Cuando en los años venideros se estudie la historia de Catalunya, el 27 de septiembre de 2015 será un día importante. Muy importante. De los ciudadanos de Catalunya, de un total de 5.510.713 hombres y mujeres con derecho a voto, nacidos aquí, venidos de otras tierras de España o más recientemente llegados de todos los continentes, pero hoy ya felizmente catalanes todos, depende exclusivamente el balance que acabe haciendo la historia de esta trascendental jornada. Que nadie se equivoque: en estos momentos aún nadie ha ganado ni ha perdido las elecciones. Será a partir de las 9 h, con los primeros sufragios dentro de las 8.181 urnas habilitadas para la jornada, cuando el resultado definitivo empezará a producirse.

A nadie se le escapa la trascendencia de estos comicios. De ahí el interés que los comicios han despertado y que se refleja, por ejemplo, en los 550 periodistas acreditados, 180 de medios internacionales. El choque de trenes entre España y Catalunya se ha acabado produciendo ante la sorprendente inacción política del Gobierno de Mariano Rajoy, que, en cambio, se ha armado de una nueva normativa legal para, llegado el caso, inhabilitar de urgencia al president de la Generalitat. Así, ha dejado al Tribunal Constitucional y a los Tribunales de Justicia como únicos encargados de solventar el litigio.

Por más que se suele decir que todas las elecciones son importantes, las de este domingo van a delimitar el terreno de juego de los próximos años: el autonómico vigente desde 1980; o bien un salto adelante, claro y definitivo, que los partidos soberanistas quieren que culmine con la independencia de Catalunya. La victoria de los partidarios del sí –Junts pel Sí y la CUP– no despeja absolutamente el camino hacia la independencia pero sí conduce irremediablemente a un referéndum como próxima estación. Desde el año 2012, Catalunya ha expresado en la calle de manera inequívoca su deseo de cambio. No se conocen en Europa manifestaciones tan multitudinarias como las convocadas por la ANC y Òmnium en los cuatro últimos años. El seguimiento internacional y la simpatía civil que han despertado las movilizaciones han sido definitivos para llegar hasta el 27-S. Ahora toca incorporar a la movilización en la calle el inequívoco mandato de las urnas. Y mirar de salir del bucle, para que Catalunya no acabe siendo Punxsutawney, Pensilvania, en la célebre película de Bill Murray, El día de la marmota.