A menudo, cuando se trata de fijar una fecha más o menos aproximada que se pueda considerar el inicio de la extraordinaria movilización ciudadana por la independencia y la autodeterminación, se habla del año 2010 y de la sentencia contra el Estatut. El septiembre del 2005 (¡no ha llovido ni nada!) el nuevo texto fue aprobado en el Parlament de Catalunya por 120 de sus 135 diputados. Sólo votó en contra el PP, que entonces tenía 15 diputados (también ha llovido) y todos los otros partidos del arco parlamentario (¡todos!) mostraron unidad, una palabra que ahora se echa demasiado de menos. El año siguiente, el 2006, a aquel Estatut en Madrid se lo "cepillaron" (en palabras del siniestro Alfonso Guerra) y, posteriormente, el Tribunal Constitucional lo acabó de decapitar el 27 de junio del 2010 (ellos siempre han sido bastante de descabezar). Aquella sentencia lo desencadenó todo y escasos quince días después, el 10 de julio y bajo el lema "Somos una nación, nosotros decidimos", la sociedad catalana reaccionó, convocada por Òmnium Cultural, que entonces presidía la añorada Muriel Casals. Se hizo, así, la primera gran manifestación del llamado procés.

¿La primera? ¿Seguro? ¿Podríamos considerar las movilizaciones previas por las luchas sociales como embrión de lo que ahora estamos viviendo? A mi parecer, sí. Querría en este artículo centrarme sólo en la más constante y multitudinaria de todas las causas de aquella época previa: la lucha contra el trasvase que la Plataforma en Defensa de l’Ebre vivimos entre el 2000 y el 2004, que fueron los años más potentes de la batalla contra aquel Plan Hidrológico Nacional aprobado por el PP y por CiU. Al grito de "Lo riu és vida" aquel movimiento social (que con otra intensidad todavía perdura hoy en día, porque tristemente la amenaza medioambiental siempre sobrevuela el Ebro) cohesionó un territorio que se iba desmembrando, hizo creíble el concepto Terres de l'Ebre ―también de puertas adentro― poniendo sobre el mapa una tierra demasiado a menudo olvidada por el resto del Principat ―y quizás incluso también por los mismos habitantes ebrenses― y fue un ejemplo y un revulsivo para todo el país.

Y lo hicimos sin redes sociales: no existían ni Twitter, ni Facebook, ni Instagram, ni Whatsapp, ¿os lo imagináis? No se podían hacer convocatorias masivas por internet ni por mensajes, no había fotos instantáneas de las injusticias o simplemente de la actualidad y a principios del siglo XXI justo empezaban a aparecer las primeras direcciones electrónicas de uso habitual entre la ciudadanía. La nuestra fue, además de una lucha analógica, una lucha contra dos gobiernos: el español de Aznar y el de la Generalitat, de Pujol, cosa que lo dificultó todavía más. Por eso en muchas de las pancartas de la época se podía leer: "Catalunya también tiene sur". Fue un David contra Goliat que se ganó a base de resistencia, solidaridad, argumentos, trabajo coordinado, capacidad de sufrimiento, constancia, ecologismo, democracia, pacifismo... Adjetivos y sustantivos aplicables ahora a la causa independentista y soberanista.

Cuando miramos la actual lucha del pueblo catalán y sus manifestaciones y manera de hacer, buena parte del mundo que nos mira (y también nosotros mismos) queda admirado de la capacidad de organización, la convicción de los ideales y el civismo de la justa protesta, aunque no se esté de acuerdo ideológicamente. Pues bien, aunque algunos, quizás por no tener que mojarse demasiado con la independencia, quieran separar los derechos sociales de los derechos nacionales cuando en realidad van cogidos de la mano, si nos fijamos un poco más en varios detalles y acercamos el zoom, veremos que las similitudes entre ambas causas, el río (social) y la independencia (nacional) son evidentes: la metodología de trabajo, las asambleas generales donde el pueblo tiene voz y voto, la transversalidad ideológica de sus miembros y seguidores, el hecho de superar el intento de enfrentar territorios (antes por el agua, ahora por la nación), la organización interna asamblearia, la vinculación de la cultura con la causa, el papel clave de las mujeres, conseguir ir apartando de la primera línea política, a través de las urnas, a aquellos representantes que van demostrando no estar a la altura de la ciudadanía y el clamor popular, el tipo de reuniones, la solidaridad entre pueblos, el ejercicio de la pedagogía, etc.

Las semejanzas entre la causa social del río y la nacional de la independencia son evidentes: la transversalidad ideológica, la organización asamblearia, el tipo de manifestaciones, el papel clave de las mujeres, el ejercicio de la pedagogía...

También hay paralelismos, con todas las salvedades, con respecto a la superación de la represión ejercida por el Estado (y en aquel caso nuestro también del Govern) que buscaba ―y busca― atemorizarnos, criminalizarnos y desmovilizarnos. En abril del 2003, seis portavoces de la PDE fuimos a juicio por una querella interpuesta por el presidente de la comunidad de regantes de la orilla derecha del Ebro, por unos simples carteles reivindicativos donde decía "Por su futuro, venden el tuyo" (se nos pedían 90.000€) y en enero del 2004 un joven activista se enfrentaba a dos años y medio de prisión (fue finalmente absuelto) porque el entonces delegado del Govern de la Generalitat lo acusaba, falsamente, de agresión. En aquel momento, sin embargo, no teníamos móviles que pudieran hacer fotos y vídeos para demostrarlo tan fácilmente. Y no sólo a nivel organizativo y represivo encontramos semejanzas, también con el talante de las manifestaciones: casi por primera vez en la historia reciente de este tipo de acciones, las del río eran festivas, masivas, con música, con niños en las pancartas principales, pacíficas, con performances, con sentido del humor, familiares, cívicas. Cómo no ver aquello en los 11 de Setembre de ahora.

La Plataforma en Defensa de l’Ebre (PDE) nos organizamos desde la base con la creación de asambleas locales, comarcales y territoriales de manera que durante la semana cada población escogía un día para reunirse, debatía y nombraba a sus representantes y estos asistían a la reunión comarcal de los miércoles, que se acababa siempre de madrugada y que era la sala de máquinas del movimiento. A la causa por el río se le sumaron dos agresiones más: un plan eólico inasumible para el sur, sobre todo para la Terra Alta y el Priorat (el Ebro no es el único lugar donde hace viento, señores, y como decía una pancarta: ¡nosotros vendemos vino, no agua!) y también la amenaza de una central térmica que la empresa Enron quería instalar en Móra la Nova, en la comarca de la Ribera d'Ebre, que ahora tiene que luchar contra otro ataque en forma de vertedero. Por lo tanto, también nos coordinarmos como Terres de l'Ebre, no sólo como Delta. Además de eso, establecimos comisiones temáticas y territoriales: la de prensa, la de pintar pancartas y elaborar merchandising, la de movilizaciones, la de relaciones con los partidos, etc. y se escogieron una decena de portavoces que solíamos ocuparnos de la relación con los medios de comunicación y coordinábamos las movilizaciones. Ver ahora el funcionamiento interno de la Assemblea Nacional Catalana, por ejemplo, recuerda a escala y mucho a aquella PDE.

Durante mucho tiempo las Terres de l'Ebre se han sentido abandonadas por Catalunya y con razón. Ahora, aunque el equilibrio territorial todavía no ha alcanzado hitos de justicia necesarios, la veguería del Ebre se siente querida por el resto del país y el resto del país mira al sur del sur con otros ojos, no sólo de reconocimiento de la existencia sino también de respeto. La hermandad y fortaleza vividas en los tramos ebrenses de la Via Catalana del 2014 (que no se hubiesen podido llenar sin la presencia de gente venida de toda Catalunya) o la manifestación en defensa del río que se hizo en Amposta en el 2015, son herederas y una muestra de esta historia que vincula luchas sociales y nacionales. Aquí empezó todo, y eso nos lleva a la inmensa mayoría de los que hace veinte años gritábamos "lo riu és vida" con la camiseta azul del nudo a gritar ahora "in- inde- independencia".

El pasado 7 de diciembre del 2017 el soberanismo se manifestó en Bruselas. La Plataforma en Defensa de l’Ebre ya había gritado "lo riu és vida" por las calles de la capital belga el 9 de septiembre del... ¡2001! Este próximo sábado 16 de marzo hay convocada una manifestación en Madrid bajo el lema "La autodeterminación no es delito". La PDE nos manifestamos, en Madrid, el 10 de marzo del... ¡2001! Si ganamos entonces, parando el trasvase, también podemos ganar ahora y construir la República Catalana.