Evidentemente, esta expresión tan melodramática no la he acuñado yo, sino que la propuso a inicios del siglo XX Paul Ehrlich, el científico alemán considerado el padre de la inmunología. Por sus avances en este campo, entonces incipiente, ganó el Premio Nobel de Medicina y Fisiología junto con Ilya Ilyich Mechnivov, en 1908.

¿A qué se refería Paul Erlich con la expresión "horror autotoxicus" hace más de 100 años? Basándose en sus experimentos e imágenes de microscopia, Erlich propuso una teoría sobre "cadenas laterales" de las células, por la que, cuando las células se sentían ante un peligro expresaban una gran variedad de "cadenas laterales" en sus superficies (hoy en día, las denominamos receptores celulares), que podían unir patógenos. También dijo que estas "cadenas laterales" podían cortarse, como si fueran "balas mágicas" y podían circular por el cuerpo, uniendo toxinas y destruyendo los patógenos. Aunque no en los mismos tipos celulares, hoy día sabemos que existen anticuerpos, que hacen verdaderamente de "balas mágicas" contra bacterias, virus y otras infecciones. También previó qué pasaría si estas "balas mágicas" fueran contra las propias toxinas o proteínas de las células del cuerpo. Según él, se desencadenarían sucesos de autodestrucción. Por lo tanto, predijo que el cuerpo tenía "horror autotoxicus", es decir, tenía que tener "miedo de hacerse daño a sí mismo" y, por lo tanto, tenía que tener sistemas de autocontrol de aquellas "balas mágicas". Ciertamente, el campo de la inmunología ha avanzado mucho y, mucho más allá de las "cadenas laterales" y las "balas mágicas", sabemos que nuestro sistema inmunitario genera multitud de mecanismos complementarios para vencer las infecciones de patógenos de todo tipo y, al mismo tiempo, ha desarrollado sofisticadas vías de control a muchos niveles diferentes para conseguir el equilibrio, es decir, la supervivencia del organismo y no su autodestrucción.

La inmunología es un campo apasionante, y otras veces os he hablado (por ejemplo, de cómo se descubrieron las vacunas), pero hoy os quería hacer mención de que justo acaba de morir Noel Rose, a la edad de 92 años. Seguramente su nombre no os dice nada, pero es el padre de un nuevo campo dentro de la inmunología, el de la autoinmunidad y las enfermedades autoinmunes. Rose demostró de una tacada dos cosas, que existe el "horror autotoxicus", pero además, que cuando este sistema de autoprotección no funciona, se generan enfermedades autoinmunes que causan la destrucción de órganos y tejidos y, por lo tanto, la autodestrucción de una parte de nosotros mismos.

Sólo porque os hagáis una idea, en Europa y Estados Unidos, en torno al 2%-7% de las personas están afectadas de enfermedades de autoinmunidad. Hay más de 80 enfermedades autoinmunes y las sufren más las mujeres que los hombres: encontramos la diabetes de tipo 1 (que afecta a niños y jóvenes), la artritis reumatoide, la enfermedad de Crohn, la psoriasis, el asma, el lupus, la miocarditis, la esclerosis múltiple... y la tiroiditis, justamente la enfermedad que estudió a Rose y por la que descubrió que existía la autoinmunidad.

Cuando Rose era joven, le atraía la microbiología, pero esta era una ciencia muy nueva, y en los años 40 del siglo XX, se creía que los microbios eran próximos a las plantas. Escogió estudiar zoología, pero lo que realmente le gustaba eran las infecciones (su tesis doctoral la hizo estudiando la bacteria que causa la sífilis). Después del doctorado en biología, Rose decidió estudiar medicina, y mientras tanto, investigaba en el laboratorio, estudiando la tiroglobulina, una proteína producida por las células tiroideas (de la glándula de la tiroides). Las proteínas pueden provocar la generación de anticuerpos cuando son presentadas a otros organismos, que las reconocen como "extrañas". Rose consiguió aislar proteínas de las células tiroideas de humanos, perros o vacas, y las inyectó en conejos con el fin de ver si provocaban la formación de anticuerpos. Evidentemente, el conejo inyectado con proteínas foráneas generaba anticuerpos (de hecho, esta es una de las maneras más habituales de generar anticuerpos que usamos en el laboratorio). Se le ocurrió que cada conejo era diferente, y quizás si inyectaba las proteínas de un conejo a otro, conseguiría hacer anticuerpos. Y lo consiguió. Entonces, sólo le quedaba un paso más para demostrar si realmente existía el horror autotoxicus propuesto por Erlich. Inyectó a un conejo proteínas de membrana de sus células tiroideas, y no sólo consiguió hacer anticuerpos, sino que detectó que el conejo inyectado con su proteína, presentaba autodestrucción de la tiroides debido a la acción de sus propios anticuerpos. Por lo tanto, un organismo podía circunventar sus controles para no autodestruirse y presentar autoinmunidad.

Como os podéis imaginar, ir en contra de un postulado de un Premio Nobel no fue fácil, y publicar los resultados que demostraban que había enfermedades por autoinmunidad costó más de 6 años, ya que la comunidad científica de la época no estaba preparada para aceptarlo, pero al final, las evidencias se amontonaron. Rose demostró que una extraña enfermedad humana de la cual no se conocía la causa, la tiroiditis de Hashimoto, era debida a que los pacientes habían generado autoanticuerpos que destruían su tiroides, de forma similar a lo que había pasado en los conejos inyectados. Además, dos investigadores británicos (Deborah Doniach y Ivan Roitt) añadieron más datos, conjuntamente demostrando que la autoinmunidad existía.

Noel Rose siguió trabajando en este campo tan nuevo, buscando factores genéticos de susceptibilidad, es decir, variantes genéticas que predisponen a sufrir enfermedades autoinmunes, pero también buscando factores externos que hacen de "disparadores" de la enfermedad. Se dio cuenta de que en los países industrializados, las enfermedades autoinmunes eran más frecuentes, probablemente a causa de agentes contaminantes, pero también por factores de infección con virus, o de estrés (que el cuerpo percibe como un peligro continuado en el tiempo) y que "despertaban" el sistema inmunitario. Los últimos trabajos (todavía continuaba activo a pesar de la edad), hacían énfasis en la relevancia del microbioma en las enfermedades autoinmunes (hay una relación importante entre los metabolitos que generamos con la alimentación, el microbioma, los metabolitos que genera esta flora intestinal, y la relación con las células del intestino y el resto del cuerpo). Hoy día hay tratamientos paliativos una vez la autoinmunidad ya ha aparecido, pero Noel Rose también creía firmemente que las enfermedades autoinmunes tendrán que ser tratadas previamente a su aparición, con medicina de precisión, personalizada, teniendo en cuenta tanto los genes de predisposición como los factores ambientales.

Este es el reto del siglo XXI, prevenir las enfermedades autoinmunes antes de que aparezcan y hacer que siempre sea efectivo el horror autotoxicus.