“Los juegos infantiles no son tales juegos, sino sus más serias actividades”
Michel de Montaigne

Ni uno de mis lectores puede decir en serio que nunca lo ha jugado. Voluntario u obligado. Era omnipresente en días de lluvia, aulas de infantil, cumpleaños y fiestas varias. Total es muy sencillo: unas sillas en círculo con la sola regla de ser una menos que el número de jugadores; algo de música enlatada o a las palmas y un mundo que gira hasta que la melodía cesa. Lo traigo a colación porque a eso exactamente es a lo que están jugando los llamados socios de gobierno, de serlo aún, con Pedro Sánchez. Atención.

Antes de iniciar el juego, y de que empiecen a girar, recojamos lo infumable de la chulesca declaración de ayer, hecha en ayunas, como precisó, del responsable, como poco, de haber nombrado para altas responsabilidades a los corruptos y de no haberlos vigilado. In eligendo e in vigilando. La culpa le cerca. Suficiente para cualquier demócrata que no sea de teflón, como dice The Times en su editorial o, lo que es lo mismo, al que no le resbale todo en su cara de hormigón. Partamos de la base de que simplemente por eso debería de haber dimitido.

Instalados en la anormalidad democrática de quien nos dice que los corruptos y los puteros son pocos, le han engañado y de que es imprescindible para que no haya alternancia de poder, porque la oposición es lo peor, veamos en que circunstancias estamos. Tenemos un gobierno central presidido por un señor, carismático y guapo, dicen, que no ganó las elecciones y que accedió a él por legítimo apoyo parlamentario. Un presidente y un gobierno que no ha sido capaz de aprobar la ley de leyes —los presupuestos— en toda la legislatura y que, además, está cercado por la corrupción de sus más próximos. Un presidente que afirma que no suelta la poltrona hasta que toque en 2027, como si la ocupación del poder fuera un mérito. Por lo tanto, estamos ante un gobierno que se sostiene única y exclusivamente por el apoyo de los llamados socios de gobierno y por su decisión de uncirse a la piedra que lleva arrollada al cuello Pedro Sánchez.

No sé cómo me vino a la mente la idea del jueguecito de las sillas. Bueno, no mintamos, lo sé, aunque no hace al caso. ¿Qué grupo de sostén de Sánchez se quedará el último de pie y sin silla? ¿Quién no tendrá tiempo de reaccionar? Con la performance del jueves y la del lunes, el presidente narciso no ha hecho sino darle otro poco a la manivela para que la música siga y los socios vuelvan a girar alrededor de las sillas sin parar. Es un girar improductivo, no esperen más, pero a él le da juego, o sea, le da tiempo para seguir a lo suyo que es no perder el poder. No perdamos de vista que la música va a parar en algún momento. En este metafórico caso, cada silencio musical vendrá determinado por un nuevo informe de la UCO o una decisión judicial. Imaginen, estamos jugando, Turull, Rufián, Otegi y Aitor junto con Ione y Yolanda van dando vertiginosas vueltas al ritmo que toque Sánchez hasta que ¡pum!, la UCO presenta un nuevo informe sobre un ministro o sobre una presidenta parlamentaria y a ver quién corre a sentarse y se queda sin silla. No se olvide que los de Iglesias ya se han aposentado. Son los únicos que se han negado a reunirse con el presidente salpicado de corrupción y que han afirmado que "Sánchez no va a poder ser parte de la solución", así que si de su silla no se mueven tenemos una vacante menos.

Cuando la podredumbre sea desvelada, ¿quién será el último que se quede de pie y con cara de tonto apoyando lo insoportable?

Puede que aun tras ese nuevo traspié, Pedro, Pedro, Pedro, Pe —la Carrá, dixit— consiga darle un poco más de cuerda al gramófono y puede que algún otro socio se siente derrengado. No pienso en Sumar, que está en la poltrona, sino que tenemos a Otegi, que ha dicho: "decir que la alternativa a Sánchez es peor ya no es suficiente" ahora el debate "debe satisfacer los intereses de las naciones sin Estado". No sé qué margen de maniobra tiene el presidente pulcramente maquillado, es un decir, para tal cosa, aunque con unas promesas la música se puede reanudar otro rato hasta... el informe sobre Air Europa o sobre Zapatero o sobre el ministro Torres o… ¡Qué pena que la fontanera ya no pueda poner orden! La música seguirá parando y la pregunta es, cuando cese del todo, cuando la podredumbre sea desvelada, las cuentas descubiertas, los juicios se celebren, los fiscales y los hermanos se vean en los banquillos, ¿quién será el último que se quede de pie y con cara de tonto apoyando lo insoportable?

Este espectáculo inaguantable no ha hecho sino empezar. Es rotundamente imposible que "solo tres" fueran los corruptos. Primero, porque lo que hicieron —mordidas, contratas, trabajo por la cara para las pilinguis— no se consigue hacer sin firmas y sin pasar por el organigrama. Ahí es donde el director de Carreteras y la presidenta de Adif entran a jugar, pero habrá más. Ayer mismo tuvo que dimitir el número tres de Montero, el presidente del Tribunal Económico-Administrativo Central, el que ve los recursos de los contribuyentes, porque un empresario ha denunciado las mordidas que cobraba por anular sanciones e inspecciones. Es terrible, por mucho que entre el fárrago de porquería ya nos pille de vuelta de todo. "La confianza está al límite" ha dicho Junts y no me extraña porque la de los ciudadanos y contribuyentes ha reventado hace tiempo. "Hay una raya" afirma el líder del PNV, al que no se le conoce vicio. "Tiene que darse cuenta de que para seguir con su complicada agenda de presidente tiene que ser presidente" se ha indignado Rufián al ver que el PSOE ha lanzado la prometida comparecencia en el Congreso a tres semanas vista. Ganar tiempo. Cada día dentro de Moncloa es un día menos fuera, debe pensar.

Todo depende de los socios y de los militantes del PSOE. Los socios girando entre las sillas con el riesgo de quedarse sin sitio para poner el culo; los militantes asumiendo que este su líder y su césar puede dejar al partido como el Templo de Jerusalén, arrasado hasta que no quede piedra sobre piedra.

Allá cada uno con la cesta en la que pone sus huevos. Jugártela a que caiga sobre ellos el peso de la ley y de la infamia no solo no es buena apuesta, sino que siempre les manchará a su vez. Sobre todo a los últimos, a los que se queden colgados mientras el resto ha tomado una decisión.

Esto no ha acabado. No va a parar. La Justicia llegará a los rincones de esta podredumbre incluso si llevan el nombre de una persona jurídica o de más. Y esa organización, que no es sino uno de los partidos precisos para la gobernabilidad de España, es estructural y su defenestración nos perjudicaría a todos. A los socios también. Las elecciones a veces se adelantan, como hizo Felipe González en 1996, cuando CiU le dejó caer por corrupción y terrorismo de Estado.

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La democracia es otra cosa.