Esta es la historia de Pep Florolos. Concretamente su apasionante historia acuática del verano.

Hace unos días Pep Florolos vio por televisión el anuncio de unas gafas para hacer snorkel que estaban a la venta en una conocida cadena de supermercados. Y le gustaron tanto que se las compró.

(Aviso importante: el snorkel es el nombre con el cual ahora se conoce la práctica consistente en meter la cabeza bajo el agua con unas gafas de bucear y hacerlo a dos metros de la costa. Las gafas de snorkel son aquellas que toda la vida se habían vendido en las tiendas donde también tenían pomos de vidrio transparente con conchas dentro que se ponían en los cambios de marchas de los coches, provocando en el vehículo un efecto marinero ciertamente apasionante).

Pues bien, armado con sus gafas nuevas y de unos pulmones de hierro, nuestro Pep se levantó muy temprano muy temprano para estrenarlas. El lugar escogido fue la playa del Cristall de Badalona, conocida internacionalmente por su espectáculo de luz y color subacuático. Una vez allí, procedió a adentrarse en las misteriosas aguas... pero antes tuvo que apartar el equipo que encontró los restos del Titanic en el fondo del Atlántico y que estaba haciendo un documental en la zona, otros tres equipos del National Geographic y cinco del instituto Cousteau. Por fin el mar estaba a disposición de Pep Florolos.

Cinco minutos después de haber iniciado la inmersión, Pep le encontró sentido a su aventura. Estaban allí, a tres metros de profundidad y entre la fauna abisal. Cinco cilindros que, seguro, eran unas bombas iguales en la que días antes había sido encontrada en la playa de Sant Sebastià de BCN.

Rápidamente Pep avisó al ejército y se organizó un dispositivo de rescate. Desalojaron la playa, restringieron el paso de vehículos y peatones por la zona próxima y procedieron a neutralizar los CNI (Cilindros No Identificados).

Veintiséis horas después del inicio de todo, Pep Florolos seguía los acontecimientos desde la distancia, consciente de que gracias a su hallazgo se estaba a punto de salvar la vida de muchos bañistas. ¿Cuántos? Pep no lo sabía, pero quizás estábamos hablando de centenares porque es que no era un cilindro sino... ¡CINCO!

Veintiséis horas después del inicio de todo, un grupo especializado de la Armada española, provisto de todo tipo de utensilios para hacer detonar objetos muy sospechosos, hacía explotar el hallazgo de Pep. Un hallazgo que al final habían resultado ser cinco trozos de hormigón. O sea, no eran bombas sino restos de una obra que alguien había tirado al mar. Gracias a Pep Florolos, pues, habían estado inutilizados unos trocitos de cemento.

Mientras él, orgulloso de su heroica actuación, volvía a su casa con las gafas de snorkel bajo el brazo, pudo oír la conversación entre dos veteranos habitantes de la zona:

- Pero si aquí en frente han tirado escombros toda la vida. De hecho cuando  derribaron varias casas, los escombros iban directos al mar...

https://twitter.com/MerceRiuss/status/1167840301458886662?s=20

- Si hubieran preguntado a alguien de por aquí, se lo habríamos explicado y no habría hecho falta todo esto que han hecho, que vale un dineral.

Pep los miró con menosprecio. ¡Cuánta ignorancia! ¡Y cuánto desagradecimiento! Gracias a él habían sido desactivados unos bloques de cemento que en cualquier momento podrían haber estallado por culpa del calor, o de un temporal, o por la acción temeraria de un niño que también se hubiera comprado unas gafas de snorkel... y encima, al ser de cemento, podrían haber provocado el efecto metralla... y, mira como se lo pagaban!