Una vez que el propio Pedro Sánchez ha confirmado que se volverá a presentar a las próximas elecciones españolas, que de acuerdo con el calendario político tocan como muy pronto en verano de 2027, se puede decir que ha quedado inaugurada oficialmente la nueva carrera electoral hacia la Moncloa. Un movimiento con el que pretende dejar claro, tanto a propios como a extraños, que no solo no piensa irse, sino que le queda cuerda para rato para acabar la legislatura y afrontar, como mínimo, otra más. Eso en un país, España, en el que algunos parece que estén permanentemente en campaña electoral, sobre todo cuando no son ellos quienes tocan directamente el poder, y a los que, por tanto, no les debería extrañar que, esta vez sí, la cuenta atrás hacia la cita con las urnas se haya puesto en marcha, porque, al fin y al cabo, es lo que no se cansan de reclamar.
No es la primera vez, de hecho, que el presidente del Gobierno y líder del PSOE dice que se presentará una vez más a las elecciones. La diferencia es que ahora lo hace después de haber hablado de ello, según sus propias palabras en una entrevista concedida en la lejanía de Nueva York durante la estancia con motivo de la celebración de la Asamblea General de las Naciones Unidas, "con la familia y con el partido". Detalle nada menor en el contexto de acoso judicial que sufre precisamente tanto a través de la familia como del partido, que tiene sin duda una parte de persecución política, pero también de prácticas no suficientemente claras en el contexto del ejercicio del poder, aunque de momento solo sea presuntamente mientras no haya un pronunciamiento firme de la justicia. Es un aviso, en todo caso, de que quien sea que lo pretenda no lo tendrá nada fácil para quitárselo de encima, como no lo ha conseguido hasta ahora.
Con el anuncio, pues, Pedro Sánchez coge la iniciativa en un escenario político especialmente complicado, en el que la frágil mayoría que tiene en el Congreso cuelga constantemente de un hilo, bien porque JxCat le hace perder la votación sobre la reducción de la jornada laboral, bien porque Podemos le agua la fiesta y vota en contra de la transferencia de las competencias en materia de inmigración a Catalunya, que era justamente uno de los puntos pactados con la formación de Carles Puigdemont y que, al no poder salir adelante, le pone las cosas aún más difíciles. La reacción de JxCat ha consistido en la enésima amenaza de retirarle el apoyo durante este otoño que acaba de empezar. El problema es que, por ahora, se trata de una amenaza nada creíble, porque ha dicho tantas veces que lo haría y a la hora de la verdad no ha hecho nunca nada que, como ocurre en el cuento de Pedro y el lobo, ha conseguido que nadie se lo crea.
Pero incluso en la suposición de que esta vez fuera verdad y se quedara en minoría, cosa que, si acaso, no pasaría hasta final de año porque antes los de Carles Puigdemont se lo tienen que acabar de pensar bien, o cuando menos tienen que fingir que lo hacen, el presidente del Gobierno tendría margen de maniobra suficiente para mantenerse en el cargo un cierto tiempo más. Ni que fuera gobernando con presupuestos prorrogados y a golpe de decreto, que en realidad ya es lo que ha hecho hasta ahora. Pero es que, además, al haber puesto él mismo en marcha el contador electoral, se podría descolgar en cualquier momento con el adelanto de las elecciones, por mucho que haya repetido hasta la saciedad que no lo haría, que quizá cogería a más de uno con el pie cambiado. Uno de ellos sería precisamente JxCat, que, por muchos aspavientos que haga, corre el riesgo serio de perder en unos comicios adelantados lo poco que le quede en el palacio de la Carrera de San Jerónimo de Madrid.
Unos cuantos alcaldes de JxCat, de hecho, han puesto el grito en el cielo por el batacazo que se ven venir al ser ellos quienes tienen que afrontar teóricamente las primeras elecciones que salen en el calendario, las municipales de mayo de 2027, debido a la actitud que mantiene el partido en cuestiones como la participación en el cordón sanitario a Aliança Catalana o el rechazo a la búsqueda de algún tipo de entendimiento con el Govern de Salvador Illa y el PSC. Lo que reclaman estos alcaldes, después de que las encuestas empiecen a mostrar que la marca de la alcaldesa de Ripoll, Sílvia Orriols, se les está comiendo el terreno, es pragmatismo, el mismo pragmatismo del que la formación ha quedado huérfano a raíz del sonoro portazo dado por Jaume Giró —el último pragmático que le quedaba después de que Artur Mas y Xavier Trias también hubieran dado un paso al lado— al irse no hace mucho. No hace falta decir que no es lo mismo tener que hacer frente primero a unos comicios locales que a unos españoles, aunque la dirección lo vea negro en ambos casos, pero es evidente que los alcaldes en cuestión preferirían que los términos se invirtieran y ser ellos los segundos en someterse al veredicto de las urnas.
JxCat sabe, en el fondo, que la mejor salida que tiene es que, a pesar de todo, en España siga gobernando el PSOE
Y es que JxCat sabe, en el fondo, que la mejor salida que tiene es que, a pesar de todo, en España siga gobernando el PSOE, porque con el PP no tendría nada que hacer, y menos si en la ecuación entrara en juego también Vox. Solo en el supuesto de que el PP sumara mayoría absoluta con el PNB y JxCat los números cuadrarían, pero por ahora esta parece una hipótesis tan lejana como inverosímil. La suerte que tiene Pedro Sánchez, que también a fuera le empiezan a tener tomada la medida —"Sánchez usa Gaza para salvar la piel", titulaba gráficamente The Telegraph el viernes—, es que la alternativa es tan mala que incluso haciéndolo mal tiene posibilidades de salirse una vez más con la suya. Alberto Núñez Feijóo no parece el líder capaz de arrebatarle el puesto, básicamente porque está al frente de un partido que se le nota que no controla, porque sigue en manos de José María Aznar y sus discípulos, entre ellos Isabel Díaz Ayuso, que están esperando que cometa el más mínimo resbalón para cargárselo.
Claro que una opción encabezada por la lideresa del PP en Madrid tampoco tendría muchas más oportunidades de éxito, en esta ocasión porque lo único que conseguiría sería robar el espacio de la extrema derecha a Vox, pero al mismo tiempo perdería todo lo que le queda, si es que todavía le queda algo, en el centro. Ya lo dice el refrán, que más vale caer en gracia que ser gracioso, y esta es la situación en la que, por fortuna para él, se encuentra el actual líder del PSOE, que una vez ha decidido poner en marcha la maquinaria electoral costará frenarlo.