Ahora que dice Inés Arrimadas que, por primera vez, el "constitucionalismo" ha ganado las elecciones al Parlament de Catalunya, es bueno recordar que, en realidad, el "constitucionalismo" las ha ganado casi siempre. Al menos, hasta que la gente, esta mayoría tenaz y tozuda de catalanes y catalanas que ha vuelto a levantar la cabeza a pesar de los golpes de porra de la policía española, la ocupación de las instituciones del país y el cese, encarcelamiento y exilio forzado de su Govern, se cansó de eso de ser más "constitucionales" que nadie. Estatuto del 2006. Te acuerdas, Inés? Precisamente.

No, Inés: lo que "ganó" las elecciones al Parlament del jueves pasado, si por "ganar" se entiende ser primera fuerza en votos y escaños, ese "logro extraordinario" de Ciudadanos que la FAES de Aznar le ha echado en cara a Rajoy después de la humillación en forma de fiasco sideral del PP en las urnas, no es el "constitucionalismo", sino el neonacionalismo español flamante y rampante y con marchamo catalán encarnado en el millón de votos del partido naranja.

Lo que "ganó" no fue el "constitucionalismo" sino el neonacionalismo español flamante y rampante y con marchamo catalán encarnado en el millón de votos del partido naranja 

El de Cs es un neonacionalismo español aideológico y desacomplejado, de fuerte base identitaria, y, sin embargo y sobre todo, moderno. Moderno -con rutilante lideresa bilingüe, del Barça y casada con un "indepe"- como lo era la Falange en los años treinta pero en versión 3.0. Modernidad y liberalismo clínex frente al conservadurismo ultra y africanista, finalmente ganador de la guerra, cuyo estilo y maneras con Catalunya tanto ha recordado ahora un PP que el 21-D ha convertido casi en un fósil del jurásico, por mucho que lo lamente Andrea Levy.

La diferencia entre Arrimadas y una buena parte de la élite clásica y no tan clásica del PP en Catalunya es que ella ha superado bastante mejor los condicionantes de la herencia familiar franquista. El padre, Rufino, miembro de la policía científica destinado en Barcelona durante el tardofranquismo y después concejal de la UCD (claro), y el tío Moisés, gobernador civil en Cuenca y Albacete y por ello jefe provincial del Movimiento, entre otros cargos de la dictadura. El caso es que en Catalunya, votar naranja hace menos facha que votar Albiol. Tanto, como para que los unos saquen 37 diputados y los otros, 3.

La diferencia entre Arrimadas y una buena parte de la élite clásica y no tan clásica del PP en Catalunya es que ella ha superado bastante mejor la herencia familiar franquista

Bien. Pero volvamos al principio. Si por "constitucionalismo" entendemos fuerzas no independentistas, el llamado "constitucionalismo" ha ganado todas las elecciones al Parlament celebradas entre 1980 y el 2012. En 10 ocasiones, es decir, todas, las ganó en escaños la coalición y después federación de CiU, una de las fuerzas políticas redactoras de la Constitución del 78 y, por ello, miembro del denominado "bloque de constitucionalidad". Así fue al menos hasta junio del 2015, cuando la coalición fundada por Jordi Pujol y Josep A. Duran y Lleida dejó de existir por la ruptura definitiva entre los dos socios, Convergència y Unió, a raíz de la apuesta convergente por un referéndum de independencia con todas las letras. Fue entonces cuando CDC y sus sucesoras, entre las cuales el PDeCAT, deja de ser una fuerza "constitucionalista" -es expulsada del "consenso" constitucional- para presentarse a las elecciones del 27 de septiembre de aquel año con un programa nítidamente independentista, el de la coalición Junts pel Sí. También se integrarían ERC, independientes y formaciones escindidas del PSC y Unió, puesto que el independentismo no está reñido -sino todo lo contrario- con la máxima transversalidad social e ideológica, y por eso resiste.

Para quien, no obstante, objete que CiU era una fuerza nacionalista, y, por lo tanto, "sospechosa", diremos que Arrimadas sigue teniendo poca memoria. Otra fuerza "constitucionalista", el PSC, ganó dos veces las elecciones al Parlament en número de votos: en 1999 y en 2003, con Pasqual Maragall, que en la segunda ocasión fue elegido president al frente del primer tripartito. Cierto: Maragall era "federalista" y, a veces "federalista plurinacional", o sea, constitucionalista hasta la médula, como reconocerá cualquier jurista o estudioso de la denominada Carta Magna española o el pacto constitucional mínimamente serio. Aunque eso, a ojos de los autodenominados "constitucionalistas" también lo haga sospechoso. A él y a su expartido, el PSC.

Mientras el perdedor Montilla llegó a president, la ganadora Arrimadas se quedará en la oposición con los mismos diputados

Pues bien, lo más curioso de todo es que Arrimadas no solo ha igualado el número de diputados -37- que obtuvo en el 2006 la candidatura del PSC liderada por José Montilla, sino que incluso ha quedado muy por delante en número de votos: la candidata naranja ha obtenido 1.102.099 y el entonces candidato socialista sumó 796.173. Y a pesar de ello, y de que ambos representan sociologías electorales muy parecidas y localizadas prácticamente sobre las mismas porciones de territorio -las áreas metropolitanas de Barcelona y Tarragona, donde Cs ha incorporado a votantes del PSC y abstencionistas crónicos de toda la vida-, y aunque los naranjas y los socialistas han compartido filas, las del 155, y manifestaciones por la unidad de España... Arrimadas y Montilla, ambos catalanes nacidos en Andalucía, uno en Iznájar, la otra en Jerez de la Frontera, se parecen tanto como un huevo y una castaña.

Mientras que el perdedor Montilla llegó a la presidencia de la Generalitat con 37 diputados pese a ser segundo y bastante lejos de la primera fuerza -la CiU de Artur Mas, que sacó 48, es decir, 11 más-, la ganadora Arrimadas continuará en la oposición con los mismos diputados y pese a haber superado por 3 escaños a la segunda fuerza, Junts per Catalunya. La razón es que el perdedor Montilla podía pactar y transitar políticamente -y lo hizo- a ambos lados del hemiciclo, mientras que la ganadora Arrimadas, a duras penas podría llegar a tener el voto en una investidura de sus diputados y diputadas y quizás los 3 obtenidos por el PP en el mayor naufragio electoral que ha sufrido en Catalunya.

Los Ciudadanos de Rivera y Arrimadas pasados por los laboratorios de la FAES son el juguete de Aznar para hacer realidad la fantasía de convertir Catalunya en un Vietnam

El PSC de Montilla, como la CiU de Mas, eran fuerzas "centrales" y "transversales" que podían forjar alianzas tanto a la izquierda como a la derecha, tanto con el independentismo como con el españolismo: con ERC, ICV y el PP. Y, por descontado, entre ellos mismos. Pero sucede que la Cs de Arrimadas no es una fuerza ni moderada ni central, sino un artefacto electoral reflotado para hacer la guerra de trincheras en Catalunya, el territorio donde nació. De "centrados", "moderados", "pactistas" y "dialogantes", más bien poco: la revolución naranja también es de sonrisas, como aquella de Junts pel Sí, pero con dientes afilados. Los Ciudadanos de Rivera y Arrimadas pasados por los laboratorios de la FAES son el juguete de Aznar para hacer realidad la fantasía de convertir Catalunya en un Vietnam: "Antes que España, se romperá Catalunya".

 

Los que generosamente han pagado la campaña electoral naranja y los que aplauden a Arrimadas en silencio tendrían que reflexionar sobre por qué la líder de Cs no será presidenta como sí que lo fue Montilla. Tendrían que reflexionar sobre el hecho y la razón de fondo: que los catalanes y las catalanas no son idiotas. Es decir, que los independentistas han vuelto a ganar, y de calle, y en las peores condiciones posibles: "decapitados" -medio Govern todavía en la prisión y en el exilio-, como afirmó la vicepresidenta Sáenz de Santamaría en aquella alegre comida-mitin en Girona que todavía quema en las redes sociales; expulsados de las instituciones ni más ni menos que por toda la maquinaria del Estado con el presidente del Gobierno y el Rey al frente; convertidos en apestados sociales por un dispositivo mediático que directamente se ha alineado con la Moncloa o lo ha hecho por pasiva desde el ejercicio de la equidistancia hipócrita o el historicismo tramposo.

El descomunal batacazo y el espantoso ridículo del PP en las elecciones catalanas convocadas por su líder y presidente del Gobierno de España es un gran fracaso de Estado

Es una gran gesta electoral, y política, el triunfo del independentismo el 21-D y así lo ha visto la prensa internacional. Incluso la española, cuando no ha tenido más remedio que poner de relieve no ya el desastre del PP, sino la esterilidad de la "victoria" de Cs. Rajoy ha perdido de manera clamorosa el "referéndum" que él mismo convocó armado con el artículo 155 de la Constitución y 10.000 policías. El descomunal trompazo y el espantoso ridículo más espantoso del PP en las elecciones catalanas convocadas por su líder y presidente del Gobierno de España es un gran fracaso de Estado: el unionismo solo ha conseguido restar 2 diputados al independentismo en un Parlamento de 135.

Junts per Catalunya, ERC y la CUP (que encaja un redimensionado severo de sus fuerzas) han vuelto a sumar con creces la mayoría absoluta en escaños (70), pero también el mayor número de votos: 2.063.361 por 1.889.176 del unionismo -un 47,49% por un 43,49, cuatro puntos por encima-. La ambigüedad ha pasado factura a los comuns de Domènech, quien, con tres diputados menos que los alcanzados por Franco Rabell en el 2015, no podrá decidir nada en el nuevo Parlament y ve seriamente comprometidas las perspectivas de Ada Colau de seguir gobernando Barcelona.

Es cierto que la masa crítica del independentismo no llega a la franja fetiche del 50% (alguien se tendría que preguntar dónde está escrito que si se alcanzara este porcentaje el Estado español o la Unión Europea harían algo diferente de la que han hecho hasta ahora); pero también lo es que, el pertinaz suflé incluso se ha vuelto a hinchar con el récord de participación de todas las elecciones celebradas en Catalunya, un 81,94%. Poca broma: la independencia obtuvo 1.897.274 votos en la consulta del 9-N del 2014; 1.966.508 en las elecciones del 27-S del 2015 (la suma de Junts pel Sí y la CUP), 2.044.038 en el referéndum del 1-O -a pesar de la represión- y 2.063.361 el 21-D (la suma de JxCat, ERC y la CUP), a la espera del voto por correo. El pertinaz suflé

Contra lo que reza el paradigma gramsciano, se puede ser hegemónico y no rascar bola

A diferencia de Montilla, Arrimadas no podrá presidir la Generalitat. Una vez más, los grandes poderes yerran con Ciutadans. Eso sí, la operación Cs, que tanto recuerda a aquella Operación Triunfo de TVE pero aplicada a la política, ha rentabilizado en las urnas catalanas no tanto el artículo 155, el botón nuclear activado por el PP para que el "constitucionalismo" ganara las elecciones en Catalunya, como admitió Cospedal, sino el antiindependentismo, que no es exactamente lo mismo. Se puede ser antiindependentista, incluso de manera feroz, y no comprar el 155, o querer que lo levanten enseguida, no vaya a ser que tu candidato o candidata acabe presidiendo una Generalitat con menos poder que un consejo comarcal. Contra lo que reza el paradigma gramsciano, se puede ser hegemónico y no rascar bola.

El campo de juego de tierra quemada definido por el bloque del 155 ha esterilizado la primera "victoria" del españolismo en unas elecciones en el Parlament de Catalunya

El campo de juego de tierra quemada definido por el bloque del 155, incluido un PSC que ha recibido como premio de consolación un triste diputado más (¿el de Espadaler?)  ha esterilizado la primera "victoria" del españolismo en unas elecciones al Parlament de Catalunya. La misma tierra quemada de donde "huyó" un tal Carles Puigdemont y algunos miembros de su Govern para salvar la dignidad y la memoria de un país que es también el país de Inés Arrimadas y de Xavier García Albiol. En el mundo de hoy hay muchas maneras de "estar", de ganar campañas y de presidir. El mundo de hoy no es el mundo de ayer.

Feliz Navidad, president; Feliz Navidad, vicepresident; feliz Navidad consellers i conselleres; feliz Navidad, Jordi Cuixart; feliz Navidad, Jordi Sànchez. Feliz Navidad a toda la gente de buena voluntad.