De la misma manera que no hemos normalizado la represión contra el independentismo y ha habido una respuesta enérgica contra el atropello de derechos y libertades que supone, tampoco tendríamos que regularizar y convertir en normal lo que va a ser habitual a partir de ahora: que los presos políticos juzgados y condenados injustamente a penas de prisión que suman más de un centenar de años de cárcel por el Tribunal Supremo empiezan a tener una situación mejor porque disponen de permiso para salir a trabajar durante el día. Siguen siendo presos, siguen yendo a dormir a la celda, están sometidos a unos estrictos regímenes de salida y entrada y han de cumplir fuera de la prisión de una manera estricta lo que prevé el artículo 100.2 del Reglamento Penitenciario en lo que respecta a un trabajo fijo y a las horas de voluntariado. Y así será, si no cambia nada, durante muchos años, para todos ellos: desde los dos líderes sociales —Jordi Cuixart y Jordi Sànchez— que cumplen la condena más baja, de nueve años, hasta Oriol Junqueras, condenado a trece años. En medio quedan Jordi Turull, Raül Romeva, Dolors Bassa, Carme Forcadell, Joaquim Forn y Josep Rull.

Y nosotros, que estamos fuera, nos alegramos cuando Jordi Cuixart sale a trabajar y le vemos fuerte y sonriente. Es humano que sea así, sobre todo porque, además, sabemos que nadie le ha hecho retroceder lo más mínimo en sus convicciones. Ha ganado la batalla más importante de todas: la de su propia dignidad. Pero la sonrisa nunca debe hacer olvidar que está injustamente en prisión y que lo que está sufriendo es una persecución ideológica con condenas de prisión estratosféricas. Baja del coche para entrar en su fábrica de Sentmenat, 850 días después de que ingresara en prisión, con aquella misma sonrisa con la acudió aquel 16 de octubre de 2017 a declarar junto a Jordi Sànchez a la Audiencia Nacional ante la juez Carmen Lamela y de donde fue conducido directamente a Soto del Real, donde empezaría el calvario y la constatación de que se había abierto la persecución del independentismo.

Pero uno ve a Cuixart y no puede dejar de recordar aquella emotiva canción que le dedicó el cantante de Xàtiva a López Raimundo y que lleva por título T'he conegut sempre igual (Te he conocido siempre igual). Raimon recordaba al veterano y emblemático dirigente comunista en una de las estrofas como sigue: T’he conegut sempre igual com ara / els cabells blancs, la bondat a la cara / els llavis fins dibuixant un somriure / d’amic, company, conscient del perill (Te he conocido siempre igual que ahora / el cabello blanco, la bondad en la cara/ los labios finos dibujando una sonrisa / de amigo, compañero, consciente del peligro). Y el independentismo tendrá que transitar con la justa reivindicación de la amnistía en una mano y las imágenes ya pretendidamente normalizadas de los nueve presos políticos saliendo a trabajar durante el día de la prisión en la otra. Y no olvidar que son dos caras de la misma moneda: hay que conseguir la primera para superar la segunda y ganar, entonces sí, la libertad robada.