Vivimos en un mundo donde cualquier espavilado (espavilada o espaviladi) con una capacidad neuronal cercana a hacerse las necesidades encima y que no es que no sepa nunca de lo que habla, es que no tiene ninguna capacidad para hablar de nada, en vez de callar y no ensuciar la evolución humana, va y decide ir por la vida diciendo cosas. Y por este motivo cualquier situación la resuelve diciendo que los otros son unos nazis con la misma facilidad que los asnos se tiran pedos.

La actual propensión a adjetivar de esta manera a cualquier otra persona, animal o cosa, ha desbordado la famosa Ley de Godwin, que debe su nombre a Mike Godwin, y que dice: "A medida que una discusión en la red crece, la probabilidad de que se produzca una comparación con los nazis o Hitler tiende a uno". Pobre señor Godwin, ha quedado absolutamente superado por Twitter, mar y aire (frase de Carles Capdevila) y su brillante definición ya no sirve. La nueva formulación de la ley sería una cosa parecida a "Antes de empezar a escribir un titular o a realizar una declaración política, la probabilidad de que un mermado (mermada o mermadi) califique a los demás de nazis o de ser Hitler, tiende a ser del 120%, a pesar de que el mermado (mermada o mermadi) no sepa qué quiere decir ser un nazi y de desconocer quién fue Hitler, apellido que es probable que lo escriba "Jitler".

No, la gente a la cual me refiero no tiene ninguna posibilidad de reinserción, pero la sociedad podría hacer una cosa muy interesante. Se trataría de hacerles hacer una especie de trabajos sociales durante un par de años o tres. No lo sé... ir con un pote de pintura y un pincel y repasar las líneas de las carreteras, desde La Jonquera a Alcanar; ir a mirar obras para que los trabajadores no se sintieran solos; recorrer el transporte público ofreciendo un servicio consistente en sacar con un palillo la cera de la oreja que se queda en los auriculares... vaya, trabajos que se correspondan con sus capacidades y que se les pagarían en forma de viaje a un campo de concentración (la comida y la estancia se la pagarían de su bolsillo, si saben encontrarlo, claro). Allí podrían ver en directo qué quiere decir exactamente la palabra nazi y a la vuelta podrían asistir a la proyección de algún documental con imágenes de la realidad que sucedió en el lugar previamente visitado. Seguramente no entenderían nada, pero al menos sabrían que es muy feo ir por el mundo llamando nazi a todo lo que mueve. Porque banalizar el holocausto de esta manera es un insulto para los dos millones de personas que murieron (un millón de los cuales fueron judíos gaseados), para sus familias y para el conjunto de la humanidad. Lamentablemente, pero, no evitaríamos que mantuvieran su simplicidad argumental ante cualquier situación y no descartemos que la neurona les jugara alguna jugarreta y, ¡patapam!, otra vez volvieran a excretar la palabra y el apellido de la misma manera como se esparce la mierda por aspersión en los campos que necesitan ser fertilizados. Pero habiendo pasado por Mauthausen, por ejemplo, tal vez quedarían ante un callejón sin salida de difícil resolución y, probablemente, les acabaría estallando la cabeza. Y eso sería muy interesante de cara a regenerar a la sociedad hacia un mundo mejor.

Y, sobre todo, serviría para que algunos que sí saben perfectamente qué significa calificar de nazis a los otros porque tienen estudios (poco aprovechados, pero los tienen), decidieran mirarse en el espejo y llamárselo a sí mismos (y mismas y mismis). Sí, efectivamente, hablo de todos aquellos que montaron la infame campaña contra los maestros del instituto El Palau de Sant Andreu de la Barca. Cuatro años después, el portavoz de Ciudadanos en aquella ciudad, Xavier Pla, ha dicho que "no hubo adoctrinamiento, fue un malentendido".

Cuando la pasta de dientes sale del tubo, es imposible volver a meterla dentro. Por lo tanto, lo que diga ahora este señor tiene un valor de menos trescientos. Pero mire, quizás eso abre los ojos a algunos otros que estos días mantienen un silencio cómplice y cobarde ante el intolerable linchamiento político y mediático de Canet y que, como siempre, quedará en nada. Porque es Goebbels llamándoles nazis a los demás.