Me ha sorprendido gratamente la cantidad de lectores que afortunadamente me siguen y que me tratan casi de botifler por el hecho de constatar que ha existido y existe como opción política la posibilidad de "reparar" o reformar España con una proporción muy considerable de partidarios. Así que vuelvo a insistir en el tema. No sé si es posible "reparar España" o reformarla desde Catalunya, pero hay suficientes datos como para constatar que es la voluntad política de una parte considerable de los catalanes. Efectivamente, todos los intentos, desde Cambó a Miquel Roca, han fracasado. Ahora bien, lo que es seguro es que nunca la independencia de Catalunya será el premio por buen comportamiento que recibirán las fuerzas políticas que hayan contribuido a la estabilidad de los Gobiernos españoles. Tampoco creo que sea posible reparar o reformar España con la bandera del independentismo catalán. Esto creo que no es una opinión sino una evidencia de que tiene bastante que ver con el principio de realidad.

Sí opino que hacer política en España desde Catalunya ha dado alguna vez buenos resultados —las dos repúblicas, los Juegos Olímpicos del 92, el pacto del Majestic...— que nunca se habrían producido si sus promotores catalanes lo hubieran planteado desde el independentismo. Pretender participar en la política española en defensa de la independencia de Catalunya, además de contradictorio, plantea varios problemas. Un partido independentista siempre jugará en las Cortes en desventaja porque nunca será reconocido como un interlocutor de fiar legítimamente español y cuando gobierne en Catalunya la relación con el Estado será siempre de total desconfianza. En resumen, ser independentista catalán en España sólo conlleva desventajas. Ergo, para hacer política en España y gobernar una comunidad autónoma es mejor olvidar la independencia y ejercer de español con todas las consecuencias. Si, como sostienen algunos, el proceso soberanista ha sido un fracaso y una derrota que debe admitirse y que hay que volver a la vieja normalidad para salir del callejón sin salida, lo más efectivo sería renunciar solemnemente a la independencia y exigir voz y voto en el consejo de administración del Estado como socio fundador. Tiene toda la razón, pues, el excupaire Arrufat cuando hace una llamada a penetrar en las instituciones del Estado. Hacen falta más catalanes en el ejército, la policía y la judicatura española.

Todo el mundo debe tener claro que para participar en política española hay que ejercer de español con todas consecuencias, y que hacer política independentista es necesaria una disposición absoluta al combate permanente de todos sus partidarios, caiga quien caiga. Disimular para no perder votos es un engaño y sólo pretende asegurar los puestos de trabajo en la administración autonómica

Algo muy diferente es si se parte de la convicción de que de España Catalunya sólo puede esperar represión, persecución, discriminación y expolio y que la independencia es la única solución. En este caso, la estrategia deberá ser la contraria, de movilización y de enfrentamiento constante con el Estado desde todos los flancos posibles e imaginables haciendo todos los sacrificios que sean necesarios, que serán muchos y durísimos, porque, como dijo el exministro Margallo, "España no se irá nunca de Catalunya pacíficamente".

Tanto la opción de jugar con España como la de jugar contra España se tergiversan por razones electoralistas, en el sentido de que la prioridad es asegurar lo que queda de poder autonómico —los cargos y puestos de trabajo en la administración— y no conviene decepcionar a nadie. Así que ERC juega la carta española proclamando que son independentistas de toda la vida para no perder votos. Junts per Catalunya enfatiza verbalmente su beligerancia con el Estado pero no dice ni cómo ni cuándo ni qué precio tendrá la batalla, no sea que la gente se asuste.

En el caso de JxCat la contradicción es tremenda porque plantea una propuesta radical para un electorado centrista y moderado. Por mucho que pretendan el president Puigdemont y su lugarteniente Jordi Sànchez construir una fuerza política que no recuerde en nada a CiU —interiorizando discursos adversarios— el principal flujo de votos no les vendrá de la CUP ni de la izquierda independentista, les vendrá del espacio político que queda de lo que creó Jordi Pujol, y la fuerza en el territorio se la suministrarán los alcaldes y concejales del partido, siempre y cuando no se sientan despreciados.

Es muy significativo que JxCat, que es la formación política que ostenta las presidencias del país, la considerada legítima y la considerada operativa, y, por lo tanto, la que aspira a ganar, sea la única que aún no ha aclarado quiénes son, dónde van y qué harán. Y si todo era muy confuso antes de la pandemia, ahora sólo trasciende una batalla entre facciones por quién va a la lista y quién no. Huelga decir que Puigdemont encabezará la candidatura como presidente de la República en el exilio. No tiene alternativa y es la única carta ganadora que tiene JxCat, siempre y cuando la negociación de las candidaturas no provoque divisiones y deserciones, que ahora mismo no están descartadas. La batalla principal es por el número 2, que en el esquema republicano será el candidato a jefe de Govern.

En el mundo convergente, Puigdemont sigue siendo la referencia principal, pero también le reprochan que no suele acertar en la selección de personal, como le ocurrió en Girona. La situación se ha complicado tanto que algunos partidarios de recomponer el espacio convergente empiezan a considerar la derrota electoral como un hecho necesario para empezar de nuevo. Puigdemont tiene asegurado el voto de todos los que lo consideran president legítimo destituido por la fuerza, que, como se demostró en el acto de Perpinyà, “son muchos más de los que ellos quieren y dicen”, que diría Raimon, pero el considerado president legítimo debe tener en cuenta que tendrá prácticamente todos los medios en contra —quien paga manda— y que magnificarán cualquier desacuerdo para destruirlo. Y viceversa.

En resumen, todo el mundo debe tener claro que para participar en la política española hay que ejercer de español con todas las consecuencias, y que para hacer política independentista es necesaria una disposición absoluta al combate permanente de todos sus partidarios, caiga quien caiga.