No puedo en absoluto decir cómo ha ido el encuentro entre los dos Pedros ―Pere Aragonès, el president de la Generalitat, y Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno del Reino de España―, porque tenemos, y seguiremos teniendo por mucho que se escriba y se comente, el relato parcial del mismo. Pero especialmente, hemos de tener muy claro que este relato será positivo o negativo no solo por una cuestión de juego político, sino porque todo depende de lo que cada uno o una espere de ello.

A mí la rueda de prensa del president de la Generalitat en Blanquerna me ha dejado perpleja, porque, la verdad, encontrarse para constatar las diferencias no tiene ningún sentido, dado que estas diferencias están, de hace días, más que constatadas y ampliamente publicitadas. Espero y deseo que el éxito no consista en que el encuentro se produzca y ya está; y así ir pasando el tiempo sin más intención que hacer ver que se avanza para precisamente hacer todo lo contrario. Desde esta perspectiva, el éxito de ayer es doble, porque se ha acordado otro encuentro, volviendo de vacaciones, después de la Diada de Catalunya.

Si no tenemos claro que esta es una mesa para hablar de los derechos de Catalunya a decidir su futuro, pero especialmente no tenemos claro que es una mesa para reclamar al estado español el cumplimiento de sus deberes en esta materia, no iremos a ningún sitio

Tengo que decir que a pesar de esta mala impresión, también me ha parecido que se abría una ventana al avance; aunque todo sean palabras y son los hechos los que cuentan. El president, el de Catalunya, al otro no le he oído, ha hablado reiteradamente de mesa de negociación y no de mesa de diálogo. Hace falta, pero, saber qué se negocia. Por mucho que necesitamos fondos europeos o inversiones en infraestructuras, no son estos los temas que tienen que ocupar los encuentros; cuando menos estos encuentros. ¡No sea que sea cierto que pagando san Pedro canta!

Si no tenemos claro que esta es una mesa para hablar de los derechos de Catalunya a decidir su futuro, pero especialmente no tenemos claro que es una mesa para reclamar al estado español el cumplimiento de sus deberes en esta materia, no iremos a ningún sitio. Peor todavía, nos quedaremos sí o sí en España, por los tiempos de los tiempos, y en las peores condiciones posibles.

No sé qué es lo que pone la Generalitat de Catalunya encima de la mesa de negociación para conseguir acercar posiciones, y eso me preocupa. Si es una estrategia que quiere discreción, no tengo nada que decir; sin embargo, si no hay nada, me preocupa mucho. Las buenas palabras no son suficiente. Lo digo porque el Estado tiene una hoja de ruta clara de persecución sin tregua en los márgenes de la democracia y, en cambio, ¿dónde está nuestra hoja de ruta? Nuestro problema no fue tener hoja de ruta, sino lo contrario, fue no culminarla. Os aseguro que el estado español culminará la suya, si no es que nos volvemos a poner en marcha.