Una reacción exagerada de la Unión Europea ante el proyecto de presupuesto de Italia ha creado una fuerte confusión, que los mercados han corregido a lo largo de la semana. Al tiempo, voces que reclamaban "libertad fiscal en la zona euro" se han levantado en busca de un nuevo marco en el funcionamiento de la UE.

Roma planteó un programa fiscal que prevé un déficit del 2,4% en 2019, al que luego se agregó la previsión de recortarlo hasta el 2,2% en 2020 y al 2% en 2021. En Bruselas se empezó a hablar de traición y de ruptura de las normas comunes.

Inicialmente, el mercado reaccionó elevando la prima de riesgo país por encima del 3,3% para protegerse y con fuertes caídas en la Bolsa de Milán.

Los analistas saben lo que pasa en Italia, que durante muchos años ajustaba sus desequilibrios devaluando una y otra vez la lira de modo que mantenía la competitividad de sus pequeñas y medianas empresas a capa y espada frente a exportaciones rompedoras, como les de las compañías públicas chinas.

Por esta razón, cuando Claudio Borghi, comisario del Presupuesto de la Cámara de los Diputados, dijo que "Italia, con su propia moneda, habría estado en condiciones de resolver gran parte de sus problemas", se produjo un pequeño incendio en los mercados de cambios.

Sin embargo, cuando Nicola Nobile, economista de Oxford Economics, dijo que las políticas de la coalición populista podrían causar un rebote a corto plazo en el crecimiento al 3% en 2019 y al 2% en 2020, frente a las previsiones del 1% para ambos años, los ánimos se calmaron. 

En los corros se comentaron casos ocurridos este año, como el hundimiento del puente de Génova, un escándalo que promovió la revisión urgente del estado de las infraestructuras del país, cuya mejora exige elevados gastos de financiación. El coste de abordar una renta universal para jóvenes y pobres, de unos 17.000 millones de euros, reivindicada  por el Movimiento 5 Estrellas, fue más discutida, si bien alguno aludió en su defensa al peso de la mafia en Italia (el 30% del PIB, según estimaciones de hace unos años) que sustrae parte del efecto redistributivo de la inversión pública. La confección de los presupuestos en Italia siempre ha sido un ejercicio complejo.

Más allá de estas consideraciones, está el hecho de que Italia no es el primer miembro en incumplir las reglas fiscales de la UE; ya lo hicieron hace años Francia e Alemania. Ahora, Emmanuel Macron acaba de anunciar un proyecto presupuestario que podría suponer un déficit superior al 3% del PIB. Pero en su caso nadie amenaza con una reestructuración de la deuda, cuando en el país transalpino, además, el 68% de la deuda está en manos de los propios italianos, algo que no ocurre en el caso de sus vecinos galos.

Ante tanto desbarajuste, el experto Pisani Ferry, vinculado al Centro de Estudios Bruegel y exasesor en cuestiones europeas de Macron, aboga por ir más allá de un esquema unitario y propone la creación de más clubs para atender la crisis de una Europa dividida. No un solo club para hacer frente a toda la problemática actual, sino tres o cuatro. Uno dedicado a la cuestión cambiaria y la política del euro; otro, a la política de asilo y la protección de fronteras; el tercero, a la defensa y seguridad externa, y el cuarto, a cuestiones más generales. Cada país se integraría en el club que más valore. Es una idea.

En definitiva: ahora tocan propuestas nuevas, no imponer excomuniones a quien discrepa.