No hay día en que no se mencione y aparezca la baja productividad como la razón que está detrás de todos los temores de que las economías empiecen una terrible marcha atrás y recaigan en la recesión. Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal (Fed), ha aludido a esta embarazosa cuestión en su conferencia en Filadelfia el lunes al describir la evolución a veces errática de la economía americana. Pero no es un caso único. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha insistido en sus encuentros en Washington sobre ello y la OCDE apuntó a la ralentización de la productividad y de la inversión como uno de los grandes males que afligen la economía global. 

Según la OCDE, en EEUU se pasó de una subida de casi el 2,5% en 1996-2004 a poco más del 1% en 2004-2014, tendencia que se mantiene según la Fed, mientras que en Alemania se pasó de casi el 2% a poco menos del 1%. En el sur de Europa, se ha constatado una mejora de productividad, que había caído en el periodo 1996-2004, y pasó a ser positiva después.

La principal explicación de caída de la productividad habría venido de la debilidad de la inversión, según la argumentación clásica. Ello llevó a los bancos centrales a bajar las tasas de interés a tipos ultrabajos para conducir a las empresas a calentar motores. Reducir el precio del dinero hace más fácil las cosas, se suponía. Pero la experiencia ha demostrado exactamente lo contrario, como ya lo reconoce hasta la propia Reserva Federal. ¿Y eso, por qué?    

Un economista de Carlyle Group, Jason Thomas, ha dado una explicación que está llamando mucho la atención, como destacó The Wall Street Journal. El experto muestra datos. Desde 2009, cuando la Reserva Federal redujo los tipos de interés a casi cero, las empresas de EEUU han aumentado sus recompras de acciones en un 194% y el reparto de dividendos un 66,5%. La inversión, sin embargo, sólo ha subido un 44%. 

Teóricamente, una inversión debería ser igual de atractiva que un alza del dividendo actual ya que lo hace crecer, pero esto supone que a los accionistas no les importa si reciben hoy el dividendo o más adelante. Pero no es el caso. Inversores, como los pensionistas, necesitan una mayor rentabilidad ahora. Y, además, existe el riesgo de que  la inversión tenga éxito o no. Y cuando el propio banco central te está diciendo que el dinero no vale nada -que es lo que significan tipo de interés cero- es que las rentabilidad de las inversiones son más que dudosas. Así que el retraimiento aumenta.

Hay por tanto que buscar a qué se debe que la productividad sea tan baja para entender por qué las inversiones tienen tan poco sex appeal.

El crecimiento de la productividad ha sido bajo desde 2009

Pues bien, según Brian Coulton, economista jefe de la agencia Fitch, el crecimiento de la productividad ha sido bajo desde 2009 porque dado el alto nivel de paro existente y los bajos salarios que lo acompañan, las empresas optaron por responder a la progresivas expansiones de la economía contratando trabajadores adicionales antes que ampliar el stock de capital. De ahí una baja productividad que no tiene por qué reflejar un deterioro de la eficiencia de la economía.

Curiosamente, de acuerdo con esta tesis, la reducción actual del desempleo en EEUU (el 4,7%) y el aumento de los salarios (2,5%) que le sigue, podría inducir a comenzar extender el stock de capital, y con ello el de la productividad. El ejemplo tendría una carácter incentivador general de cara a no quedar atrás en la carrera de la competitividad.

Aquí, las cosas no están mal. En el "Informe sobre España 2016", la Comisión Europea, después de señalar que la concentración de la inversión durante unos años en la construcción llevó a una especialización de la economía española en productos de tecnología de valor medio-bajo, anota que se ha producido últimamente un importante cambio. Este giro ha llevado a que "las tasas de inversión de las empresas no financieras españolas se encuentran actualmente entre las más altas de la UE", estimada en torno al 20% del PIB en 2017. 

Esas son las nuevas vías de la recuperación de una productividad de las que las economías están profundamente necesitadas.