El 8 de marzo de 1944 aviones soviéticos sobrevolaron el campo de exterminación nazi de Ravensbruck, donde estaba prisionera Neus Català. Lo hicieron dibujando números ocho en el aire y volando bien bajo. Fue una forma de celebrar esta festividad con las mujeres, tratar de insuflarles ánimos en aquellas circunstancias y momentos tan horribles. Cuando merendamos juntas en su pueblo, Els Guiamets (Priorat), Neus siempre me explica que es el único recuerdo bonito que tiene de aquel campo, si es que se puede tener algun recuerdo agradable de una experiencia como aquella.

Se acerca el Día Internacional de la Mujer y esta anécdota siempre me viene a la cabeza. Lo simbólico o relevante que puede llegar a ser un día. De entrada, en este artículo no encontraréis estadísticas ni cifras y no esperéis tampoco que desdoble. Es un tema que me pone un poco nerviosa, filológicamente y conceptualmente. Todos y todas. Compañeros y compañeras. Amigos y amigas. Usaré indistintamente el plural masculino y el femenino y me sentiré identificada en los dos (espero que vosotros también) y no por eso seré más o menos defensora de la causa feminista.

Este es un día que poco a poco y entre todos tendríamos que poder ir eliminando del calendario porque querría decir que ya no hay que luchar por la tan reivindicada igualdad. Es cierto que se han hecho importantes avances en este campo, pero todavía no son suficientes. Estos avances nos han hecho recortar la desventaja que las mujeres tenemos respecto de los hombres en varios aspectos de la sociedad actual, pero como nosotros salíamos con menos ochenta puntos, todavía no hemos llegado al cero, a la línea de igualdad. El feminismo lucha por la igualdad, no por la discriminación positiva, pero a veces esta última es todavía necesaria para llegar a la primera. Nos toca remontar, y cuesta arriba.

Considero que nos hace falta todavía desaprender muchas cuestiones de género que interiorizamos de menores mientras crecíamos porque, como seres sociales, hacemos nuestras las ideas desde la socialización, y la sociedad era —cuando crecíamos— y es —ahora que seguimos creciendo— machista, aunque más entonces que ahora. De todos modos, no sé yo si es que la sociedad es menos machista que antes o es que ahora al menos los casos de machismo salen más a la luz pública, y por eso los datos son los que son, porque ya no callamos. Ya no hay aquello de "mi marido me pega lo normal". Ya no hay normal que valga. Ahora se denuncia. La primera victoria de cualquier lucha es poner el foco de atención. Ponerla encima de la mesa y que se sepa que está. De lo contrario, se desconoce la realidad. Ahora, siquiera, estamos.

Sea como sea, las mujeres hemos evolucionado, pero la idea de mujer, la idea sobre el género, no. O al menos no a la misma velocidad o, cuando menos, intensidad. Mi profesión, la música, no es ajena a la realidad actual de desigualdad. Como la sociedad todavía lo es, este mundo nuestro musical y discográfico también lo es, a pesar de avances notables y aunque creo sinceramente que es uno de los gremios más concienciados y donde hay probablemente menos diferencias salariales por hacer un mismo trabajo. Entre las compañeras del ramo hay percepción de la situación y una voluntad con el reconocimiento de la lucha feminista; probablemente es de los sectores más comprometidos, pero luego eso no se transmite igual a las programaciones.

La primera victoria de cualquier lucha es poner el foco de atención. Ponerla encima de la mesa y que se sepa que está. De lo contrario, se desconoce la realidad. Ahora, siquiera, estamos.

Creo que hay más mujeres artistas de las que se ven y, por lo tanto, no es tanto un problema de cantidad o de existencia como de visibilidad. Me gustaría saber el dato del número de discos editados por mujeres —o en el que participan mujeres— en relación con la presencia de estos discos presentados después en festivales. En este sentido, hay que destacar la tarea de inventariado y reconocimiento que hace la exposición D’ONES, (R)evolució de les dones en la música, que se puede ver en el Palau Robert. La muestra, comisariada por Helena Moret, del grupo Enderrock, da un repaso a un millar de mujeres en el mundo de la música del último siglo y se puede visitar hasta el 23 de abril. ¿Si somos el cincuenta por ciento de la humanidad, por qué este porcentaje no se refleja en unas cifras similares en el día a día laboral y social?

Y a pesar de la mejora, tenemos que hablar todavía de micromachismos, como que se tenga más en cuenta tu aspecto físico que la calidad de tu trabajo. Entonces yo les digo: "Mira, niño, mi vestido es la voz; si no, me habría hecho modelo". Y me consta que también pasa en otros ámbitos, como el Mobile World Congress, como se ha conocido recientemente, donde se ve que una empresa asiática buscaba becarias universitarias catalanas cualificadas profesionalmente para después hacer tareas de azafata y, una vez allí, se les pedía que pesasen cincuenta kilos o menos.

Después también están aquellos que cuando llegas en el lugar de un concierto y bajas de la furgoneta dispuesta a descargar el material te preguntan: ¿"Vienes tú sola conduciendo desde Tortosa"?, y "haces tú el montaje de los altavoces sola?", o bien "y tú misma haces la música y la letra"?. Se ve que eso de poder ser autónomas y saber hacer cosas solas todavía sorprende. Por no hablar de aquellos que, como motivo por no contratarte, te dicen que es que los chicos arrastran más público, o cuando, para no hacerte sonar en radio fórmulas, argumentan que tus letras hacen pensar (?) y que ellos buscan algo más trivial. Claro, no fuera que utilizáramos el cerebro. Pero este ya sería un tema para otro artículo.

Por último, solo querría reivindicar que yo no quiero ser tenida en cuenta solo como mujer (o como ebrense, que la territorialidad demasiado a menudo también es una variable de cuota), sino sobre todo y simplemente como artista, como persona que compone, crea y canta. No quiero que se me contrate para cubrir una cuota femenina. Para mí el primer baremo tiene que ser de calidad. Ni tratos de favor ni vetos. Normalidad, por favor. Una palabra tan natural, tan normal.