Fui a la Teletrés. El otro día. Y, naturalmente, denuncié lo que todo el mundo ve pero no se atreve a decir. Que la educación de nuestros jóvenes es un fracaso corrosivo y que los responsables educativos a los que pagamos un buen sueldo juegan alegremente con el futuro de nuestros hijos, que les están manipulando y malogrando. Que no tienen ni idea de lo que les conviene, que en realidad hacen experimentos con cobayas humanas y que, para esconder la magnitud de la tragedia, imitan a los iluminados, a los señalados por Dios, a los miembros de una secta: van repitiendo una y otra vez los dogmas de su fe educativa sin escuchar a nadie. Lo hacen con palabras rebuscadas y una terminología falsamente técnica que intenta intimidar a los descreídos y a los que que tienen dudas. Creen apasionadamente en lo suyo. Están convencidos de su credo. Por eso te meten un rollo inhumano. No escucharán ninguno de los argumentos que puedas aportar, eso jamás. Fue muy gracioso cuando Núria Mora, secretaria de Transformación Educativa de la Generalitat, desesperada con lo que le estaba diciendo, sacó la neurociencia para justificar el absurdo de la educación que impera en nuestro país. Me pareció un miembro de la inquisición sacando al Sant Cristo Gros. ¿Se han fijado en el detalle? Transformación Educativa es un nombre puramente kafkiano, recuerda Die Verwandlung, la transformación que convierte a Gregor Samsa en un insecto monstruoso. Los políticos responsables de la educación en nuestro país están metidos hasta el cuello en la ingeniería social, juegan a ser dioses. Creen que enseñar a leer y escribir, a contar, a hacerse una cultura, hoy es un ideal obsoleto, que es poca cosa. Que lo que deben promover es la igualdad de oportunidades laborales entre alumnos ricos y alumnos pobres rebajando al mínimo los contenidos académicos. Eliminando la mayor parte de los conocimientos que tenemos los adultos de hoy para esculpir, con maza y cincel, nuevos ciudadanos y ciudadanas. Hombres nuevos como vindicaba el comunismo, un conjunto de excelentes propósitos y mejores ideas, que como todo el mundo sabe han triunfado allá donde han sido llevadas a la práctica. Nuestros alumnos están ahora adoctrinados en los valores más blandos de la palabrería progresista, del ecologismo y del buenismo, pero en cambio no tienen ni idea del mundo inhóspito y salvaje del mercado laboral que les espera. O mejor dicho, que no les espera, que no querrá saber nada, porque el capitalismo nunca ha tenido corazón ni nada parecido. Los políticos que quieren cambiar a la gente, que quieren mejorar a nuestros hijos, dan más miedo que un nublado. El totalitarismo viene de aquí, de creer que tienes la verdad en tu bolsillo y quieres imponerlo a los demás. Por eso me enfadé tanto cuando estuve en televisión. Por eso pregunté a los pedagogos que quieren inculcar unos determinados valores: ¿quién os creéis que sois? Dejen el alma y la conciencia de los más jóvenes en paz y dedíquense a la enseñanza, a los conocimientos.

Después han llegados unos días de reflexión y análisis. Algunas personas me han enviado, para que los conozca, tuits de la señora Núria Mora con errores de sintaxis y de ortografía. Me han dado a conocer también un twit de Cristian Olivé Penas en el que intenta, infructuosamente, escribir en castellano pero no lo consigue porque insiste en hacer una catalanada de las gruesas. Dice combregar en lugar de comulgar. Luego he podido identificar a una señora en Twitter que ha escrito, quizá apresuradamente, que és mestre (sic, así, con E). Naturalmente, todos podemos convenir en que no se puede enseñar lo que se ignora tan profundamente. Y que si los profesores no saben mucho, poco sabrán sus discípulos. La redacción, la ortografía, por ejemplo. Y que es más fácil dedicar una clase a predicar a nuestros alumnos que sean buenas personas y separen la basura por colores que analizar la sintaxis de Josep Pla, que además, el malparido era un escritor de derechas y no mola. En el Departament d’Educació han decidido hacer, después de tanta palabrería y de tanta comedia curricular, más o menos, lo mismo que han decidido los examinadores para ingresar en la Guardia Civil. Que si con un 5 sobre 10 no llegan, ahora los aprobarán con un 3 sobre 10. Y aquí paz y allá gloria. Al fin y al cabo, ¿qué importancia tiene? Toda la cultura y toda la información ya la podemos encontrar en nuestro móvil. ¿No es maravilloso?