En los deseos del año nuevo querría que entre todas y todos hiciéramos limpieza de lo que se fue estropeando, pasáramos la escoba a fondo, sacáramos el polvo y nos deshiciéramos de todos los trastos que dificultan el camino. Sería magnífico derribar, de una vez por todas, las traviesas carcomidas por la corrupción, la prepotencia, la avaricia, la mediocridad consentida y la mentira institucionalizada.

Sería lo mejor para el 2023 poder controlar y eliminar para siempre la violencia machista: acabar con los abusos, el bullying, el maltrato, la violación y el asesinato. Somos muchas las mujeres que lo recordamos estos días de balance y valoración: los registros oficiales llegan al dato de 1.181 mujeres asesinadas desde el 2003 en todo el Estado por violencia machista: solamente en 2022 fueron 46 las mujeres asesinadas en el Estado, 13 de ellas en Catalunya.

Deseo que no se tropiece cada vez con la misma piedra, que se respeten las promesas y la palabra, que aprendamos de los errores y que, además, la política económica no se haga de espaldas a las personas y a la historia

Aunque salimos del año con estos datos escalofriantes, no parece que desde la política, mayoritariamente, se sea consciente de lo que significa. Al boicot a la ley del solo sí es sí (incluso desde el mismo Gobierno) tenemos que contraponer el inicio desde los medios de dos nuevas oleadas masivas de atemorización que parecen caídas del cielo y que no tienen nada que ver con las estructuras carcomidas. Uno de los fantasmas dicen que proviene de nuevo de China por las políticas hechas allí y las mutaciones del virus de la covid. El otro fantasma que ha empezado a dar miedo es la nueva crisis económica (de hecho, una nueva fase de caída del ciclo). Pero parece que no se aprende nada... Desde la crisis de 1929 sabemos cómo los episodios de crisis no solo aumentan las desigualdades económicas, sino que tienen un fuerte sesgo de género y debilitan los sistemas públicos de salud. Desde 1929, repito, ya hace casi un siglo, sabemos que si no se actúa de manera contraacíclica efectiva, aumentará la tasa del paro y la violencia de género, las adicciones, la tasa de suicidios, el empeoramiento de los barrios más humildes, de sus servicios y de la vivienda, y se harán más duras las condiciones de vida de la mayoría de la población. Lo volvimos a vivir sin correcciones en la crisis de 2008 y todavía se pagan las consecuencias: una de ellas, especialmente maligna, es que entramos en la pandemia de la covid con una sanidad dañada, mercantilizada y salimos a medias de ella con unos profesionales de la salud mal pagados y desmotivados.

Y ahora que empieza un año (que también será de elecciones) no se ve que los profesionales de la política se entreguen a prevenir con efectividad las consecuencias más nefastas ni a paliar desigualdades —aunque están avisados...—. Y tampoco parecen muy interesados en rehacer los diálogos realmente necesarios y útiles (con la ciudadanía) que nos ayudarían a salvar las palabras y la política. Un ejemplo de lo que escribo es la gran experiencia surrealista que hemos vivido hoy: cuando entraba en vigor la rebaja del IVA del pan para abaratarlo y combatir la crisis, en las panaderías se pagaba más caro.

A modo de resumen y conclusión, querría decirles que hace cinco años que, desde el primer día de enero, empiezo el año en la convicción de que la gente de mi tierra no ha sido ni es ni vieja ni cobarde, y que solamente la quieren ver y juzgar salvaje los herederos de viejas glorias imperiales. Aquellos que quieren hacer perder el perfil a la tierra fundiéndola en uniformidades que deforman historia e identidad.

Por eso mismo, desde el norte espero, cada primero de enero, desde hace cinco años, que vuelvan los exiliados políticos; del mismo modo que esperaba y espero que se abran las prisiones y salieran y salgan los presos políticos para que se puedan fundir con nuestra gente que también es limpia, noble, culta... y quizás, además, libre, desvelada y feliz si se la escucha y respeta, y no se le tiene miedo. Por eso mismo, también, deseo que no se tropiece cada vez con la misma piedra, que se respeten las promesas y la palabra, que aprendamos de los errores y que, además, la política económica no se haga de espaldas a las personas y a la historia. Solamente así conseguiremos, finalmente, que la vida de la mayoría, en libertad y democracia, sea mejor.