En los Estados Unidos de América la mitad de la población adulta ya ha recibido una dosis de la vacuna contra la Covid-19. Sólo en este país han muerto 567.298 personas y hay más de 30 millones de casos confirmados de coronavirus. Si nos lo imaginamos con inyecciones, son 131,2 millones de jeringas. Es en este mismo país donde las reticencias a la vacuna han sido mayores. El papel de las comunidades religiosas, concretamente de los católicos, para sensibilizar a la población sobre la vacunación está siendo contundente. Este martes ha salido una declaración de 145 líderes religiosos mundiales (incluidos el cardenal Peter Turkson, católico, el Dalai Lama o el exarzobispo de Canterbury, Rowan Williams). Defienden que no es correcto que los países del norte acumulen vacunas y piden que la producción mundial se incremente de manera urgente y masiva y que los países liberen dosis que no utilizan.

El papa Francisco ya se vacunó y ha hablado de las bondades de la vacuna y de la necesidad de que esta llegue a todo el mundo. La Santa Sede ha publicado un documento donde propone algunas recomendaciones para hacer una homilía sobre la vacuna.

Se explica que el Papa anima a las personas a vacunarse como una forma de ejercer la responsabilidad hacia los demás, y reitera la necesidad de vacunas para todos.

Las comunidades religiosas han intentado entender qué les está diciendo el virus, y, sobre todo, qué posición tienen que tomar ante la vacunación a pesar de saber que no es un dogma de fe

La polarización católica entre provacunas y antivacunas se declina principalmente en dos grandes bloques de argumentos. Los que son contrarios a ellas lo son por varios motivos, desde ideologías conservadoras derechistas liberales hasta cosmovisiones de izquierda comunitaria. Esgrimen que la vacuna no está probada, que puede contener restos de pruebas con abortos (lo que llaman vacunas contaminadas con abortos) y que no es moralmente lícita. Otros lo ven una conjura mundial de las farmacéuticas y una campaña que todavía dividirá más entre ricos y pobres. Los provacunas consideran que es un deber ético y moral vacunarse para evitar muertes y para trabajar por el bien común. Google, a través de un programa que se llama Google News Initiative, ha escogido un proyecto para financiarlo que consiste en luchar contra la desinformación en las redes sociales sobre la vacuna de la Covid-19 entre la población católica mundial, una de las más grandes y polarizada en esta cuestión. En el proyecto, liderado por la plataforma informativa católica mundial Aleteia, destaca una significativa presencia catalana (la plataforma de verificación de noticias Verificat, el Instituto de Salud Global ISG Global, el Observatorio Blanquerna de Comunicación, Religión y Cultura y el medio de información religiosa Catalunya Religió). Cuatro expertos catalanes, el profesor Francesc Torralba y la doctora Conxita Mestres, de la Universitat Ramon Llull, también están en el comité de expertos, con el médico Josep Maria Simón y el experto Jordi Serrano, asesor de la OMS. ¿Por qué el mundo católico es importante en este asunto? La Covid-19 ha sido interpretada por algunas comunidades como una calamidad, como una señal. Las comunidades religiosas han intentado entender qué les está diciendo el virus, y, sobre todo, qué posición tienen que tomar ante la vacunación a pesar de saber que no es un dogma de fe.

Volvamos a los Estados Unidos. Un estudio sobre la relación entre religión y pandemia publicado por el Public Religion Research Institute y por el Interfaith Youth Core ha encuestado a 5.600 norteamericanos durante el mes de marzo, y han extraído algunas conclusiones. Un tercio de los católicos hispanos que dudan si vacunarse (33%) indica que los enfoques basados en la fe podrían motivar para recibir la vacuna. Entre los católicos blancos que tienen dudas sobre las vacunas, el 15% reconoce que una orientación basada en la fe los haría más propensos a vacunarse. Por lo tanto, constatan una contradicción entre su fe y las campañas que reciben.

El 53% de los católicos hispanos, el 43% de los católicos blancos, el 36% de los protestantes blancos e incluso el 21% de los norteamericanos sin afiliación religiosa estarían dispuestos a recurrir a un líder religioso para obtener más información sobre la vacunación.

Más de dos tercios de los católicos blancos (68%) aceptan las vacunas. La mayoría de los católicos hispanos (56%) también aceptan vacunas. Este porcentaje disminuye entre los protestantes hispanos (43%). Entre los grupos religiosos menos receptivos a las vacunas, los protestantes evangélicos blancos se destacan como los más propensos a decir que se negarán a vacunarse (26%), con un 28% adicional de dudosos. Entre los mormones, un 17% afirma que no se vacunará.

Las campañas contra la desinformación en torno a las vacunas tienen que poder tener más peso en los medios. La gente que decida qué quiere hacer, vacunarse o no, pero que si esgrimen que va contra su religión, no lo hagan sin información detallada y contrastada. No deja de ser una paradoja que la Unión Europea también esté dedicando ingentes cantidades de euros para luchar contra la desinformación en este ámbito que tiene efectos sobre todos los demás.