimientos más adelante, en las dinastías Tang y Ming. Esta leyenda popular explica la historia de una chica joven que debió de vivir hacia el siglo IV, en una época convulsa. Cada familia tenía que enviar a un hombre a servir a la armada del emperador, pero como el padre de Mulan era muy mayor, su hija Hua Mulan cogió su sitio en la leva. Disfrazada de hombre para que no la puedan identificar, sirve durante 12 años con éxitos militares sin que nadie sospeche su sexo. Es muy probable que esta historia no sea originalmente la de una guerrera china, sino de una guerrera del país fronterizo, Mongolia. Entre otras razones, porque la historia habla de ir a servir al Kan (el nombre de los líderes militares mongoles) y porque tradicionalmente las mujeres chinas se han quedado más en casa, mientras que las mujeres nómadas del Norte tenían más libertad e, incluso, algunos de los pueblos nómadas tenían reinas liderando su grupo militar.

En apoyo a que la leyenda de Mulan puede reflejar una historia real, durante el primer trimestre del 2020 se publicitó el descubrimiento de una tumba de dos mujeres guerreras, en un cementerio del Norte de Mongolia, del periodo Xianbei. De los 9 esqueletos que encontraron, dos correspondían a una mujer de 20 años y otra de 50 años. Las tumbas habían sido saqueadas y no quedaban objetos pero el análisis antropológico mostraba señales en la columna vertebral indicativas de cabalgatas a caballo, las deformaciones de los huesos de los dedos de las manos que indicaban uso continuado de arco y flecha, y mostraban restos de heridas de flecha en el cráneo. No hay otra explicación sino asumir que ellas eran guerreras, y ejercían una profesión militar.

Durante mucho tiempo, la arqueología ha situado a las mujeres siempre en posiciones similares a las de las poblaciones actuales, en que las tareas militares y de guerra, sobre todo las que piden fuerza y destreza física, no suelen ser ejercidas por mujeres, que suelen quedarse a desarrollar tareas domésticas y cuidar de los hijos pequeños. Pero cada vez es más evidente que, si se analizan en detalle los restos humanos que se encuentran en tumbas antiguos, se encuentran pruebas de que los roles sociales no tenían por qué estar tan fijados. En Rusia, se han encontrado tumbas con verdaderas amazonas, dos mujeres, una adolescente de 12-13 años al lado de una mujer de entre 25 y 30 años, enterradas entre flechas, lanzas, arneses e incluso, un caballo. Se asume que son mujeres pertenecientes al pueblo escita, que vivían en el norte del Mar Negro y el Cáucaso, donde ahora está Ucrania, y donde las poblaciones eran nómadas, montaban a caballo y tenían una amplia movilidad.

Los estereotipos cuestan mucho de eliminar. Todos sabemos que las mujeres pueden ocupar un sitio similar al de un hombre, pero cuesta mucho luchar contra las ideas preconcebidas sobre lo que es capaz de hacer una mujer en una tarea considerada tradicionalmente como masculina. Por ejemplo, ha costado mucho convencer a algunos arqueólogos de la identificación del sexo biológico de los huesos de una tumba magnificente en Birka (periodo de esplendor Vikingo), descubierta a finales del siglo XIX. Los restos humanos que se encontraron estaban rodeados de una multitud de armas de guerra, incluyendo espada, escudo, lanza, hacha de guerra, 26 flechas, los esqueletos de dos caballos, y a la zona equivalente al regazo, un tablero con las piezas de un juego de mesa de estrategia militar. Esta tumba con un ajuar tan completo fue directamente asignada a un gran líder militar, un hombre. Nadie se planteó otra cosa. Pero una arqueóloga forense se fijó en los huesos pélvicos, la mandíbula y el cráneo, que le parecieron femeninos, por lo que analizó el DNA de estos restos. Aquel magnífico guerrero vikingo era una mujer. Estamos hablando del año 2017, pero esta precisión en el sexo biológico no convenció inmediatamente. Hubo muchos críticos que pusieron en duda estos resultados. Argumentaban que había algún error en el procesamiento de las muestras, que quizás se habían mezclado esqueletos, de hombre y mujer, cualquier excusa para no creer lo que era obvio. Era una mujer guerrera, como se demostró en un artículo posterior, que no ha provocado mucho alboroto.

Pues bien, esta semana se acaba de publicar un artículo similar. Esta vez la tarea que desarrollan las mujeres que normalmente está asignada a los hombres es la caza mayor. Todo se inició con el descubrimiento de 5 tumbas muy antiguas, de hace más de 9.000 años, en un pequeño pueblo de los Andes en el Sur del Perú, Wilamaya Patjxa. Una de las tumbas contiene el cuerpo de una chica de 17-19 años, enterrada con las herramientas para ir de cacería, y cubierta con restos de huesos de vicuña y ciervo andino. De hecho, además de 4 puntas afiladas de lanza, 20 artefactos estaban perfectamente agrupados cerca del fémur, se cree que estaban dentro de una bolsa de cuero, lo que sería su toolkit, el conjunto de herramientas para cazar, cortar y separar la piel del animal cazado, así como para hacer el adobado del cuero. ¿Cómo se sabe que es una mujer y de esta edad? Quedan muy pocos restos óseos, que están muy estropeadas y no se ha podido extraer DNA. Los molares todavía en desarrollo indican la edad, los huesos relativamente gráciles indican que pueden ser de una mujer, pero la prueba definitiva procede del análisis de las proteínas del esmalte dental, las amelogeninas. Los genes que codifican para estas proteínas están en el cromosoma X y también en el cromosoma Y, en la región que se llama pseudoautosómica. El análisis de las proteínas extraídas del esmalte mediante espectrometría de masas indican por su patrón si están codificadas por el cromosoma X o por el cromosoma Y. Claramente, no han obtenido en estos restos ningún resto indicativo del amelogenina del cromosoma Y, y evidencias cuantitativamente claras de la única presencia de amelogenina del gen del cromosoma X.

¿Parece evidente, verdad? Pues no es así. Hay artículos similares en que si se encuentra un esqueleto de mujer enterrado al lado de puntas de lanza, estas se asignan a utensilios para cortar o para cocinar, "tareas femeninas", porque no parece posible que sean para cazar, como se asume cuando los restos son masculinos. Y eso es fruto de un prejuicio, porque las sociedades recolectoras/cazadoras actuales tienen una división del trabajo muy pronunciada. Pero eso no siempre ha sido así. En este mismo artículo, se ha hecho una revisión de los 429 restos humanos muy antiguos, descubrimientos en América del periodo Pleistoceno i Holoceno. Sólo se conoce el sexo biológico de 27 que hayan sido enterradas con sus utensilios. De todos estos restos, 11 corresponden a mujeres y 16 a hombres, y todos eran cazadores. Por lo tanto, de un tercio a la mitad de las mujeres en la antigüedad eran también cazadoras y los roles de la división del trabajo, en tareas masculinas y femeninas, no estaba ni mucho menos predeterminado.

Como sociedad, tenemos que romper esta fijación por los roles masculinos y femeninos. Todas y todos.