Sorprende y no sorprende la campaña por tierra, mar y aire que se ha emprendido para hacer ver que Salvador Illa es una especie de gigante político y, en segundo lugar y más importante, para proyectar la impresión de que el PSC se encuentra como quien dice en las puertas de ganar las elecciones y obtener el Govern de la Generalitat.

El PSC se ha convertido esta vez —como un día lo fue Ciudadanos— en el ariete de los poderes empresariales, financieros y mediáticos que pretenden acabar con el independentismo. En cuanto a estos últimos, los mediáticos, hemos empezado a ver estos días algunos artículos, presuntamente informativos y presuntamente de análisis, que dan vergüenza. Y los que vendrán.

Han decidido todos ellos jugar esta carta, lisa y llanamente. De hecho, y mirándolo bien, es la única que en Catalunya pueden jugar, visto el hundimiento de Ciudadanos y las pobres expectativas del PP. No quedaba ningún otro caballo por el que apostar. Pero les parecía —asegura Iceta que también a él— que, si esta vez el PSC tenía que ir a por todas, bien se tenía que hacer algún cambio, algún refuerzo. ¿Y qué mejor cambio que un fichaje sorpresa?

El PSOE pone, asimismo, de su parte. Prescinde del ministro de Sanidad cuando la sombra de la tercera ola está a punto de oscurecer todavía más la existencia de los ciudadanos. Lo deja. Pedro Sánchez no habría hecho nunca en su vida esta operación totalmente electoralista —poco justificable y difícil de comprender desde cualquier capital occidental— si se tratara de otra comunidad autónoma. Dicho de otro modo: nunca habrían enviado al ministro de Sanidad a provincias si no fuera porque hay que derrotar la grave amenaza que representa, para ellos, el independentismo.

Que Illa haga el camino de Madrid a Catalunya nos da una idea de la determinación y de la fuerza con que se está impulsando la maniobra

Nos encontramos, pues, ante una operación de estado. Si no, Sánchez tampoco habría enviado Illa a intentar aguarle la fiesta a ERC, su aliada en el Congreso. Tradicionalmente, el PSOE siempre había preferido respetar la hegemonía en Catalunya de sus aliados catalanes en el Congreso. Pero no se acaba aquí la cosa, dado que se altera otra manera de hacer, en este caso del PSC. Para los dirigentes del PSC mejorar, ascender, siempre ha sido ir de Catalunya a Madrid (sobre todo si era para ser ministro). Narcís Serra, que dejó la alcaldía de Barcelona por la cartera de Defensa, es el ejemplo fundacional, mientras que la única excepción a la regla es José Montilla, que fue ministro antes que president de la Generalitat. Que Illa haga el camino de Madrid a Catalunya nos da igualmente una idea de la determinación y de la fuerza con que se está impulsando la maniobra.

Habrá mucho tiempo para hablar tanto del PSC como de su flamante nuevo candidato. El PSC asegura que aspira a gobernar. Esconde, sin embargo, que sólo podrá hacerlo, en el mejor de los casos, con el visto bueno de PP, Ciudadanos y Vox, además de los comunes. Todos a la vez. La otra posibilidad para el PSC es evitar un gobierno plenamente independentista apoyando una alianza de ERC con los comunes. Lo más probable, sin embargo, a estas alturas, es que ni el PSC gane —y si gana, se quede en la oposición, como la ciudadana Arrimadas— ni gobierne.

En cuanto a Salvador Illa, diría que su éxito tiene que ver con sus habilidades comunicativas —demostradas en unas circunstancias dificilísimas, terribles, desastrosas— y, por lo que explican, negociadoras (unas y otras van muy unidas). Todo eso no es poco ni es fácil. Lo digo quitándome sinceramente el sombrero.

Contrariamente, defender que la pandemia se ha gestionado bien desde su ministerio es literalmente imposible, aunque la gran máquina de propaganda iniciada seguro que intentará enmascarar lo que ha sido un auténtico fracaso. Lo mejor sería que no intentaran hacer pasar gato por liebre en esta cuestión, ni que fuera solo por respeto a las víctimas de la Covid-19. Los datos —muertes por cien mil habitantes— sitúan España en lo más alto del ranking de los países que lo han hecho peor. No solamente en Europa sino también en todo el mundo.