En materia de libertad informativa, confundir la ideología de cada periodista que trabaja en un medio de comunicación, la línea editorial de éste y la calidad de los primeros y los segundos en relación a los medios de que disponen es camino directo al conflicto. Un político, cuyo nombre no mencionaré para no agrandar la publicidad que pretendía y que ha conseguido, ha dicho que TV3 es una máquina de manipulación con tal alegría y determinación que denota cuál era su objetivo tanto como el hecho de que fuera él, y no la invitada originaria, quien acudiera a la entrevista en representación de su partido.

Es evidente que la línea editorial de TV3 no es la misma que la de Telemadrid (¡a pesar de que confundieran a uno de sus cámaras con los de aquella!) y mucho menos que la de 13 Televisión. Leía a alguien decir que en TV3 nunca le habían prohibido hablar de algo u obligado a decir alguna cosa, pero yo, que he pasado por todas las cadenas de televisión excepto la Sexta, no he recibido consigna de ese tipo en ninguna de ellas. Eso no se hace. Entre otras cosas porque no hace falta. Basta con, si es necesario, dejar de invitar a esa persona al medio en cuestión; aunque en general para los medios es más importante la audiencia que el disidente pueda producir que la contrariedad que genere lo que diga.

Y es que no consiste la línea editorial en conseguir que cualquier tertuliano diga lo mismo que el de al lado, eso sería demasiado tosco. A veces la contradicción entre argumentos sirve mejor a la causa que, por cierto, no deja de ser la razón de ser del medio. ¿O es que nos podemos imaginar que el periodismo tenga sentido sin línea editorial? Se me argüirá que no rigen las mismas reglas en los medios de comunicación privados y en los públicos, pero habría que preguntarse si en el fondo no son todas las privadas un poco públicas y si son del todo públicas las que así se llaman. Me explicaré.

Se queja el partido político mayoritario en Catalunya de la línea editorial de TV3, porque querría que se correspondiera más con la suya

La línea editorial de los medios de comunicación públicos, aunque se revista de la formalidad del pluralismo, está en general en relación con las mayorías parlamentarias del poder político que la supervisa, pues es justamente aquel pluralismo el que ha hecho que unos u otros sean más o menos votados. Y aunque en cuanto a los medios catalanes no se cuidó mucho el tema durante la hegemonía convergente, esa “armonía” con el poder político explica el extraño reparto entre la dirección general y la dirección de informativos que existe ahora tanto en la radio como en la tele públicas catalanas, resultado de la pugna entre los partidos políticos que gobiernan y  respecto de los cuales se queja el personal de dichos medios por entender que responden a una correlación de fuerzas obsoleta y que recaen sobre ellos sus tensiones. Eso mismo explica también la trifulca vivida recientemente en la elección de los miembros del Consejo de RTVE y el hecho de que haya peleas a muerte por estar representados en dicho organismo. Todo siempre en aras del pluralismo, dirán unos y otros.

Se queja el partido político mayoritario en Catalunya de la línea editorial de TV3, porque querría que se correspondiera más con la suya, y tal vez en algún momento podrían tener mayorías suficientes para determinarla, pero eso no es suficiente para conseguir que los ojos de los periodistas cambien de color, y en ese sentido es de justicia decir que no todos los periodistas son iguales, piensen como piensen, tanto más grandes cuanto menos, se ve ese pensamiento en su trabajo. Es verdad que, por causa de la línea editorial mencionada, intentarán ponerse las gafas necesarias para seguir pagando la hipoteca al final de mes. El periodista recibe una nómina, pero eso mismo les ocurre a los políticos, y ya sabemos qué ocurre con los disidentes. Son expulsados y de eso, de falta de democracia, de candidatos que no se someten a las tan cacareadas primarias, sabe tanto el partido del político quejoso como todos los demás.

En el telón de fondo de todo ello está la correa de transmisión entre los poderes económicos y los medios de comunicación. Son ellos los que los financian incluso los medios públicos, a través de nuestro voto y por supuesto de nuestros impuestos, pues son los que financian los partidos políticos que ganan elecciones. De la misma manera que medios de comunicación privados hacen (pagan, pues) campañas a algunos partidos (¿cuál entre ellos?) de forma más que descarada, los partidos que ganan luego deciden la línea editorial de los públicos en razón de la democracia de la que todo el mundo se viste y en la que todo el mundo hace trampa. Menos, por tanto, proclamas cínicas que solo nos recuerdan que la regeneración política no la trae lo nuevo, sino lo bueno y que lo bueno vive malos tiempos… Como la lírica.