Una de las iniciativas más interesantes y serias surgidas después de los hechos de Octubre de 2017 ha sido la de aquella gente que se reunieron en Poblet para pensar cómo debería ser "el país de demà". Era interesante porque se han echado en falta en el movimiento soberanista instrumentos de pensamiento a más largo plazo que las improvisadas tácticas políticas de vuelo gallináceo. No hay un think tank del soberanismo, como los que han alimentado las grandes corrientes políticas en Europa y en América y que generan los proyectos de políticas públicas que tarde o temprano acaban asumiendo los Gobiernos.
Era y sigue siendo necesaria gente que reflexione sobre el futuro del país. Ahora bien, cuesta entender que la conclusión de una parte de los que han reflexionado en Poblet sea la de crear un nuevo partido político llamado nada menos que Partit Nacionalista de Catalunya, según noticia adelantada esta semana por Núria Orriols en el diario Ara. Interpreto que quieren trasladar la idea de ser y de hacer como el PNV, lo que es imposible mientras Catalunya no disponga del concierto y de la misma cuota que los vascos. Cambia mucho negociar si tu tienes el dinero en el bolsillo o el dinero lo tiene el otro.
Sin embargo, esta vasquitis no es la principal sorpresa de la iniciativa política del grupo de convergentes disidentes con Puigdemont. Incomprensiblemente en gente que ha demostrado su solvencia política, utilizan dos conceptos a cual más inadecuado. Ninguna organización política moderna incorpora el concepto "partido" a su nombre de pila. Podemos, Ciudadanos, En Marche!, Movimento 5 Stelle, Teruel Existe... incluso Junts per Catalunya. Queda claro que el concepto "partido" es muy anticuado y lo es porque ahora las formaciones políticas nacen con una vocación más abierta y transversal y no como un nicho ideológico.
Con todo, lo que parece más contraproducente aquí y ahora es autodenominarse nacionalista. Ni Jordi Pujol, buen conocedor de la historia, lo quiso para su partido... ¡hace 50 años! Ciertamente, el nacionalismo es una práctica común en los estados-nación, pero siempre lo niegan sistemáticamente porque en nombre del nacionalismo Europa ha vivido sus peores tragedias. Nacionalistas eran Hitler, Mussolini y Franco, pero luego Milosevic y Karadzic. Ahora sólo los grupos muy radicales se reconocen como nacionalistas, porque incluso los grupos de extrema derecha optan por nombres más suaves. El Frente Nacional de Marine Le Pen ha pasado a llamarse Agrupación. El grupo alemán ultra se llama Alternativa para Alemania y el holandés se llama Foro para la Democracia. Sin ir más lejos los fascistas españoles ocultan sus verdaderas intenciones bajo el nombre Vox...
Declararse nacionalista obliga a desmentir continuamente cualquier coincidencia con los ultras pero hacerlo justamente ahora en Catalunya es alimentar la confusión que pretende el nacionalismo español y todo su aparato propagandístico y mediático. En España se considera nacionalista a Jordi Cuixart porque desde la cárcel presenta sus recursos ante el Tribunal Constitucional en su lengua, que por cierto es reconocida por la Constitución, y no se considera nacionalista al Tribunal que le rechaza el recurso y le impone el castellano. Eso ahora se llama constitucionalismo.
Las reflexiones del Grupo de Poblet sobre "el país de demà" es probablemente la iniciativa más seria surgida desde el 2017 pero la consecuencia inmediata de crear un nuevo partido que además se declara nacionalista va contra el signo de los tiempos
Parece mentira que a estas alturas todavía haya entre los propios interesados, vejados por el nacionalismo español, quien no sepa distinguir entre lo que son los movimientos nacionalistas, autoritarios, opresores y expansivos, y los movimientos de liberación nacional, que son todo lo contrario como ya pusieron de manifiesto desde Marx hasta el presidente Wilson.
La trayectoria de los promotores del PNC es inequívocamente democrática por eso sorprende que se hayan precipitado a desenterrar unas siglas que guardaba Jaume Camps en un armario de la buhardilla y que hoy sólo aportan confusión como si no tuviéramos ya bastante. Y eso que los vindicantes de la antigua Convergència saben que sólo se podrá volver a levantar el “pal de paller” sumando esfuerzos. Convergencia, como su nombre indicaba, reunió gente de procedencia diversa. Había liberales, democristianos y socialdemócratas, pero también autonomistas (el mismo Pujol), quizás algún federalista, algunos confederalistes y bastantes independentistas (por ejemplo Puigdemont). Siempre cuando ha habido democracia Catalunya ha sido liderada por una fuerza transversal más o menos de centro-izquierda. Lo fue en determinada manera la Lliga, que no era ni de lejos como la CEDA, y que incorporaba gente de izquierda a sus proyectos. Perdió la transversalidad apostando por la monarquía y fue sustituida por la ERC de Macià, Companys i Tarradellas. Tras el franquismo, CiU lideró la referencia. Al cabo de los años, también perdió la transversalidad por el pacto con el PP y fue sustituida por el Pacte del Tinell, también transversal en la composición y en las políticas. Hoy, la transversalidad organizada y efectiva está por hacer y cuando se trata de reunir fuerzas para avanzar no sobra nadie. Y eso es lo que interpela a todos.