La situación legal de la actual secretaria general de Esquerra Republicana de Catalunya, Marta Rovira, es la misma que la del presidente Carles el Victorioso, Carles el Bueno, pero parece que esté cerrada en la celda más oscura y aislada de las cárceles españolas. Desde ayer ya tiene libertad de movimientos por todo el mundo excepto en España, como el resto de políticos exiliados, pero sigue sin hacer declaraciones públicas desde su libertad suiza, sin manifestarse por las redes sociales como la mayoría de sus compañeros de infortunio. Incluso una persona particular como Josep Miquel Arenas, Valtònyc, el rapero perseguido por sus canciones, está teniendo un protagonismo político más destacado que la número dos de los republicanos. ¿Por qué calla Marta Rovira? ¿Y qué es lo que no quiere decir para que su silencio se mantenga en el tiempo de una manera tan sostenida? Las especulaciones son siempre libres y legítimas mientras no se contradigan con la verdad, pero no parece muy explicable que una política tan destacada, y que tuvo un protagonismo tan determinante durante los hechos de octubre del año pasado en Catalunya, parezca que haya desaparecido, por arte de magia, del panorama político del independentismo. ¿Nadie echa de menos su voz?

¿Por qué Marta Rovira, probablemente la mujer política más importante de Catalunya, no es la mujer que más aparece en nuestros medios de comunicación, reclamando insistentemente, una vez tras otra, la libertad de Catalunya, exigiendo la liberación de los presos políticos, combatiendo la superchería legal inventada por el juez Llarena? ¿Por qué ayer no celebró públicamente la derrota sin paliativos de su injusta persecución judicial como sí hizo el consejero Toni Comín, de Esquerra Republicana? Tampoco se entiende muy bien cómo las mujeres políticas feministas, las que se preocupan tanto de la feminización del lenguaje, prefieran continuar mezclando el sexo femenino con género gramatical femenino en lugar de reclamar, de reivindicar, el protagonismo que merece la primera mujer política de Catalunya. Marta Rovira encabezó junto con Oriol Junqueras la candidatura de Esquerra Republicana de Catalunya-Catalunya Sí por la circunscripción de Barcelona y representa la voluntad mayoritaria de todos los electores de Catalunya, el independentismo político. Fue obligada a renunciar a su acta de diputada por la coerción del Estado español pero sigue siendo la secretaria general del partido que, según las últimas encuestas, es el que tiene mayor intención de voto en el ámbito del independentismo. Tampoco parece muy razonable que se quiera especular sobre discrepancias estratégicas en el seno de su partido ya que, como todo el mundo sabe, las discrepancias de opinión son el pan de cada día dentro de las formaciones políticas. Y tampoco hay que olvidar que el camino del exilio personal es tan digno y defendible como el de haberse presentado ante la Audiencia Nacional de España. ¿Es muy realista que la izquierda independentista hable de ensanchar la base electoral del separatismo, de acoger a diferentes sensibilidades, cuando Marta Rovira parece que, técnicamente, esté expulsada de su partido?