La falta de credibilidad de los partidos del procés a raíz del fracaso del procés los convierte en actores deslegitimados para hablar de Sílvia Orriols, y esta es una de las claves principales del éxito de la alcaldesa de Ripoll. Toda oposición que quiera hacerse desde los partidos que no llevaron a puerto el movimiento independentista es una oposición capada de raíz y muy fácil de revertir, incluso para quien rasca votos formulando soluciones simples a problemas complejos. Ahora Junqueras insinúa que Aliança Catalana es un proyecto del CNI como jugando a ver quién la dice más gorda, y tiene que insinuarlo porque la realidad apunta hacia otro lado: tanto si fuera cosa del CNI como si no lo fuera, el empuje de la extrema derecha catalana lo atiza —no solo, pero sobre todo— la frustración del procés y el descrédito absoluto de la clase política que los partidos del procés aún encarnan.
Oriol Junqueras tiene que decir que detrás de Aliança Catalana está el CNI porque, si no, tendría que decir que está él mismo
En todo el mundo, la extrema derecha se nutre de la sensación de los electores de que nada se puede transformar de raíz y de que las decisiones importantes —importantes de verdad— nunca están en sus manos. Y de que, para una determinada clase política, mentir sobre esto siempre es gratuito. Parece que el modelo democrático por sí solo no permite rendir cuentas, y que lo más parecido a rendirlas es entregar el voto a quien, "como mínimo", entiende el lugar de donde surge este desencanto. No lo justifico, procuro describirlo. En la Catalunya de los últimos diez años no hay ningún acontecimiento que lo ejemplifique con tanta precisión como el que aquí se apunta, y quizás solo la cara de Carles Puigdemont es más ilustrativa que la de Oriol Junqueras para retratarlo. Oriol Junqueras tiene que decir que detrás de Aliança Catalana está el CNI porque, si no, tendría que decir que está él mismo.
Esta falta de credibilidad no solo desautoriza determinadas voces a hablar del futuro político de Catalunya en términos de liberación nacional o de autonomismo, sino que también impide hacerlo en términos de modelo de país. Junts y Esquerra no pueden combatir el mensaje de Orriols como si fueran actores políticos despistados, como si solo pasaran por aquí, porque el recuerdo de sus gobiernos es fresco y reciente. Por el mismo motivo, de hecho, no pueden combatir la consigna de la Catalunya del PSC de los diez millones como si no hubieran colaborado: una parte nada negligible del electorado catalán, lógicamente, hace responsables a Junts y ERC de las urgencias nacionales que presenta el país porque por incomparecencia, por cobardía, por negligencia o por ingenuidad, no las atendieron cuando estaban en el Govern, en solitario o en coalición. Por eso mismo, de hecho, el plumero de Junts es tan visible cuando intenta arañar cuatro votos calcando las consignas de la extrema derecha, y por eso mismo alguien debería acabar con los vídeos de Elisenda Alamany: si su diagnóstico del estado del país es tan diáfano como ahora parece, ¿por qué no hicieron nada antes? Cada gesto presente apunta al vacío pretérito.
Que Junqueras —o el resto de actores del procés— ya no sea, a ojos de los electores, una voz autorizada para decir según qué cosas, no quiere decir que quienes participamos de la opinión pública tengamos que renunciar a decirlas y a escribirlas. Oriol Junqueras habla del CNI en tono medio caricaturesco porque entiende que Aliança resulta un partido simpático al españolismo y entiende por qué es así. También entiende, me parece, por qué al PSC le interesa polarizar la vida política del país con Aliança, claro: porque este silencio al que ahora están condenados los partidos del procés, este silencio que explica la competencia de Aliança para hablar de según qué, también barre una parte de quienes son —o deberían ser— la oposición del president Illa. Da la sensación de que según qué acusaciones —un poco desesperadas— nacen de darse cuenta, justo ahora, de las consecuencias de las decisiones tomadas años atrás. Hay quienes creían que podrían hacer descarrilar premeditadamente el procés, suavizar el golpe electoral y sacudirse las responsabilidades, y justo ahora se dan cuenta de que esto no será así.