La renuncia del alcalde de Girona, Albert Ballesta, al cargo que asumió el pasado 22 de enero -tan solo 46 días ha estado al frente de la corporación municipal- es el epílogo de la desgraciada carrera de obstáculos en que se ha acabado convirtiendo el relevo de Carles Puigdemont en la capital gerundense. Es posible que Ballesta no haya tenido fortuna, como sostienen personas de su entorno, pero su suerte quedó decidida el pasado 23 de febrero cuando, en un intento de cerrar el cartapacio municipal, primero pactó con PP y C's; después, el debate que se originó tuvo que ver con su sueldo como alcalde, si iba a cobrar 68.000 0 73.000 euros y, finalmente, Ciudadanos le dejó colgado. En la política y mucho más en la municipal siempre hay una serie de rencillas locales que acaba haciendo ingestionables algunos conflictos. En el caso de Girona, también ha sido así y quizás es verdad que Convergència y Esquerra siempre se buscaron durante estas semanas pero lo cierto es que nunca se quisieron.

Así ha sido hasta el final y la renuncia de Ballesta lleva aparejado un acuerdo entre Convergència, Demòcrates y PSC que asegura una sólida mayoría a la nueva alcaldesa, la convergente Marta Madrenas, por cuatro años, ya que contará con el apoyo de 14 de los 25 concejales del consistorio. En la oposición se quedarán los once regidores de ERC, CUP, C's y PP. Es obvio que el episodio de Girona no tiene, por muchos motivos, una relevancia exclusivamente local. En primer lugar, porque es la única capital de provincia que tiene alcalde convergente, dándose la paradoja de que el gran partido municipal de Catalunya tiene siempre enormes dificultades en las capitales. Pero también Girona es políticamente importante en esta etapa por la posición política de Carles Puigdemont. El exalcalde saltó a la presidencia de la Generalitat y entre errores de unos y zancadillas de otros su figura también ha acabado sufriendo.

Pero los que han hablado con Puigdemont estas últimas fechas aseguran que de este episodio ha acabado tomando nota; también que ha aprendido en muy pocas semanas que debilitar su figura se había convertido en un objeto de caza mayor. Ahora habrá que ver si la nueva alcaldesa es capaz de enterrar en poco tiempo el legado Ballesta o le acaba persiguiendo durante su mandato.