Hoy, que mañana es el Día de la Mujer y tantas mujeres todavía no lo sienten suficientemente suyo y demasiados hombres le quitan importancia. Hoy, que ayer faltó Pau Riba, el nieto de los poetas Carles Riba y Clementina Arderiu, el bisnieto del escultor tortosino Antoni Riba. Hoy, que mañana será un ocho de marzo más que celebrar, menos para las mujeres y niñas ucranianas y rusas, principales damnificadas de una guerra testosterónica que ahora dicen que se llama invasión y que según cómo la tildas te puede costar la vida o la prisión.

Hoy, que un joven pianista alemán de nombre Davide, abrigado con guantes agujereados y capucha, ha llevado su piano desde su país hasta Medyka, en la frontera de Ucrania con Polonia, para recibir con música a los miles de refugiados que cruzan a pie la línea invisible que los aleja de casa. Hoy, que con las teclas anónimas hace sonar el Bella ciao como vieja banda sonora de este nuevo exilio, mientras al frente de la diplomacia europea hay un miserable cínico español que hace mofa de un presidente exiliado catalán.

Hoy, que las malditas bombas harán que la luz y el gasóleo se disparen a un nuevo máximo histórico, expresión que quizás tendremos que dejar de usar porque el día siguiente supera siempre al anterior y los récords batidos con tanta celeridad y tan poca vergüenza pierden mérito. Hoy, que ayer hubo muertos inocentes y que mañana los seguirá habiendo, no sólo en la frontera de la Europa rusa sino también en una cincuentena más de guerras activas por todo el mundo. Conflictos de los cuales no sabemos demasiado, con gente que no conocemos de nada. Hoy, que si perdemos de vista que están, no los echaremos de menos cuando no estén.

Guerras activas por todo el mundo, con gente que no conocemos de nada. Hoy, que si perdemos de vista que están, no los echaremos de menos cuando no estén

Hoy, que ayer hizo años del estreno de La Traviata de Verdi en La Fenice de Venecia (en 1853) y aquella historia convertida en monumento del amor imposible y de los prejuicios sigue sumando contemporaneidad a las palabras de Alexandre Dumas. Hoy, que hace ciento diez años que Amundsen anunció el descubrimiento del polo sur, un hito alcanzado casi tres meses antes pero comunicado con retraso porque en aquella época no había ni medios ni tanta prisa para ser el primero en hacer un tuit.

Hoy, que según cómo no sabemos ni en qué día estamos porque se acumulan en la recámara los temas de conversación susceptibles de acabar siendo cíclicos. Cuestiones recurrentes, afligidas, enigmáticas. Pero también realidades esperanzadas, ilusionantes, resurgidas. Hoy, que se amontonan sensaciones adormecidas e ignoramos cuál acabará flotando más rato en nuestro mar interior, que ni conocemos al pescador capaz de rescatarlas, sabiendo como sabemos que la caña de siempre hace demasiado tiempo que se ha rendido a doblarse.

Hoy, que es el sexagésimosexto día del año según el calendario gregoriano, una forma de dividir el tiempo que hace cuatro siglos y medio que nos organiza la agenda sin paliativos ni grietas. Hoy, que ayer se fue el artista con los ojos llenos de flores y que ya va faltando menos para la primavera del hemisferio norte. Hoy, que no se puede amar con una calculadora en las manos para contar el más que probable coste de abrir tu corazón. Hoy, que mañana sabrás que el amor no es una ciencia exacta y que evaluar los daños antes de que se produzcan no da buen resultado. Hoy, que poner orden no siempre es la mejor respuesta. Hoy, que a pesar de todo todavía estamos.