Lo que hace que los catalanes seamos un solo pueblo no es el lema "es catalán quien vive y trabaja en Catalunya", sino que, llegado el momento, nuestros representantes políticos sacrificarán las aspiraciones por las cuales les votamos para seguir gobernándonos con dinámicas de poder autonomistas.

Autonomismo es sobresalir en la gestión de remilgos diciendo a tus coetáneos que es por un futuro mejor, cuando en realidad lo que quieres decir es que lo mejor es no hacer enfadar al amo, no sea el caso de que las cosas fueran a peor. Es el noble arte de la transacción con el poder real y, en consecuencia, de cargarte al igual para proteger el chiringuito. Es no entender que el castigo que recibirás si te rebelas no es por lo que osas hacer, sino por lo que osas ser. Autonomismo es creer que ser buena persona te hará vencedor. Porque cuando no puedes luchar por lo material, sólo te queda luchar por lo moral. Porque vivir de rodillas es pensar que los derechos de los otros son un privilegio que te tienes que ganar. Autonomismo es creer que el resto del mundo piensa igual que tú.

Según tu idea de país, procesarás la sumisión de una forma diferente. Si eres independentista, asumirás que es la enésima jugada maestra para ampliar la base y que te hagan caso en Europa para forzar a España a negociar. Si eres unionista, creerás que si es bueno para España, es bueno para Catalunya. Si eres pseudo-equidistante, dirás aquello que la revolución de los pueblos de España empieza en Catalunya. Y quien día pasa, trescientos años de ocupación empuja.

Si a España no le ha hecho falta nada más, es porque la mentalidad autonomista de los políticos catalanes ya le ha hecho el trabajo sucio

Tengo cierta curiosidad por saber cómo los exiliados en Bruselas, con el president al frente, defenderán la República catalana o la causa independentista (o lo que sea que toque) ahora que en Barcelona el gobierno legítimo será pantalla pasada. Admito que a veces todavía tengo la tentación de pensar que Junts per Catalunya y Esquerra Republicana han optado por la vía Voltas, y que más adelante se modificará el reglamento para investir al president Puigdemont. Alguna vez he soñado que los irreductibles de Junts per Catalunya no han estafado la única promesa electoral que hicieron y están montando una súper estructura en Bruselas que permitirá al president, abandonada la vía insurreccional, controlar el gobierno pre-autonómico de Catalunya. Son fantasías febriles, delirios de post-jovencita, cada vez más pasajeras.

Lo que me indigna de todo ello ya no es que los ilustrísimos y honorables dirigentes que nos representan no tuvieran muy claro cómo hacer el referéndum, que no supieran de qué es capaz España para mantenerse unida, que las estructuras de estado no estuvieran a punto, que el president retrocediera el 10 de octubre o que el 27 de aquel mismo mes hiciéramos simbólicamente el papelito para salir del paso. Ni siquiera que las relaciones entre los tres partidos independentistas hayan sido un vodevil. Lo que me desespera es que parece que nadie ha aprendido nada de la legislatura pasada.

No ir con lista única fue un acierto para arañar votos, pero hizo que las divergencias entre los dos principales partidos —y entre las corrientes internas de estos partidos— quedaran todavía más expuestas y sus efectos agravaran los grandes males del independentismo. A saber, que parece que ni hay unidad de acción, ni relato, ni estrategia a largo plazo. Los grandes fuertes del independentismo han sido tener una base popular activa y que va a por todas, así como la inestimable ayuda del Estado español, que con su estrategia de guerra que combina la ley con dosis de jarabe de palo ha ido exponiéndose como lo que es: un estado con profundas dinámicas autoritarias y franquistas. El plan también ha servido al Estado, que lo ha explotado para fomentar la división independentista. Si a España no le ha hecho falta nada más, es porque la mentalidad autonomista de los políticos catalanes —todos, sin excepción— ya le ha hecho el trabajo sucio.

Me gustaría creer que hay un plan. Que de veras los partidos van a la una y que saben conciliar las diversas voces en su seno sin que eso suponga una gran conmoción

No veo, pues, cómo los movimientos actuales contribuyen a reforzar los puntos a favor y a corregir los débiles. Ya que está de moda pedir realismo, me gustaría que alguien me mirara a la cara y me explicara por qué ahora, con una Generalitat que no podrá comprar ni gelocatiles sin que Montoro le dé el visto bueno, y que no ha sido capaz ni de decir a Madrid que se investirá de nuevo al president 130 porque es al que el Gobierno nos desafió saltándose su propia legislación con ademán de chulo piscinas, ahora podrá implementar una República. Una República que no pudo ni empezar a preparar tres años antes, cuando los partidos independentistas controlaban la administración.

Que alguien tenga la bondad de explicarme, también, cómo piensa ampliar la base acercándose a aquellos que han mirado hacia otro lado cuando nos han zurrado, si sabemos que el independentismo ha ganado apoyos cuando una parte del pueblo y de sus representantes se han plantado ante el Estado y su monarca. Porque es demostrando que vas enserio y que tienes un proyecto sólido que la gente se suma a tu causa. No con negociaciones que sólo sirven para sobar a la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals como si fuera una mujer en una discoteca.

Como que todavía soy una pre-mujer madura, me gustaría creer que hay un plan. Que de veras los partidos van a la una y que saben conciliar las diversas voces en su seno sin que eso suponga una gran conmoción, sino una oportunidad para incluir a tanta gente como sea posible. Entiendo que no nos lo pueden explicar todo, pero entre eso y el caos de informaciones, y el paternalismo con que se han comunicado, hay un abismo. Somos capaces de entender la dificultad del momento y de perdonar los errores cometidos.

Ahora bien, si no sabéis hacer la independencia, o no queréis o no podéis, al menos haced el favor de trabajar para que cada generación de catalanes independentistas lo tenga más fácil que el anterior para alcanzarla. Quizás a vosotros no os ha tocado hacer la independencia, pero sí acabar con la autonomía. Ahora mismo está muerta administrativamente. Quizás lo importante era, primero, matarla en nuestro interior.