El verano empezó con los fuegos de Sant Joan y acabará con más de 400.000 hectáreas quemadas por los incendios ocurridos a lo largo y ancho del territorio español. Ha sido un verano encendido, muy alejado de aquellos períodos estivales en los que todo el mundo buscaba el oxígeno para poder arrancar el nuevo curso laboral o escolar con los pulmones hinchados de optimismo. En el mundo de hoy, otoño y primavera se están convirtiendo en estaciones testimoniales debido al cambio climático, y el verano se alarga por culpa de los calores abrasados y la situación geopolítica de un planeta controlado, en algunos casos, por astronautas suicidas, y en otros, por líderes de sectas apocalípticas. "Houston, tenemos un problema".
Más de 400.000 hectáreas se han quemado en España desde que empezó 2025 y casi todas concentradas en el período estival. Y el fuego, de una virulencia que funde los cerebros apagados de los negacionistas, ha abrasado todos los disfraces con los que los políticos españoles suelen taparse las vergüenzas y ha hecho que aparezca lo que en España es atávico, la catalanofobia, en voz de una señora —creo que era extremeña, pero el mal es pandémico— que reclamaba que no querían ser ni más ni menos que los catalanes. Café para todos, fuego para todos.
A los fuegos de verano les importa un carajo si no te gusta que vaya a los toros con minifalda. Y cuando inviertes más en toreros que en bomberos, es altamente posible que las llamas sean rojas como el capote con el que el toro se desorienta antes de la estocada final. Según las encuestas, los fuegos de verano están desguazando el Estado de las autonomías en la mente de los españoles, sobre todo entre los habitantes de autonomías inventadas por la LOAPA, aquella ley que quiso banalizar los derechos históricos, principalmente, de Catalunya. Paradójicamente, la catástrofe está disparando a VOX en las encuestas, la formación neofalangista responsable de haber destinado cantidades ingentes de dinero a recuperar un valor patrio como son las plazas de toros, los toros y los toreros en lugar de mantener un cuerpo de bomberos en condiciones. Ellos y el PP son los máximos exponentes de esta parodia nacional, con figuras como nuestra Dolors Montserrat, que, con la fluidez verbal que la caracteriza, ha dicho que los fuegos son culpa, cómo no, de la amnistía fiscal al independentismo y, evidentemente, de Sánchez. Nuestra Dolors ha pedido que las comunidades autónomas inviertan más en la prevención de incendios, un hecho interesante, casi paranormal, ya que el PP encabeza la mayoría de gobiernos autonómicos. El libro gordo de Petete te enseña, el libro gordo de Petete entretiene, y yo te digo contenta, hasta el programa que viene. Por lo visto, Dolors se perdió los programas dedicados a aprender a sumar cuando era una niña de familia franquista. Feijóo ha propuesto realizar un registro nacional de pirómanos. Apunta: Dolors Montserrat.
Habéis ganado, compañeros, y os lo dice un bilingüista de verdad, que escribe los libros en castellano, pero que se niega a firmar ningún manifiesto basado en la falacia y el supremacismo cultural
Otro fuego de verano ha sido el del catalán en Catalunya —otro fenómeno que ha dejado de ser paranormal— tras el episodio vivido en la heladería Dellaostia, situada en el barrio de Gràcia. En mi opinión, vandalizar un negocio por culpa de un propietario catalanófobo no es la solución. En las relaciones amorosas, la mejor respuesta al agresor/a es la indiferencia, y en las relaciones clientelares, lo más adecuado es matar de inanición a un local dirigido por un tipo indigno. La contrariedad de un incidente como este es la tergiversación informativa que han hecho de ello medios constitucionalistas convirtiendo al agresor en víctima a consecuencia de una visión monolingüista de una sociedad en la que el catalán es un invento, básicamente, pujolista. A los monolingüistas, aquellos que solo usan el catalán para cobrar la paguita en las tertulias de RAC1 o Catalunya Ràdio, se les nota su monolingüismo por el acento castellanizado de su discurso, aunque intenten esconder su visión uniforme con palabras tan nuestras como tarannà o atzucac.. No hemos nacido ayer, compañeros, y desde aquel famoso Manifiesto de los 2300 (1981), capitaneado por Jiménez Losantos, en el que se reclamaba la igualdad de derechos lingüísticos de los castellanohablantes en Catalunya, pasando por el primer Manifiesto del Foro Babel (1997), hasta la hilera inacabable de coleccionables con firmas insignes de prohombres asustados por la pérdida de poder del castellano en Catalunya, ya somos 8 millones y el catalán hablado ha retrocedido hasta el 30% en Barcelona. Habéis ganado, compañeros, y os lo dice un bilingüista de verdad, que escribe los libros en castellano, pero que se niega a firmar ningún manifiesto basado en la falacia y el supremacismo cultural.
El gran pirómano del verano, el cowboy anfetamínico que ha convertido el mundo en tierra quemada, ha sido Donald Trump. Que Donald admira el poder que ejerce Putin a la madre Rusia es una evidencia. Lo denotan los cambios que está impulsando en las leyes electorales, las investigaciones en contra de los críticos a sus políticas socioeconómicas y migratorias, las censuras impuestas a muchas entidades culturales que considera progresistas y el despliegue del ejército en ciudades gobernadas por alcaldes díscolos con él. Sorprende, sin embargo, que los votantes de un país que presume de ser la esencia de la democracia vivan impasibles ante la deriva autoritaria de un gobernante que tiene como amigos de juerga a dos criminales de guerra como Putin o Netanyahu. Es en su fanfarronería, sin embargo, donde se le ven todas las debilidades. Y lo han desenmascarado Xi Jinping y los citados Benjamin y Vladímir, a diferencia de los líderes de la Europa decadente liderados por von der Leyen, que viven la relación con Trump como una mujer sometida a un marido maltratador.
Fuegos de verano. Tierra quemada. Malos tiempos para la lírica.