Giorgio Marengo, 48 años, exorcista, obispo y misionero, desde ayer se ha convertido en el cardenal más joven del planeta. El eminentísimo Marengo es obispo en Mongolia, uno de los países más grandes del mundo donde hay menos católicos per cápita. No llegan al 1% del total de 3 millones de personas, la mayoría de las cuales son creyentes budistas tibetanos, musulmanes, con presencia cristiana evangélica y grupos chamanistas. Mongolia cuenta, por lo tanto, solo con 1.400 católicos, 8 parroquias y no más de 35 religiosas y 64 misioneros en todo el país, una veintena de los cuales son curas. Ya sabemos que el papa ha optado por crear cardenales periféricos, aparentemente insignificantes, dejando de lado, a propósito, diócesis grandes y reconocidas. Él prefiere tener en el colegio cardenalicio, al que ha añadido 21 miembros ahora, personas que trabajan en realidades minoritarias, difíciles, poco canónicas. Escoge a sus asesores con cuidado. Y escogiendo, descarta. Ahora los tiene convocados en Roma para un consistorio, una reunión para tratar temas de agenda donde aprovecha para incorporar una veintena de nuevos púrpuras. Agosto no es un mes en el que en el Vaticano se hagan este tipo de cumbres cardenalicias. No es disparatado pensar que estamos ante un ensayo del cónclave, que podría estar cerca.

Agosto no es un mes en que en el Vaticano se hagan este tipo de cumbres cardenalicias. No es disparatado pensar que estamos ante un ensayo del cónclave, que podría estar cerca

Marengo se enteró de que sería cardenal en Roma, donde precisamente había viajado acompañando a una delegación budista para encontrarse con el papa. El trabajo que hace en Mongolia es básicamente hacer crecer desde cero una comunidad católica que hasta hace pocas décadas no existía.

El nuevo cardenal ha generado muchas expectativas. Nació cerca de Turín, en Cuneo, el 7 de junio de 1974 y es misionero de la Consolación y el único de su orden religiosa en el país, donde es obispo y prefecto apostólico en Ulan Bator. Estudió filosofía en la Facultad Teológica del Norte de Italia y teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Se doctoró en la Pontificia Universidad Urbaniana de Roma, precisamente, en temas de misiones. En sus primeras declaraciones como neocardenal ha cautivado a los periodistas por su sencillez, que rompe con las aspiraciones de algunos nostálgicos que siguen deseando cardenales italianos a la antigua, más pomposos, con aquella astucia que solo se declina en italiano. Marengo es más misionero que italiano, más cura que cardenal. Un perfil a seguir de quien se autodefine simple, un hombre de diálogo, próximo, con mucho trabajo y con los pies sobre la tierra. Marengo no encarna ningún tipo de opulencia ni poder. Es una apuesta por los márgenes, y no es detalle menor que su país esté encajonado entre Rusia y China, dos potencias donde el catolicismo también es minoritario y donde el mismo papa tiene problemas: no ha podido pisar estos territorios, todavía. Aires de precónclave, por lo tanto, y de nuevos equilibrios geoestratégicos que alejan el foco de una Iglesia Católica Romana. Romana, cada vez menos, con este papa de horizontes lejanos y desconocidos.