Mi madrina, de 90 años, fue a votar. Es asmática, diabética y medio sorda. Hace un año que sale de casa con cuentagotas, a misa y a poca cosa más. Ayer, en una mano el bastón y en la otra el paraguas, fue hacia el colegio electoral más contenta que unas pascuas: "No me'n convenç cap, filla meua, però sempre que mos posen urnes, natros al puesto!". Sería la versión en tortosino de aquel "A les urnes, catalans" del querido Cuixart. Ahora decidme que a vosotros os daba pereza, por muy cabreados que estuvierais. Aunque sí: también comprendo el tedio y el desencanto con la clase política (apuntadme la primera) y respeto a aquellos que han decidido mostrar su enfado quedándose en casa (a mí me faltó poco).

Cuando la tía Mercedes nació, las mujeres todavía no tenían derecho al voto y cuando fue mayor de edad y habría podido ejercerlo, el sufragio universal —qué poquito duró, chicas— ya lo había abolido Franco con un golpe de estado. Total, que nos plantamos, en 1977, a las primeras elecciones españolas en democracia (o eso nos pensábamos), y mi madrina vota por primera vez a los 47 años. ¿Os lo imaginais? ¡A los 47! Más de los que tengo yo a día de hoy, que he podido votar siempre desde que tengo uso de razón. Como para desperdiciar ahora cualquier oportunidad, por rabia que te dé todo y el desengaño que arrastras.

Habrán pasado tres años entre el exilio del MHP Puigdemont y la inhabilitación del MHP Torra: los dos últimos presidents legítimos, destituidos por el Estado y su aparato

La XII legislatura catalana empezó con unas elecciones convocadas por Rajoy y el 155 de PP y PSOE y acabó ayer con unas elecciones forzadas por los tribunales. Nos obligan a votar, como si fuera un castigo, como aquel quien deja a su hijo sin ver la tele unos días después de haber hecho una gamberrada. Quizás esta circunstancia (considerar que hacernos votar es como sancionarnos) ya dice mucho de su (in)cultura democrática y de lo que consideran o no condenable. Y eso que veníamos de que nos pegaran el 1 de octubre por poner urnas. No hay quién los entienda. O quizás sí y de aquí viene el problema.

Alguien podría decir —y no le faltaría razón— que quien suspendió el decreto de convocatoria de las elecciones para el 30 de mayo fue el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC) y que como la última palabra del título de esta institución es la que es, el estado español no tiene nada que ver. Al respecto sólo diré, como ejemplo, que estas mismas siglas son las que juzgaron la causa del 9-N, a los miembros de la mesa del Parlament (menos a Carme Forcadell, claro, que ella era caza mayor y la tenían que juzgar en el Supremo) o la inhabilitación del MHP Quim Torra. Quizás, de las cuatro mayúsculas del nombre, tan sólo las dos primeras dicen la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.

Habrán pasado poco más de tres años entre la ida al exilio del MHP Puigdemont y la inhabilitación del MHP Torra (los dos últimos presidents legítimos, destituidos por el Estado y su aparato) y todo eso sin que la querida Muriel lo haya visto, que falleció hace ya cinco años —ayer se cumplían— y parece mentira cómo pasa el tiempo y cómo se la echa de menos cada día. Y en estos 26 meses de legislatura extraña (siendo suaves) dudo de que ningún votante pueda decir que hoy se siente totalmente representado por la papeleta que introdujo aquel 21 de diciembre del 2017. Cada uno con sus motivos y realidades. La lealtad a los partidos chirría mucho más de lo que los mismos partidos se imaginan y quizás no les haría ningún daño un poco de autocrítica. La infidelidad electoral está a la orden del día (dentro de unos bloques, claro está), pero algunos todavía se confunden de enemigo mientras se miran el ombligo.

A las fuerzas independentistas: la gente estamos aquí, vosotros no siempre. Tenéis mayoría de escaños y votos. Entendeos ya de una vez y dejad a un lado egos y vetos

Que la participación descendería era casi una evidencia y eso sin el factor pandemia. Igualar las cifras del 2017 era prácticamente imposible —aquel contexto fue más que extraordinario— y si sumamos el desencanto y la decepción actuales de la ciudadanía —ganada a pulso por la mayoría de los representantes políticos—, la abstención era predictible. Ahora, añadamos el miedo por la Covid. Una sensación de peligro más que justificada —con la salud no se juega— que el TS (ahora ya sin la J y la C) no consideró suficiente grave como para aplazar los comicios, tal como proponía el Govern. La abstención no deja de ser una herramienta de protesta, una opción de desobediencia civil. Si un día se encontraran vacías todas las urnas, ya veríamos qué pasaría.

Ahora, todo el mundo sacará sus propias conclusiones, siempre barriendo para casa, lo que cansa mucho a la gente y no sé si los de arriba se dan cuenta de ello lo suficiente. El PSC no tendría que estar tan contento con su resultado, ya que se debe básicamente al porrazo de Ciudadanos y no sé yo si eso es para sacar mucho pecho, la verdad. Progresistas, se hacen decir, ellos que han alimentado interesadamente la extrema derecha para debilitar al PP y ahora mira, ya tenemos a fascistas (nuevos) en el hemiciclo, que igualmente roban escaños a una formación naranja —también con toques fascistas— en caída libre (una de las alegrías de la noche, chica, tal cual te lo digo). Deseo que a los innominables que acaban de llegar las fuerzas democráticas parlamentarias les hagan el vacío: a la bestia se la combate, sí, y no se lo alimenta, no.

El independentismo crece en escaños y supera el 50 por ciento del voto

Espero también que la madrina pueda seguir votando muchos años más sin lamentarse de que ninguna opción le convence y espero que mis sobrinos recuperen la ilusión por la política —que la haces o te la hacen, ya lo sabéis, chicos— y no tengan que ir a votar con una pinza en la nariz o dudando de si agrandar o no el saco de la abstención. Aquellos que tenéis la responsabilidad les tenéis que dar motivos para la esperanza, los jóvenes son las madrinas del futuro y no se merecen el maltrato que sufren casi con más impotencia que nadie.

Y a las fuerzas independentistas: no nos hagáis avergonzar más, no os aprovechéis de nuestra bondad y compromiso, que todo tiene un límite. La gente estamos, vosotros no siempre. Una parte de la abstención es culpa de vuestras disputas. Ahora, tenéis una mayoría holgada más amplia que antes en escaños y superando el 50 por ciento del voto: entendeos ya de una vez por todas y dejad de lado los dichosos egos y vetos. Sí, también va para vosotros, comunes: basta de ser bisagra de todo y bailar con socialistas de pacotilla y mojaos por la autodeterminación de manera efectiva. Todos vosotros sumáis 82 diputados: construid una república catalana socialmente justa y nacionalmente libre. Haced de la cultura un pilar del estado del bienestar y haced de Catalunya un Estado digno de su gente y su historia. Como decía el gran Salvat-Papasseit y cantaba el enorme Ovidi Montllor: junteu-vos!