No, no, lo peor de la chapuza permanente de la plaza de les Glòries de BCN no son los millones gastados durante 20 años en tres proyectos no sólo diferentes sino absolutamente opuestos (scalextric clásico, viaducto elevado y túnel). Ni lo es que el actual modelo haya reducido a dos los carriles de entrada y salida de la vía que enlaza la capital con el Barcelonès Nord y el Maresme. Que, por cierto, los grandes atascos en esta zona nunca son noticia en la información del tráfico porque se ve que en BCN sólo son noticia los atascos de las rondas y no los del resto. No, y lo peor tampoco es que el túnel de salida recién inaugurado sea ideal para los que quieren entrenarse para ir al Dakar gracias a unos incomprensibles baches sobre los cuales me quiero extender un momento.

Me fascina que un pavimento estrenado hace todavía no un par de semanas tenga más protuberancias que la cara de un adolescente con acné. ¿Cómo puede ser? Entiendo que con el tiempo las cosas se degraden, lógico, pero me cuesta asimilar como es que las cosas ya vienen degradadas de casa. ¿Nadie hace controles de calidad? ¿Antes de inaugurarlo no ha pasado nadie a ver si aquello era como un plástico de burbujas, pero con unas burbujas no llenas de aire, precisamente? Si ahora está así, con la cantidad de vehículos que pasan cada día, ¿cómo estará dentro de un año? De todos modos, lo más probable es que mi ignorancia enciclopédica incluya mi absoluto desconocimiento sobre la conveniencia de que los nuevos espacios por donde circulamos tengan que ser pequeñas dunas vibratorias.

Y, no, no, lo peor de todo tampoco es el desastre de planificación de la obra. Sorprendentemente, estos días nadie ha recordado que la empresa que empezó a agujerear se encontró con que los cuatro túneles del metro y de Renfe que le habían dicho que estaban a una determinada profundidad, no estaban allí. Según una auditoría del 2017 hecha por el Instituto de Tecnología de la Construcción, la cota dada por el ayuntamiento estaba "basada en suposiciones" y realmente estaba unos cuantos metros más abajo. Vaya, que nadie sabía dónde estaban y lo dijeron a ojo. Y, como que el nuevo túnel tenía que pasar por debajo de estos ya existentes, por donde circulaban en aquel momento unos 250 mil pasajeros diarios, hizo falta replantear la obra, cambiar la maquinaria y llevar una preparada para agujerear más abajo (que no es fácil de conseguir), hacer nuevos estudios del terreno y, claro, la obra ya sólo por eso se encareció en un 20%.

Pero espérese, que lo peor tampoco fue que la aparición misteriosa de estos túneles que estaban donde no tocaba hicieron necesarias varias inyecciones de hormigón que acabaron provocando pequeños desprendimientos mientras pasaban los trenes. Constan varios incidentes, el más grave de los cuales es de abril del 2016 cuando un convoy en servicio salió tan lleno de cemento que más que el tren de la bruja se convirtió en la croqueta de la bruja.

Y ahora usted me dirá: "¿Oiga, señor juntaletras, si todo eso no es lo peor, qué caray lo es?". Pues para mí lo fue sembrar desde el primer momento una sombra de duda de una manera demasiado alegre. Cuando hubo un cambio de color en el ayuntamiento, los que entraron dijeron que en esas obras había habido comisiones a chorro y corrupción a chorro. Pararon las obras e hicieron una auditoría. ¿Usted sabe nada de sus resultados? Es que servidor ha buscado y ha preguntado. Y nada. Seguramente ni he sabido buscar dónde hacía falta ni he preguntado a quién tocaba, pero de todas aquellas acusaciones no ha quedado nada. Pero allí han quedado. Naturalmente que hay que combatir la corrupción, sólo faltaría, pero no se pueden ir repartiendo sospechas por aspersión y después, cuando todo queda en humo, silbar "El cóndor pasa" y tal día hará un año.

Si acusas sin pruebas y porque "seguro que encontraremos alguna cosa", banalizas las denuncias y haces un favor a los corruptos de verdad. Si de lo que se trataba era de hacer una denuncia ejemplar para marcar paquete ideológico, mire que tenían temas con todo lo que he citado a lo largo de la pieza. Pero, quizás, denunciarlo podría haber implicado remover papeles antiguos de gobiernos anteriores y cuando haces eso, nunca se sabe qué acaba pasando. Le llaman efecto bumerán. O despropósito infinito