Albert García, fotoperiodista del diario El País, ha sido absuelto del delito de resistencia a la autoridad del que lo acusaba la Fiscalía y por el cual fue juzgado hace unos días. El titular del juzgado de lo Penal número 8 de BCN escribe en la sentencia que hay "serias dudas" que el periodista y el agente 11.171 forcejearan en algún momento, tal como afirmó el uniformado en el juicio y que "más bien" se trata "de un agente de la autoridad agarrando a una persona con la finalidad de proceder a su detención". Vaya, que estamos ante una evidente "falta de pruebas". Si lo recuerda este es el famoso caso donde un miembro del CNP denunció que durante las protestas posteriores a la sentencia del Procés que hubo en la plaza Urquinaona de BCN fue empujado por Albert, que cayó al suelo y eso le produjo varias heridas en una mano.

Pero, aparte que lo que no puede ser no puede ser y además es imposible, porque Albert nunca en la vida puede hacer caer a un policía entrenado para hostiar gente ni empujándolo con un bulldozer -y sólo hay que mirar la constitución física de los dos-, pensar que un fotoperiodista que lleva en sus las manos y en la mochila material muy caro y sabe que cualquier posible golpe le costará una fortuna, nunca en la vida decidirá imitar al auto de choque de una feria. Aunque solo sea para no arruinarse.

Ahora bien, si se espera un momentito comprobará que eso no es todo. Hay varios vídeos del momento de los hechos y en todos se ve claramente -y vuelvo a la sentencia- que existe "un desequilibrio del agente presuntamente lesionado y una posición defensiva del acusado", que "el agente de la autoridad agarra al acusado por la muñeca y el antebrazo" y acaba cayendo. Pero es que, además, también en las imágenes se comprueba como uno de los compañeros del policía que declaró en el juicio haber visto el famoso empujón, resulta que estaba de espalda a los hechos. Y para rematarlo, los terribles efectos que la cosa habría provocado en la mano del agente, aquel día no generaron ningún parte médico de lesiones, ni consta ninguna visita a ningún médico. De hecho el señor 11.171 estuvo trabajando normalmente desde aquel 18 de octubre hasta el día 25 y sólo entonces visitó al médico. Eso hace concluir al juez que "el hecho de estar de alta interviniendo en una situación tan compleja como la del Procés, con la violencia existente, es ciertamente incompatible con la lesión descrita". Vaya, que no es muy difícil concluir que el policía no dijo la verdad ni cuando denunció los hechos ni tampoco en el juicio y que los compañeros que declararon a favor suyo, tampoco. ¿Le suena?

Y ahora alguien me dirá: "¡Lo ve como la justicia funciona! Le ha dado la razón al fotoperiodista". Bien, defíname "funciona". Porque con todas estas pruebas que son bastante evidentes, la fiscalía se empeñó en pedirle a Albert un año y medio de prisión por dos delitos de atentado a la autoridad, uno de los cuales por unos hechos que nunca sucedieron -y así lo confirmó la Audiencia- y no fue hasta el final del juicio que no cambió la prisión por una multa en el otro caso. Y las pruebas, insisto demoledoras, ya existían de mucho antes y estaban en manos de la fiscalía. No hacía falta llegar donde se llegó. Pero ,claro, se trataba de escarmentar a todos los fotoperiodistas que dejan constancia de la brutalidad sin sentido.

Por lo tanto, queda demostrado que lo que sucedió aquella noche es que en un momento en que no pasaba mucho nada, la policía golpeó a un chico que estaba al suelo, Albert hizo una foto, al policía no le gustó que lo retrataran y siete días después se inventó unos hechos que la fiscalía le compró acríticamente. Y no hay más. Y una vez más sucedió lo que nunca tendría que haber sucedido. Y, una vez más, no sucederá nada. Como siempre. El policía posiblemente será condecorado y tal vez le darán una paga complementaria por los servicios prestados, los fiscales del caso seguirán haciendo su trabajo exactamente igual y los fotoperiodistas, los periodistas y la ciudadanía en general seguirán sufriendo los efectos de esta democracia tan fantástica que nos hemos dado entre todos. Algunos más que otros.