La pureza tiene connotaciones rancias. Tanto el sustantivo pureza como el adjetivo puro no son términos muy utilizados en el lenguaje de la vida cotidiana actual, y a menudo e incluso poseen un tono de cosa antigua, alejada de las preocupaciones de cada día.

Era un 16 de febrero del 2009 cuando el monje e intelectual Lluís Duch pronunció en el CCCB una conferencia sobre "la ambigüedad de la pureza" y explicaba que, en muchas tradiciones espirituales, las expresiones "pureza de corazón" o "vida angélica" han servido para expresar la total transparencia conseguida por el ser humano mediante un intenso trabajo espiritual y una ascesis sin concesiones sobre los sentidos corporales humanos. Duch apuntaba a otra acepción de la pureza, la que en algunas tradiciones religiosas ha derivado hacia comportamientos patológicos con una "obsesión enfermiza del pecado y la culpabilidad". No hace falta decir que también políticamente se han hecho experimentos aberrantes bajo el pretexto de la pureza, como la inaceptable pureza de raza. También en estos momentos de populismos amenazadores, el concepto de "puro e impuro", "amigo o enemigo" vuelven con fuerza. Duch citaba a la psicoanalista Julia Kristeva, que ha indicado como en todas las culturas el paradigma puro/impuro reside en la base de todas las consideraciones.

El anhelo de pureza y de transparencia es un indicador de la condición humana y es positivo que exista, porque nos hace querer ser mejores 

El próximo jueves 6 de junio tendrá lugar, a título de homenaje póstumo a Lluís Duch, la presentación del monográfico de la revista Qüestions de vida cristiana titulado "Lluís Duch: símbolo, religión y poder", en el Saló Sant Jordi del Palau de la Generalitat, con presencia del president Torra. Valdrá la pena volver a leer Duch, ahora y siempre, también en su concepción de la ambigüedad de la pureza. Él evocaba que la pureza de hecho no es de este mundo, donde los cambios constantes, los tejemanejes del poder, las estrategias del deseo y los oportunismos lo hacen difícil. La pureza es un concepto también ligado a la inocencia, que también interpela especialmente a las instituciones religiosas que han lesionado la confianza con los abusos sexuales, de conciencia y de poder. El anhelo de pureza y de transparencia es un indicador de la condición humana y es positivo que exista, porque nos hace querer ser mejores y dejar la suciedad que lo empaña todo. Duch nos pone delante del espejo de nuestra impureza, provisionalidad y necesidad de autocrítica, una autocrítica que purifica pero no nos hace nunca, ni nos hará, perfectos.