Yo tenía entendido que Pedro Sánchez quería ser presidente de España. Y tenía entendido que para serlo necesitaba como mínimo la abstención de Esquerra y de JuntsxCat.

Yo pensaba que si tú quieres que alguien no te vote que no y que como mínimo se abstenga, tienes que ofrecerle alguna cosa a cambio. ¿Qué cosa? Bien, la que sea. Quizás hay suficiente dándole recuerdos a la familia, vaya usted a saber. Y quien recibe la oferta tiene que decidir si tiene suficiente por dar o no el apoyo.

Y con mi entendimiento y mi pensamiento, tralará, tralará, me he dispuesto a oír el discurso de investidura de Pedro Sánchez para saber qué tenía que decir sobre Catalunya. No porque Catalunya sea más importante que el resto del mundo ni porque piense que somos tan imprescindibles que tienen que hablar de nosotros.

No, pensaba que hablaría de Catalunya, básicamente, porque este es el gran conflicto político existente ahora mismo en España. Y, hombre (y mujer) ya que es el gran conflicto, un servidor creía (erróneamente) que, como mínimo lo mencionaría. Ojo, no digo ni siquiera ofrecer un proyecto de esbozo de propuesta para empezar a sentar las bases de un acercamiento que genere el clima de confianza previo a un deshielo de las relaciones que desemboque en la suavización del profundo desacuerdo. No, simplemente decir alguna cosa. Aunque fuera: "Hola, me llamo Pedro Sánchez y tengo un problema en el nordeste de España que la ultraderecha española dice que fue un golpe de estado, que es una cosa no menor".

Y Pedro Sánchez ha empezado a hablar y hablar. Y ha hablado de seis ejes de actuación... Y ha pasado un cuarto de hora. Y ha hablado del 5G, del futuro de los niños españoles y de la derogación de la ley mordaza... Y ha pasado un cuarto de hora más. Y ha hablado de aumentar el presupuesto de Defensa, de inmigración ilegal, del acceso a la vivienda... Y ha pasado media horita más. Y entonces ha hablado de violencia machista, de contaminación, ciencia, ciberseguridad, de start-ups, de fibra óptica, de la momia de Franco, de pensiones, de autónomos... Y ya llevábamos una hora larga de discurso. Y entonces ha hablado de nuevos modelos de contratación, de becarios, de productividad, de reducción del déficit, de pobreza infantil, de cambio climático y de pensiones... Y ya teníamos dos horas de bla, bla, bla. Y entonces ha dicho buenas tardes y se ha ido a comer. Bien, él y el resto de diputados.

Total, que durante dos horas, el rato que Pedro Sánchez ha dedicado a hablar de Catalunya ha sido, aproximadamente, de entre cero segundos y ni uno.

No, que los temas que ha tocado son muy importantes. Y algunos son problemas muy graves, pero también lo es el conflicto catalán. Y está muy bien hablar del estatuto del becario, pero ya no viene de cinco minutitos más y añades al discurso alguna frase como para hacer ver que tu principal problema te preocupa.

Total, que en Catalunya lo pasa nada. Ni, SOBRE TODO, tampoco hay 4 diputados pudriéndose en prisión por sus ideas. ¿Alguien sabe cuántos parlamentos de cuántos estados hay en el planeta Tierra que tengan 4 de sus diputados encarcelados? CERO. Pues bien, en España eso debe ser tan normal que la vida continúa con aquella alegría de las tómbolas y del "a por otro, a por otro, a por otro perrito piloto". ¿Presos políticos, dónde?

Conclusión: si Sánchez no habla del gran problema político que tiene su Estado y si Sánchez no habla de la cuestión que puede decantar a favor el apoyo de los partidos indepes y, por lo tanto, puede permitirle ser elegido presidente, quiere decir que Pedro Sánchez no quiere ser presidente.

Ergo, Sánchez quiere repetir las elecciones. ¿Por qué? No lo sé, tampoco lo ha explicado. Se ve que dedicando tanto rato a hablar de Catalunya, se ha quedado sin tiempo para hablar de este tema.