Hoy ha continuado la comedia de la provocación indiscriminada, corregida y aumentada, esta vez, por la intervención del Deus ex machina, del juez Manuel García-Castellón, un nuevo elefante blanco de la vida parlamentaria. En sintonía con la decisión judicial, Carlos Carrizosa, qué cosa, se ha indignado muchísimo porque los diputados independentistas gritaban “libertad”. También se habría indignado si hubieran gritado “vivan las cadenas” o “viva el Rey”, los habría acusado de sarcasmo, de burla a las sacrosantas instituciones del Estado. También se habría indignado si no hubieran dicho nada y los habría criminalizado por mutismo disidente y criptoterrorismo. Qué gran policía han perdido las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado español, qué sabueso más eficaz este Carrizosa, qué cosa. Si los jueces lo tienen que decidir todo y más, incluso si se pone o no se pone una pancarta en el balcón del Palau de Generalitat, quizás que gobiernen ellos solitos y nos dejamos estar de comedias, estos señores disfrazados con una toga sacramental y condecorados con la Raimunda, la orden fascista que incumple abiertamente la ley de Memoria Histórica. Estos señores a los que no les ha votado nadie y que interfieren constantemente en la vida democrática para imponer sus criterios tan abusivos como arbitrarios.

Me dio vergüenza ajena —parece que, por sí mismo, ya no tiene la capacidad— que Miquel Iceta dijera que no, que no se tienen que enfrentar las instituciones, las legitimidades para, a continuación, ponerse del lado del agresor y no de la víctima. Apoyando una vez más al permanente golpe de estado judicial sobre el Parlament de Catalunya, trabajando en contra del Parlament que le da de comer, en contra de sus compañeros del hemiciclo. Como es un cursi dijo después no sé qué de la casa de la democracia, satisfecho de sí mismo. Los jueces tienen secuestrado el Parlament de Catalunya desde hace más de dos años, impidiendo la elección del president legítimo, de Carles Puigdemont, y a Iceta no se le ocurre otra cosa que salir, pomposamente, a defender la agresión preventiva del juez contra el independentismo político.

Un periodista, tan claramente contrario al independentismo como Ignacio Escolar, calificó hace tiempo la trayectoria del juez instructor del actual caso de los falsos terroristas, Manuel García-Castellón, como “el extraño caso del juez que quería cobrar menos y trabajar más”. Un juez tan independiente y tan impoluto que renunció a un destino cómodo y mejor pagado para volver al juzgado donde el PP tiene pendientes importantes causas. El juez que ha encarcelado a los activistas independentistas es el que instruyó el caso contra Josep Lluís Alay y dos mossos d’esquadra que acompañaban a Carles Puigdemont en el momento de su detención en Alemania. Opino que si hubiera sido un juez de los que juzgaron a los de la Manada, tendría mucha más credibilidad. Cada uno tiene el crédito que tiene, y del mismo modo que un banco antes le dará un préstamo personal a este respetable juez que a mí, hay que concluir también que el honor y la respetabilidad de la judicatura española y de la Guardia Civil no se impone a golpes de culata o con gritos del señor Carrizosa, qué cosa. Los poderes fácticos de la España postfranquista hace mucho tiempo que han roto el pacto constitucional y tienen la credibilidad que se han ganado a pulso. Al independentismo esta nueva ola de represión le favorece.