Subo la persiana. Sol brutal y calor. Desde la calle me llegan ruidos prácticamente olvidados. Es ambiente de niños. Y de niñas. Han salido a pasear. Con padres. O madres. Del holocausto zombi, donde incluso los zombis estaban en su casa confinados, hemos pasado a el último que cierre la puerta y en la calle falta gente. Como diría el paolocohelhismo: "Ha vuelto la vida". Y yo añado: "Bueno, al menos una parte, porque los bares continúan cerrados".

Debidamente identificado, por si acaso, -los periodistas podemos salir porque somos servicio esencial-, he ido a ver cómo se vivía la jornada. Y la verdad es que, viniendo de donde venimos, se hacía extraño tanto movimiento de patinetes, bicicletas, patines y cochecitos. Desconozco si el RACC ha informado de este desmesurado aumento del tráfico.

Y mientras veía padres y madres desbordando el espacio público con sus chiquillos pensaba: Y las parejas, ¿cómo se lo deben haber organizado?. Aquello de:

- ¿Quién sale? ¿Tú o yo?

- Hombre, si quieres ya salgo yo y así te quedas tú aquí un rato con la calma sin los niños...

- No te preocupes, a mí no me importa salir y así, amor mío, tú te quedas fregando todo el piso, que ya le conviene.

- No, pupila de mis ojos, ya me sacrifico yo. Y con este calor que hace. Y así tú descansas y te relajas, piensa que les saldrán muy alocados...

Porque, claro, hay muchos progenitores que en todos estos días (tantos que ya hemos perdido la cuenta) tampoco han salido. Ni a comprar. Por lo tanto salir hoy era una tentación que se tenía que luchar. Pero por lo que he visto, unas cuantas parejas han optado por salir los dos, tal como era fácil comprobar sólo observando un poquito. Bien, y por no hablar de los que han salido a pasear sin niños y no han ni disimulado sacando aquel muñeco que ganaron en la tómbola y haciéndolo pasar por un niño un poquito paradito.

En esta matinal de recreo colectivo ha tenido mucho éxito la foto con mascarilla. Los niños la pedían insistentemente. Lógico. Dentro de unos años las mostrarán a sus hijos (e hijas) y los clavarán la chapa con frases del tipo: "¡Tú, qué sabrás de la vida! Yo pasé el confinamiento de la primera pandemia, la de verdad. No como estas de ahora, que duran 11 meses y medio el año y todo está súper organizado". Y también ha triunfado la conversación calle-piso. Como los que se quedaban en casa aprovechaban para salir al balcón o a las ventanas a ver el espectáculo y a tomar el aire, cuando pasaba alguien que conocían, unos y otros se comunicaban a gritos. Aunque fuera un quinto. Y eso, de rebote, ha provocado un fenómeno que hacía tiempo no vivía: oír la música que salía de las casas. Antes de la democratización de los aires acondicionados y las calefacciones, tú ibas por la calle y oías la zarzuela del uno, el flamenco del otro y el rock del de más allá. Una vez nos hemos encerrado en casa, todo eso se ha perdido. Hasta hoy.

Pero la gente también se encontraba la altura del suelo. Y se detenía a charlar. Los que yo he visto, y he visto unos centenares, manteniendo la distancia social recomendada. Y lo primero que hacía todo el mundo era preguntarse por la salud. De entre las conversaciones que he oído (porque con la distancia, la gente habla más fuerte), destaco una que se ha producido instantes después que a una niña. quien por cierto si tenía menos de 14 años yo soy Brad Pitt, le cayera la mascarilla al suelo. La madre se la ha mirado con cara de "ahora mismo te mataría varias veces si no fuera porque es feo y a más es delito" y le ha dicho...

- ¿Tú sabes que vale eso?

- Mama, pero si no ha estado en el suelo ni cinco segundos...

- Te he dicho que si tú sabes que vale eso que ahora tendremos que tirar porque está contaminado.

- No se ha contaminado, pero he leído que se pueden desinfectar.

- Esta mascarilla vale 20€. Te la descontaré de la paga.

En la segunda posición de la lista sitúo la frase que le ha dicho un señor que esperaba turno en la puerta de la tienda de comida para llevar a otro que pasaba por la otra acera: "Dentro de un año nos podremos abrazar. Ya falta menos".

Cuando he vuelto a casa he visto la polémica que había empezado por la avalancha de gente que ha invadido los espacios públicos y que, dicen, no han respetado las normas. Claro, aquí volvemos a estar con los criterios. No tiene sentido que una familia con niños (y con niñas) que hace un mes y medio está todo el día compartiendo espacio a tocar, ahora cuando salga a la calle se separe un metro. Y sobre el tema playas, que en BCN no se pudiera jugar a la arena y en Badalona sí, dos cosas: 1/ Era una decisión de los ayuntamientos siguiendo unos criterios que ellos tienen que explicar, pero pregunto: ¿qué diferencia hay entre un niño (o una niña) corriendo por la arena o por el paseo que está a dos metros de la arena? y 2/ Sabemos qué ha pasado en BCN y en Badalona porque había cámaras y periodistas, ¿pero sabemos qué ha sucedido en las playas de Llançà, Cubelles o La Ràpita?

Ah, y sobre las aglomeraciones... Los mismos que decían que los niños tenían que salir porque hacía demasiados días que estaban encerrados en casa hoy se quejan porque todos los niños estuvieran en la calle. Y, mientras, algunos otros rezan para que después del descontrol de hoy no haya un rebrote y volvamos donde estábamos.

Pero, cosas de la vida, mientras los niños salen a la calle (veremos si mañana la cosa tiene tanto éxito u hoy era la novedad y la gente cree que con un día ya hay suficiente), algunos adultos que estaban en la calle, se han quedado en casa. Es el caso de los uniformados que salían a explicarnos cosas prescindibles en las ruedas de prensa del Gobierno y de Donald Trump. Después de llenar nuestras pantallas de momentos memorables de la historia, y no precisamente de la humanidad, alguien ha decidido que es mejor que desaparezcan. Los unos y el otro. Adiós, pues, al "cada día es lunes" y "hemos desarticulado una peligrosa banda que había robado 30 kilos de naranjas y limones (que al precio que se paga en origen, aquel payés perdió 1€ y se ahorró cogerlas). Y adiós al hombre que preside el país más poderoso del mundo (con permiso de la China), y quien después de tener las ideas más lisérgicas para acabar con el virus, ahora desaparece con la excusa que la prensa "le hace preguntas hostiles". Ay señor, es que son como niños...