Pronto sabremos si es niño o niña, si tenemos ley de amnistía o ruptura de las negociaciones. La cosa se ha convertido en una explícita y obscena partida de póquer entre más de dos actores y más de cuatro, donde cada uno desempeña su rol y donde nada es siempre lo que parece. De momento tenemos que, de repente y out of the blue, en el Parlament de Catalunya se ha presentado una ILP a favor de impulsar la declaración de independencia, y los diarios madrileños se han apresurado a decir que "lo volverán a hacer" cuando la iniciativa no es ni de Junts, ni de ERC, ni de la CUP, sino que simplemente se ha admitido a trámite un proceso participativo perfectamente reglado. ¿Quién es, pues, el sujeto de "lo volverán a hacer"? De momento, lo más importante de esta ILP no es la declaración de independencia, como todo el mundo puede ver, sino hacer una prueba de estrés a las nuevas circunstancias políticas e institucionales del reino de España y ver si, ahora, en un Parlament puede debatirse de todo o no. Saber si todavía debemos considerar, por ejemplo, que no se pueden hacer declaraciones parlamentarias a favor de Palestina porque Cataluña no tiene competencias sobre Palestina. Este es el fondo del debate, ahora mismo, y esta es la última carta mostrada por la parte catalana. Que no es una parte con un solo partido, ni con un solo agente. Como tampoco lo es la parte española.

La parte española también juega sus cartas, y si ahora te tira la mano tendida del PSOE al día siguiente utiliza la contundente carta de PP-Vox o la pareja de ases del sistema judicial. Cada día es más explícito que el PSOE quiere evitar, a cualquier precio, que la amnistía incluya a todos (y específicamente que incluya al president Puigdemont) y se han llegado a quedar sin ningún argumento técnico/jurídico para defenderlo. Todo es política, incluso fuera de la política. También cada día es más evidente que Vox fue solo un títere utilizado por el sistema institucional español para encabezar acusaciones particulares o para hacer de lobo de la caperucita que pueda situar el centro del debate en otras coordenadas.

Esta Ley de Amnistía ni hace falta que se haga necesariamente con el PSOE ni es el único modo de detener las ansias de venganza judicial

Como también es visible que los jueces, Garcías-Castellones o Aguirres de turno, activan o duermen causas a conveniencia y según los avatares de la política, pero también cada día más aparentemente a ritmo y conveniencia del propio PSOE: “no es culpa mía, es culpa de los jueces”, parece decir Bolaños cada vez que intenta justificar la injustificable resistencia a modificar la Ley de Amnistía. Lo mismo que decía Zapatero con el Estatut, y lo mismo que dijo Rajoy con la sentencia contra los presos políticos. Bien: pues si es así, entonces tampoco es culpa de la presidenta del Parlament que se admita a trámite una ILP. "Denúncienme, y a ver qué pasa", parece decir. Mientras, las miradas sudan, poco a poco, sobre los abanicos de cartas.

Por eso todo parece tan abocado a la rotura, por eso era y es importante contar con mediadores que observen y con Comisiones de Venecia que intervengan: será inevitable la pulsión española a hacer trampas, pero también será inevitable que se impongan los criterios del derecho europeo o que se acaben los apoyos parlamentarios en caso de que no haya más remedio. "No es culpa mía", podremos decir. Como decíamos, la partida de cartas no es a dos bandas, sino a tres o a cuatro: no es ningún juego de ajedrez, sino un vaivén donde no queda claro quién tiene mejor juego, y donde equivocarse en un simple movimiento de ceja puede ser letal.

Solo hace falta que todo el mundo identifique quién tiene más que perder y, francamente, esta Ley de Amnistía ni hace falta que se haga necesariamente con el PSOE ni es el único modo de detener las ansias de venganza judicial. Por el presidente Puigdemont no se preocupeon, él está jurídicamente más blindado que nadie y también se está dedicando solo a hacer política. A elegir su momento. Decía el conseller Campuzano hace poco que no debe ponerse todo en manos exclusivas de los abogados, pero es que todo el mundo tiene su abogado (otra carta que jugar), porque todo el mundo hace política con su buen saber jurídico. Incluso los jueces hacen la política así. Sobre todo los jueces, quiero decir.