Una mecenas norteamericana creó una fundación a fin de que el Metropolitan Museum de Nueva York tuviera siempre flores naturales en la entrada. Andrés Trapiello lo coge como anécdota para recordar que este es uno de los casos en que los americanos están más próximos a Proust que a Reagan. Se tiene que ser muy generoso, y con un sentido estético alto, para dedicar una fortuna de por vida a tal cometido. Las flores son un elemento totalmente caduco y a muchas personas les entristecen, porque duran poco y se estropean enseguida. Otros, no podemos vivir sin tenerlas cerca. Yo soy fiel al concepto flor, pero infiel a la variedad. Cada semana llegan a mi mesa flores diversas: crisantemos, narcisos, rosas, girasoles, jazmines azules, lirios, líliums, claveles, lavanda, hortensias... flores inspiradoras, que llenan la vista y amplían el alma. Cuando llego con el ramo de flores al trabajo, se inician los comentarios: ¿qué celebramos? ¿Quién te las ha regalado? ¡Yo también quiero! Es habitual que atribuyan las flores a un regalo o a un día especial, cuando yo concibo las flores como el pan nuestro de cada día. A mí me regalan flores, cierto, pero también regalo y me auto-regalo, y me parece empobrecedor que las flores se hayan reducido a un asunto de mujeres o de cumpleaños.

Estas maravillas de la flora son necesarias y aparecen en momentos clave de nuestras vidas, cuando nacemos, cuando nos casamos, cuando morimos... Cuando nace alguien es habitual hacerle llegar un ramo a la madre en el hospital. El ramo de novia, por ejemplo, es una costumbre que viene del antiguo Egipto. Las novias llevaban ramas y flores para asustar a los malos espíritus. Las flores embellecen los espacios y dignifican algunos momentos. Es raro que alguien que nos quiere no nos haya regalado nunca una flor, o que nosotros no lo hayamos hecho.

Desde siempre, las flores también sirven para comer. En Regencós tenemos un espléndido ejemplo con Iolanda Bustos y el restaurante Calèndula. Son deliciosas y las puedes ver en el huerto.

Estas maravillas de la flora son necesarias y aparecen en momentos clave de nuestras vidas, cuando nacemos, cuando nos casamos, cuando morimos...

Las flores tienen un atractivo turístico (museos botánicos, o muestras florales como la de Girona, Temps de Flors). Pero las flores tienen que ser de verdad. No hay nada más triste que las flores de ropa o de plástico, como las de los cementerios abandonados. En Roma, la tumba de Gramsci siempre tiene una rosa roja encima. Las floristerías de aquí suerte tienen de los familiares que cada semana hacen llegar flores frescas a sus muertos. Las flores también han servido como nombres de niña, de Flora a Hortensia, de Rosa a Violeta. Las flores también ocupan de manera especial el imaginario religioso. Pensamos en el mes de María, el florido mayo. Lirios, rosas, campanillas. O en las festividades hindúes, auténtica explosión de flores. En las iglesias las flores ornan las capillas y están presentes especialmente en las celebraciones litúrgicas.

La iconografía bíblica es plenamente floral: el perfume de nardo de Jesús, las rosas, el azafrán, la menta, la mirra, el gladiolo... toda la Biblia está llena. Y las religiones las han tenido en cuenta por su belleza, fragancia, propiedades medicinales... En el islam las rosas, pero también el jazmín, están bien presentes por ejemplo en bodas o funerales. El lotus y los pétalos de flores son extremadamente importantes en el hinduismo y en el budismo el lotus simboliza la sabiduría. Los judíos no envían flores a los funerales, prefieren plantar un árbol en recuerdo o apilar piedras para la memoria. Las flores y sus connotaciones nos acompañan también políticamente y socialmente. Los socialistas siguen con la iconografía de la rosa. Por Sant Jordi la rosa aparece incluso en la sopa. Los claveles se han repartido estos días en Catalunya ante las fuerzas de seguridad como en Portugal con la Revolução dos Cravos que acabó con el régimen de Salazar. Las flores tienen su propio lenguaje. Marlene Dietricht lo inmortalizó en su célebre melodía: Sag mir, wo die blumen sind. Dime, dónde están las flores. Cuando le preguntaron a Confucio por qué compraba arroz y flores, respondió: Compro arroz para vivir, y flores para tener una razón para vivir.