Mientras la excelentísima señora Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, se prodigaba en la cumbre de Glasgow donde fue presentada como “un ejemplo de acción climática espectacular”, la ciudad registraba un aumento considerable en las emisiones de CO2. Los medios de aquí se hacían eco de un informe metropolitano, según el cual la guerra al coche declarada por el Ayuntamiento, a base de reducir carriles y poner obstáculos de todo tipo, no ha tenido el efecto disuasorio perseguido sino todo lo contrario. Circulan los mismos coches, pero cada trayecto dura el 30% más de tiempo, por lo tanto la emisión de gases aumenta en la misma proporción. También la irritación de los conductores, por supuesto, pero esto seguramente se valora positivamente. Políticas contra el cambio climático y reducir las emisiones de gas con efecto invernadero son una necesidad, una emergencia según los científicos, pero queda claro que el bla, bla, bla cuando no se sabe aplicar acaba resultando contraproducente. El Ayuntamiento de Barcelona empleará mucho dinero para imponer el tranvía en la diagonal, que es un transporte lento para los que van al trabajo, que requiere vías y catenarias, y todo con el único objetivo de arrebatar carriles a los coches. Desde cualquier punto de vista, también el ecológico, el autobús eléctrico sería mucho más práctico. Y, de paso, ese ayuntamiento que también es el más progresista de la historia no traspasaría el negocio de una empresa pública, TMB, a la empresa privada concesionaria. Este es un ejemplo paradigmático de enarbolar banderas que acaban resultando más falsas que un duro sevillano. Las banderas sirven sobre todo para reclutar partidarios, i últimamente las falsas están proliferando en todos los ámbitos.

Este fin de semana, la CUP ha organizado asambleas y votaciones diversas porque sus dirigentes no están dispuestos a apoyar los presupuestos de la Generalitat y solo se plantean presentar una enmienda a la totalidad o abstenerse. Un ex diputado cupero me reconoció que la CUP no puede votar nada a favor de Junts porque han nacido para matar al padre convergente. Estos autodenominados independentistas anticapitalistas siempre actúan con mucha exigencia respecto a los demás partidos independentistas presentándose como más valientes y revolucionarios. Pero resulta que su planteamiento siempre acaba contribuyendo a estabilizar la política española. Si la CUP se desentiende de los presupuestos elaborados por el conseller Giró, la continuidad del Govern de la Generalitat pasará a depender del PSC y/o de los Comunes, pero lo importante es que a cambio de estos apoyos, Esquerra Republicana tendrá que hacer mucha bondad en el Congreso y dar todo el apoyo a la estabilidad del Gobierno de Pedro Sánchez. No tendrá más remedio. He aquí otra bandera falsa. La política antiestablishment que más satisface y aplaude el establishment más poderoso.

Las políticas de Colau contra el cambio climático aumentan la emisión de gases; la intrépida estrategia de la CUP es la que más contribuye a la estabilidad política española; el Gobierno sigue declarándose independentista pero no quiere saber nada de ruptura con el Estado; los constitucionalistas se pasan la Constitución por el forro y colocan gentuza en las instituciones, y la democracia española ha perdido definitivamente la vergüenza

Que conste que Esquerra Republicana i Junts per Catalunya sufren una contradicción similar, vociferando por la independencia y llevando a cabo una política que puede ser más o menos acertada pero que en ningún caso puede desembocar en ningún tipo de ruptura con el Estado. Una cosa es como decía Arzalluz “lanzar carnaza a las bases” y otra muy distinta tener que gobernar. Por eso surgen las voces que claman por el cuanto peor, mejor, tan impacientes como absolutamente equivocadas respecto a su inquietud. Con la determinación con que el Estado, más que el Ejecutivo, sigue manteniendo una relación casi colonial con Catalunya, el día que en la Generalitat no gobiernen soberanistas o sinceros catalanistas, la institución dejará de ser el dique de contención para convertirse en el verdugo de la singularidad cultural y lingüística que tanto estorba.

La advertencia ha sido clara esta semana con el espectáculo vivido en el Congreso repartiéndose PSOE y PP los tribunales y colocando al frente a gentuza de trayectoria inequívoca respecto de la corrupción y respecto de Catalunya. Y tienen el morro de llamarse constitucionalistas quienes se pasan la Constitución sistemáticamente por el forro. Otra bandera más falsa que un duro sevillano. Aunque ahora se han excedido tanto que si desprestigiado estaba el Tribunal Constitucional, ahora será inútil. Las recusaciones estarán a la orden del día, pero da igual. La democracia española hace tiempo que ha perdido la vergüenza. Como decía aquél, ¿será verdad tanta mentira?