“Antes de entrar en un lugar, fíjate por dónde se puede salir”

Proverbio vikingo

No sé hasta qué punto serán wagnerianos, pero si no por melómanos, sí por seguidores de filmografías épicas, todos han oído alguna vez en su vida la "Entrada de los dioses en el Valhalla" de la obra El oro del Rin. Nadie compondrá jamás nada que permita imaginar mejor la llegada de los héroes muertos en combate, conducidos por las valquirias hasta el enorme salón Valhalla donde les espera Odín. Cuando se oye este mito nórdico, como cuando te hablan de otros limbos de religiones diversas, uno siempre tiende a imaginar qué de bueno puede tener para las almas de los elegidos permanecer para siempre en lugares así. ¿Siempre? ¿Sin otra esperanza? ¿No será aburrido o desesperante?

Por eso también me pregunto si Europa, Bélgica, no acabará siendo el Valhalla de Puigdemont y los demás, y si a pesar de ganar la batalla jurídica no quedarán vagando en un limbo de héroes que muchos no dudan en llamar exilio, sin esperanza de volver. No sé si les gustará lo que les voy a contar, pero intuyo que no puedo dejar de contarlo. La realidad inamovible es que aun cuando los políticos catalanes lograran ganar el pulso jurídico al Tribunal Supremo, aun cuando Bélgica se negara en banda a entregarlos tras la retirada de la inmunidad por el Parlamento Europeo, aun así su triunfo les dejaría en ese Valhalla lejano de su país y de sus gentes por un periodo de tiempo tan indeterminado que podría ser fatal.

Voy a ir por partes. Es verdad que una vez retirada la inmunidad parlamentaria, aún quedan varios pasos judiciales y que hasta se puede prever que finalmente no sean entregados al Tribunal Supremo por la justicia belga. De momento, los catalanes van a llevar al Tribunal General de la UE el acto de retirada de su inmunidad y, por su parte, el juez Llarena ha presentado una cuestión prejudicial al TJUE sobre cómo debe aplicarse la euroorden. Ese último acto del magistrado del Supremo acaba de dejar encerrados en Bélgica a los europarlamentarios catalanes, porque las órdenes europeas siguen en vigor en el resto de países, pero ellos ya no tienen inmunidad parlamentaria. Además la presentación de la propia cuestión prejudicial detiene el procedimiento, por lo que la justicia belga no moverá ni un papel relativo a ellos hasta que no se resuelva. Esta situación puede durar hasta un año.

Con un reformado delito de sedición, con un indulto, el paso de los tres políticos expatriados por manos de la justicia sería un trámite desagradable, pero inevitable para que todos ellos pudieran volver a sus vidas

Al final es posible que en términos jurídicos el Tribunal Supremo acabe perdiendo la batalla de la entrega porque, como sabemos, es difícil que el TJUE le conteste a Llarena lo que quiere y también lo es que al reactivarse el procedimiento el mismo tribunal belga que negó la entrega de Puig, confirme la de Puigdemont y Comín. Eso al menos mientras no cambien sus miembros, que nunca se puede asegurar. Imaginemos, pues, que se gana la batalla jurídica y que Llarena se queda sin la entrega. Eso en términos judiciales sería un gran varapalo para él mismo y para la Sala II, pero no acabaría para nada con el problema de los políticos expatriados.

Ellos van ganando en la carrera por permanecer fuera de la prisión, frente a los que se quedaron, pero nunca podrán volver a España ni a Catalunya sin ser sometidos a juicio. Nunca son muchos años para estar en Bélgica. No existe la posibilidad de que los actuales magistrados o los que les sucedan o los que sucedan a esos cierren ese procedimiento sin haber sometido a juicio a los ausentes y dictado sentencia. Ni aunque se indulte a los condenados y se reforme el delito de sedición podría aplicarse nada de ello a Puigdemont, Comín y Ponsatí sin haberlos sometido previamente a juicio. No hay posibilidad de que el tema se olvide o se archive, aunque las aguas políticas cambiaran de cauce. Supongo que de ahí viene la petición de una ley de amnistía, en vez del indulto, porque sería la única forma de que los que aún no han sido juzgados volvieran sin tener que pasar por el banquillo. Los delitos por los que se les reclama no prescribirán, además, porque la prescripción ha quedado interrumpida por la orden de búsqueda y esa tampoco la va a suspender el tribunal. No puede llegar un día un magistrado comprensivo y decir: ¡vamos a retirarla! Eso no va a suceder.

Así que es posible que los tres acaben ganando la partida jurídica, pero se vean abocados a quedarse encerrados en un rincón de Europa que, como todos, es muy bonito cuando puedes ir y venir y algo menos cuando te encuentras atrapado en él. Algunos entusiastas me dirán que la independencia de Catalunya está a la vuelta de la esquina y que entonces podrán volver a su país, lejos ya de la justicia española. Les soy sincera, Puigdemont anda frisando los 60 y no sé yo…

Todo esto tiene como colofón la evidencia de que la partida jurídica es, desde luego, un éxito que les ha ahorrado hasta el momento pisar una prisión y eso, no hay duda, es una gran cosa. Entre estar atrapado en Bélgica y en Soto del Real, yo no me lo pienso. Cosa diferente es darse cuenta de que eso no soluciona el verdadero problema de fondo y que es preciso avanzar en el diálogo político, en conseguir las reformas penales prometidas por el gobierno de Sánchez, en considerar el indulto, en estudiar una solución viable y de largo recorrido en la que se puedan encajar la inquietud de muchos catalanes, en plantear legalmente la vía del referéndum, en fin, en lo que sea que no consista sólo en jugar al ratón y al gato con el Supremo por todas las casillas de Europa, porque esto, a la hora de la verdad, puede no ser una solución para personas concretas que no están aún en edad de acabar en el Valhalla.

Con un reformado delito de sedición, con un indulto, el paso de los tres políticos expatriados por manos de la justicia sería un trámite desagradable, pero inevitable para que todos ellos pudieran volver a sus vidas. No veo otra solución ni aunque todos los tribunales europeos existentes y por existir les dieran la razón.

Al final, también hay que ser práctico. El Valhalla de los héroes seguro que está muy bien, pero también es muy humano pensar que Odín aún les puede esperar.