Chris Lowney es uno de los expertos mundiales en liderazgo. Su libro Liderazgo Heroico parte de un principio básico y es que ser líder es influir a la gente de una manera que te ganes su respeto, sean leales y se sientan con confianza en los equipos. Cuando pregunta a las personas qué valoran de sus jefes, nadie le responde "era una bestia y por eso lo respetábamos". Siempre le responden que la persona era exigente, pero si pedía y exigía mucho, también daba y se exigía a sí mismo. Y les hacía sentir respetados y valorados. Lowney, que conoce muy bien cómo actúan los jesuitas, cree que hay un secreto en su estilo, y es que son personas que tienen una visión, una brújula, saben dónde van. Gente que conoce sus puntos fuertes, que sabe ver las propias debilidades y que innovan con confianza y se adaptan al mundo que cambia, sin excesivas nostalgias pero con agradecimiento y reconocimiento hacia el pasado. Lo que a mí me gusta más de lo que propugna Lowney es que estos líderes tratan al prójimo con amor (y amor no es condescendencia, ni proteccionismo), y siempre tienen una actitud positiva que les hace ser fuertes y fortalecer los otros con aspiraciones heroicas. Piensan a lo grande. Ordenan su vida. Tienen un propósito. Se rodean de personas que comparten ideales, aunque no siempre son santos de su devoción: diversidad y lealtad en los equipos es primordial.

Los exalumnos de escuelas o universidades jesuitas de todo el mundo se han reunido estos días en Barcelona, Lowney hablaba y le he pedido un rato para conversar. Nos hemos sentado a tomar un té cerca de santa Maria del Mar, donde ha visitado la escultura de santo Ignacio de Loiola pidiendo limosna. Lowney es también el artífice del Camino Ignaciano, que Manresa luce con orgullo este año, 500 años después de que el fundador de la Compañía de Jesús, los jesuitas, se hospedara allí. Este experto, que ahora lidera una organización de salud (Common Spirit) que engloba centenares de instituciones hospitalarias de los Estados Unidos, es un hombre tranquilo y seguro. Entras en su web y no lo ves a él en aquella típica imagen con un fondo azul y con los brazos cruzados y sonriendo a la cámara. La primera imagen es un médico afroamericano que sonríe. Uno del equipo. No el presidente o director general. Porque no hay jefe sin el resto de personal. Los jefes no están al margen de su equipo. Un jefe, como un corazón, es vital, pero inútil sin los otros. El concepto de liderazgo de servicio (servant leadership), en que prevalece la visión y el camino a la opción únicamente carismática de acatamiento al leader es muy necesaria. Mientras escribo, un líder mundial, el Papa Francisco, acaba de pedir al Opus Dei un cambio de estilo, que en un titular periodístico sería "menos jerarquía, más carisma." Más articuladamente, lo que el Papa pide a este grupo eclesial (técnicamente denominados Prelatura Personal) es que se haga una transferencia de dependencia orgánica (hasta ahora la Prelatura dependía de los Obispos y ahora pasa al Clero). Lo ha dictaminado con un documento llamado Motu Propio Ad charisma tuendum.

El hecho de que su jefe (prelado) no sea a partir de ahora obispo es una novedad e indica que para el Papa no "hay" que ser obispo si ya se cumple con la tarea de ser un buen padre. Este movimiento papal no es menor. El Papa reclama un gobierno más carismático y compartido y menos centralizado jerárquicamente en la figura del jefe. Los Papas siempre hacen lo mismo. Llega el estilo, la gente se relaja, y lanzan sus documentos, cartas, comentarios... más interesantes.