En Alcalá de Henares, una ciudad de la provincia de Madrid, se han levantado con nombres nuevos en las calles. Sobra decir que no parece que haya sido el Ayuntamiento, sino alguien que tenía ganas de bromear. Han puesto letreros como "Avenida Mataelefantes" o "Avenida Abu Dabi", entre otros, todos ellos, sin embargo, con alguna referencia a los sucesos "polémicos" que han rodeado la figura de Juan Carlos I, ahora rey emérito. De hecho, no han hecho más que cambiar el nombre de su calle.

No puedes leerlo y que no se te dibuje una sonrisa en la cara en reconocimiento del ingenio de la ocurrencia. Claro, pero, tendrás que ser republicano para que eso pase o, cuando menos, no ser monárquico, porque los representantes de Vox de la ciudad han puesto el grito en el cielo ante esta iniciativa. El comunicado de queja que han emitido es bastante curioso, porque parece que les preocupa principalmente que los carteles estaban en una avenida especialmente "colapsada" por "unas obras mal planificadas". Seguramente nervios porque la lectura del rebautizo no será sólo cosa de cuatro gatos. Sorprende, sin embargo, que no recuerden que lo que importa no es que las condiciones de la vía ayuden a la lectura, sino que con una persona basta para que llegue a la red, y ríete tú entonces de la aglomeración de ojos.

Aunque la risa es sana, es muy amarga cuando es la única opción que te queda ante unos partidos políticos, tanto de derechas como de izquierdas, que cierran filas con la monarquía a pesar de los escándalos

Aparte de que no tenían que haberse preocupado, a mi entender, porque la alcaldía está en manos del PSOE, un partido monárquico donde los haya, y los nuevos carteles ―aunque inmortalizados en las redes― han sido retirados de Alcalá tan pronto como han podido.

A mí de todo esto lo que más me sorprende es que Vox se indigne con una iniciativa como esta y no con el rey emérito, dado que son los hechos que rodean su figura los que manchan la institución. Si nada de lo que se ha colgado tuviera sentido, no habría ni lugar para la noticia o, en todo caso, esta sería muy diferente. Es exactamente que no ofende quien quiere sino quien puede, y por el solo hecho de esconder lo que ha pasado, los hechos no dejan de ser lo que son.

Por otra parte, aunque la risa es sana, es muy amarga cuando es la única opción que te queda ante unos partidos políticos, tanto de derechas como de izquierdas, que cierran filas con la monarquía a pesar de los escándalos. No estamos ni mucho menos en el siglo XXI en el caso español o, en todo caso, no lo están las instituciones que nos gobiernan y que se cuelgan una y otra vez la etiqueta de democráticas mientras blindan las posiciones sin ni siquiera ya disimular los privilegios. No todos, menos todavía todas, los españoles son iguales ante la ley, por mucho que el rey y el poder judicial hagan una y otra vez los mismos discursos cutres sobre democracia, avance, modernidad e independencia ayer mismo desde Barcelona. Las palabras, en boca de según quién, no tienen el mismo significado, no pueden tenerlo de ningún modo; no cuando los hechos son tantos y tan evidentes.