Desde que el president Puigdemont y los consellers Ponsatí, Comín, Serret y Puig marcharon al exilio, si hay algo que ha sido una constante es la concatenación, por parte del Estado y sus medios afines, de una serie de relatos que pretendían, y pretenden, generar un estado de ánimo que, al final, termina no correspondiéndose con la realidad y los resultados.

Recuerdo como en noviembre de 2017 el relato consistía en que Bélgica estaba obligada a entregar a los exiliados. Ese relato duró hasta la espantada de Llarena del 5 de diciembre de 2017, cuando retiró por primera vez la orden europea de detención y entrega (OEDE).

Este relato, a partir de ese 5 de diciembre, fue sustituido por uno nuevo: Llarena es un gran estratega y la retirada de la OEDE se corresponde con una maniobra estratégica ideada por el juez instructor para asegurarse la entrega de los exiliados... Hasta ahora seguimos sin saber en qué consistía esa estrategia y cuándo se pondrá en funcionamiento.

En enero, ya de 2018, Llarena se negó a cursar una OEDE a Dinamarca para de esa forma no generar una situación de desbalance entre los distintos investigados y porque no se fiaba del sistema judicial danés. Esto también fue relatado como una inteligente maniobra dentro de la estrategia de Llarena a quien por entonces ya se le proponía para presidente... Sí, “Llarena presidente”, tituló Zarzalejos, el mismo que ahora dice que “es urgente traer a Puigdemont”.

Hasta ahora seguimos sin saber en qué consistía la estrategia de Llarena y cuándo se pondrá en funcionamiento

En marzo de 2018, una vez dictado el auto de procesamiento y cursada una segunda tanda de OEDE, se volvió a insistir en lo buen estratega que era Llarena y, a partir de la detención del president Puigdemont en Alemania, las virtudes estratégicas del juez no paraban de crecer... Así como los parabienes y agradecimientos a las autoridades alemanas que entregarían al president sin más demora: “Alemania marca el camino de regreso de los fugados”, titulaba un monárquico rotativo nacional.

El 5 de abril de 2018, cuando la corte superior de Schleswig-Holstein acordó dejar en libertad el president Puigdemont, surgió la ira hacia los alemanes, las críticas infundadas hacia su sistema judicial y un nuevo relato: Llarena plantearía una cuestión prejudicial al Tribunal Europeo de Justicia (TJUE)... Como si tuviese legitimación y capacidad para preguntar, con carácter prejudicial, sobre una decisión que ya había tomado otro tribunal.

Este nuevo relato estuvo instalado en los diversos medios estatales durante muchos meses y sólo fue, parcialmente, abandonado cuando el tribunal de Schleswig-Holstein acordó definitivamente que no se entregase al president por los hechos que en España se describían como rebelión, sedición o desordenes públicos.

A partir de este momento, y sin olvidar las duras críticas a la justicia alemana, se retomó el relato de la cuestión prejudicial. El hecho de que la decisión la adoptasen en Alemania y ya estuviese tomada no les parecía ningún inconveniente, porque la verdad, la realidad y la ley no pueden entorpecer la difusión de un relato.

Que la decisión ya estuviese tomada no les parecía ningún inconveniente: la realidad y la ley no pueden entorpecer la difusión de un relato

Este relato se mantuvo en el tiempo hasta que se acercó el juicio ante el Tribunal Supremo para ser sustituido por uno nuevo: Marchena es un gran juez, es un excelente jurista y está haciendo un juicio magnífico... Algunos cronistas han llegado a límites bochornosos e impropios de una profesión que debería servir para informar y no para generar relatos y, a partir de ahí, el nuevo candidato a héroe nacional pasó a ser Manuel Marchena.

Todos estos relatos principales han venido arropados de diversos relatos menores pero que daban coherencia a la gestación de una distorsionada visión de la realidad que sólo se ha podido combatir a través de los resultados obtenidos en el exterior.

Relatos menores los han habido desde el mismo 2 de noviembre, y solo por mencionar alguno: no se puede tomar declaración a los exiliados por videoconferencia (la ley de Enjuiciamiento Criminal lo prevé expresamente y, hace escasos días, así se ha hecho con el conseller Lluís Puig); eligieron la jurisdicción flamenca y no francesa para buscar un juez comprensivo (se hizo por razones de idioma); Alemania no puede valorar los hechos (está obligada en función del principio de doble incriminación), y así hasta el infinito.

Ahora, cuando se ha demostrado que todo lo anterior no eran más que relatos, o una clara confusión entre deseos y realidad, ha surgido un nuevo evento que está dando para muchos relatos: la elección del president Puigdemont, el vicepresident Junqueras y el conseller Comín como miembros del Parlamento Europeo.

Frente a los relatos surge la realidad y, en este plano, se verá que el juramento, como requisito nacional, no es necesario a nivel europeo

Desde que el president Puigdemont anunció que se presentaría a las elecciones todo han sido relatos y, como se va viendo, ninguno de ellos tiene más consistencia que aquel que describía a Llarena como un gran estratega. El objetivo, en todo caso, es el mismo: crear un un estado de ánimo o una realidad virtual que impida ver lo que realmente sucede.

En este caso los relatos han ido sucediéndose en función de la andadura electoral y, a partir del rotundo triunfo en las urnas, el que más fuerza ha cobrado es el de la falta de inmunidad si no juran la constitución y que no podrán sentarse en el Parlamento Europeo. Obviamente, esos relatos van apoyados por otros menores que cumplen la función de refuerzo.

Frente a los relatos surge la realidad y, en este plano, se verá que el juramento o promesa, como requisito nacional, no es necesario a nivel europeo. También se verá que lo relevante es la proclamación de electos, que ya se produjo, y, finalmente, que de ser necesario este asunto será resuelto por el TJUE.

Pero relatos al margen, los realmente bien informados saben que tenemos razón, que la estamos sabiendo explicar y que nos la terminarán reconociendo... Lo que no sabemos es si están preparados para algo así o si, por el contrario, sería mejor evitarse un bochorno de estas dimensiones.

Cuando se trata de la defensa de la indisoluble unidad de la nación española nunca se sabe cuánto están dispuestos a perder

Zarzalejos plantea que “traer a España a Carles Puigdemont conforme a las normas internacionales de cooperación comienza a ser una exigencia ineludible, una responsabilidad indeclinable y la única manera de que el Estado se haga entender internacionalmente” y, así, parar todo esto.

Para nosotros, que sabemos lo que estamos haciendo, la inmunidad es tan evidente que ya habíamos invitado al juez Llarena a cursar una tercera OEDE y, así, que sea un juez europeo el que determine si existe o no esa inmunidad.

Lo más sensato sería no adentrarse a discutir el tema de la inmunidad, ni por la vía del TJUE ni por la de una nueva OEDE, pero cuando de la defensa de la indisoluble unidad de la nación española se trata, nunca se sabe cuánto están dispuestos a perder y, en esta ocasión, perderán elijan la vía que elijan, porque el error fue dejar que se presentasen a las elecciones.

La realidad, que no el relato, indica que ahora ya es tarde, porque cuentan con inmunidad, y lo único que tienen que decidir es cuánto quieren perder para comprobarlo.