¿Dialogar con el rey de España? Por supuesto que no. De ninguna de las maneras. No puede ser que se cuestione la legitimidad del rey de España, su protagonismo político, y que, por otra parte, se quiera hablar con él para dar salida a la crisis constitucional que se vive hoy en Catalunya. El independentismo político no debe aceptarlo en absoluto. ¿Quién le ha votado, como diría Gabriel Rufián? ¿Qué representa y, sobre todo, a quién representa? A mí también me gusta mucho el presidente del Parlamento Balear, Baltasar Picornell, tan guapo, tan moreno, tan peludo, con vambas y camiseta, tan alternativo, ese tipo de Conchita Wust en macho de Podemos, me parece apasionante, y valoro mucho su buena disposición, honrada, pero no participo para nada de la fascinación mallorquina por la monarquía. Con el rey de España que legitimó la represión de Catalunya tras el primero de octubre, no, en absoluto, nada de nada. Ningún acuerdo no es posible con el heredero de los derechos dinásticos de la Corona de Aragón, con el que se considera solo heredero de la legitimidad de Don Pelayo de Asturias y que no tiene ninguna consideración por la Alta Casa de Aragón, ni por la sangre del rey Don Jaime que también corre por sus venas. Felipe VI no es sino el heredero de las reales disposiciones de la Nueva Planta, heredero de un nuevo cuño uniformador que nunca ha tenido en cuenta, desde el siglo XVIII, la herencia de los reyes de la Corona de Aragón, que solo ha dado crédito a los reyes franceses, antepasados suyos que han querido hacer de España un Estado nación, sin minorías. El rey Felipe, tengamoslo claro, es el sucesor numérico de Felipe V, el destructor de la legalidad plurinacional de España. Otra cosa sería si la Real Casa de los Borbones, por primera vez en la historia, tuviera algún interés en la nación catalana, pero por ahora, solo la república es un porvenir plausible y políticamente eficaz. Solo el republicanismo es una iniciativa realista con perspectiva histórica.

Felipe VI quiere dialogar con Catalunya porque es consciente, a diferencia de su padre, que Catalunya se quiere ir y que su independencia solo es cuestión de tiempo. Que tras la represión policial, los prisioneros políticos, el fracaso de la ofensiva judicial, el catalanismo ha ganado la partida porque ha sabido mantenerse en el pacifismo y en el anhelo insoslayable de la independencia nacional. Ha ganado la partida de la opinión pública internacional. Todo el mundo sabe que la población de Catalunya es mayoritariamente partidaria de la separación, todas las encuestas lo confirman y lo hacen patente. Catalunya no será una nueva nación con ningún tipo de monarquía constitucional, y será como la Irlanda republicana, como la Hungría republicana, como tantas y tantas naciones que, separadas de la metrópoli colonial, han abrazado el republicanismo como una forma de gobierno esencialmente democrática y moderna. Estamos asistiendo a los últimos cantos de sirena de un régimen que se resiste a morir y que busca la manera de sobrevivir bajo el amparo de la corona. Dadnos un motivo, uno solo, aceptable para la mayoría de los catalanes, para que Catalunya se independice como monarquía constitucional. Cuesta mucho de imaginar. No sabríamos verle ninguna ventaja.