Me gustaría vivir en el país de Eduard Voltas, en el que "el bloque del 155 se ha resquebrajado, y lo ha hecho gracias a la estrategia del pacto". Me gustaría vivir en el país de Toni Comín, en el que "el procés no ha terminado: hemos retomado el hilo ahí donde lo dejamos en 2017". Me gustaría, incluso, vivir en el país de la gente que sale todas las noches a manifestarse en Ferraz: una España que se rompe. Desgraciadamente, todavía no he dejado que el pacto del olvido tenga consecuencias sobre mi pensamiento político. O que no tenga en él más que una resistencia consciente para desafiar la luz de gas discursiva que Junts se empeña en ejercer sobre los ciudadanos de Catalunya. Digo Junts porque, por mucho que ERC quiera llamar la atención a codazos como un niño, el bulto grande, la amnistía, se lo han quitado de las manos. La diferencia primordial entre unos y otros es que los de Oriol Junqueras se presentaron a las elecciones siendo honestos. ERC lleva siete años haciendo política de la pacificación sin escrúpulos, y por eso todavía destaca más el cinismo afilado de las filas de Junts, que hoy reclama su derecho a cambiar de opinión, aun sabiendo que los cambios de opinión, en casos como el suyo, quizás deberían producirse antes de las elecciones y no después.

Desde la conferencia del president Puigdemont en Bruselas, toda la estrategia de Junts ha tenido un solo objetivo: hacer creer a sus votantes que la amnistía era el motivo por el que les votaron

Luz de gas porque, desde la conferencia del president Puigdemont en Bruselas, toda la estrategia mediática de Junts ha tenido un solo objetivo: hacer creer a sus votantes que la amnistía era exactamente el motivo por el que les votaron. Poco a poco, en estos últimos cuatro meses, el discurso de Junts se ha perfilado minuciosa y sinuosamente para que el resultado lógico del 1 de octubre fuera la amnistía que permite a Pedro Sánchez ser investido. Carles Puigdemont era consciente de que tirar del mantel de la mesa habría roto los platos. Por eso prefirió optimizar el tiempo que brindan las negociaciones políticas y alterar con cuentagotas el discurso público de Junts mientras ponía la directa en el punto privado. Luz de gas porque, aparte de ser un secuestro de votos, roza la línea de la manipulación psicológica. Junts ha trenzado con maña la rama retórica octubrista con la rama retórica pactista, doblándolas, pero no rompiéndolas, como si la reivindicación de su compatibilidad no supusiera abandonar la unilateralidad que prometieron en campaña electoral. Luz de gas porque de ahora en adelante todo lo que hagan tendrá la función de convencerte de que no han hecho aquello que dijeron que no harían.

La amnistía servirá para renovar la pertenencia de Catalunya a España por mucho que Junts ponga todas las etiquetas posibilistas y quiera borrar el rencor político que desde 2017 da sentido a votar a partidos independentistas

Quizás la resistencia psicológica necesaria para no rendirse al buen marketing sea un grado de politización que queda por encima del votante medio. Quizás al votante de Junts ya le está bien el cambio de cromos: no haremos la independencia —el "ja n'hi ha prou" era solo cosa de la campaña electoral— pero a cambio te haremos sentir que, habiéndonos votado, como mínimo has ganado alguno. Eso sí, lo que es seguro es que en Junts conocen el carácter de quienes contienda electoral tras contienda electoral les entregan sus votos, y tienen la astucia de hacerles creer que, hagan lo que hagan, votarles es hacer un bien a la supervivencia del país que ningún otro partido puede hacer. La amnistía, por desgracia, servirá para renovar la pertenencia de Catalunya a España por mucho que la órbita de Junts ponga todas las etiquetas posibilistas y quiera borrar el rencor político que desde 2017 da sentido a votar a partidos independentistas, porque ahora España nos dice que tiene un proyecto político para los catalanes —y nuestra clase política también.

El relato está calculado para que la consecuencia práctica de ser independentista hoy signifique votar la investidura de un presidente español o decir que hacer presidente a Sánchez desestabiliza a España

Más allá de la amnistía, han pactado una nada. Han pactado hacer un acto de fe, al menos de cara a la galería, y el problema es que el acto de fe nos lo piden a nosotros, votantes y no votantes de Junts, porque por mucho que Laura Borràs amenace con la unilateralidad para negar que se trata de un pacto de legislatura y no de investidura, en el fondo los métodos son los de siempre: hacer creer que los incumplimientos del Estado tendrán consecuencias y que la clase política catalana llegará hasta allí donde no llegó en 2017 si España no quiere pactar un referéndum. España no quiere pactar un referéndum. En todo caso, el PSOE se ha comprometido a defender el amplio desarrollo del Estatut de 2006, que queda bien lejos del pescado que Junts vende. El relato está calculado para que la consecuencia práctica de ser independentista hoy signifique votar la investidura de un presidente español, o incluso llegar a decir que hacer presidente a Pedro Sánchez desestabiliza a España. Luz de gas para que ser independentista y no querer ser la muleta del PSOE solo pueda ser la ocurrencia de uno tarado. Luz de gas para que insinuar que unilateralidad y pactos de legislatura son incompatibles solo pueda venir de un hiperventilado que no entiende cómo funcionan los mecanismos de la política. Luz de gas para que, si estabas dejándote pegar delante de una urna el 1 de octubre, hoy no constates la magnitud de la renuncia.