Mi madre Antònia era enfermera. Y a esta profesión dedicó toda su vida. En el Hospital de Bellvitge. Sus últimos años ejerciendo en Urgencias, en el turno de noche, en uno de los hospitales más grandes de Catalunya, entre el Barcelonès y el Baix Llobregat.

Es por aquella puerta de Urgencias (tanto ayer como hoy) de Bellvitge que entran las ambulancias. Desde trágicos accidentes de coche a personas que estaban reanimando. Se suele decir que Urgencias es uno de los lugares más duros para trabajar, más estresantes, más intensos y dramáticos. Estos días mi madre, como tantas otras compañeras y compañeros, hubiera estado allí, abnegada, al pie del cañón, al lado de toda la gente que se está dejando la piel, y literalmente la salud, para dar respuesta a una pandemia devastadora. Todo un ejemplo de coraje, dignidad y compromiso. Como el resto de hospitales del país, desde los mayores a los más pequeños, en todo el territorio. Los últimos años profesionales, mi madre los pasó concretamente en el laboratorio de Urgencias, procesando los análisis de los enfermos que entraban por Urgencias y de los ya ingresados. Análisis que probablemente determinarían estos días, entre otros, los positivos de coronavirus.

Afortunadamente en este país tenemos una sanidad pública excelente , que era y sigue siendo ejemplar a pesar de los recortes que arrastraba y que nada más hemos revertido los últimos años. A pesar del esfuerzo hecho, que no ha sido menor, todavía hoy por debajo del porcentaje que dedicábamos hace diez años. Un reciente estudio del economista López-Casanovas cuantificaba en 5.000 millones anuales el déficit de financiación de la sanidad pública catalana. Y no es porque esta sociedad no genere bastantes recursos sino porque no los puede administrar solidariamente. Pero más allá de quién los administra todavía es más determinante cómo se administran y cuáles son las prioridades. O cuáles tendrían que ser.

Es imprescindible reconocer la dedicación de todo el sector sociosanitario

No olvidar nunca. Al menos de esta pandemia tenemos que extraer esta lección. Ahora y hoy, cuando constatamos que la joya de nuestro estado del bienestar es precisamente la fortaleza de la sanidad, esta sanidad universal que da cobertura a todo el mundo por igual. Sin olvidar, porque sería imperdonable, todo el sector sociosanitario y el trabajo ingente que hacen velando por nuestras personas mayores, el colectivo ahora y aquí más vulnerable. Todos estos días hemos agradecido al personal sanitario, con justicia, el esfuerzo y el compromiso. Pero también es imprescindible reconocer la dedicación de todo el sector sociosanitario. O la de todos aquellos colectivos que siguen haciendo su trabajo. Desde el servicio de recogida de basura pasando por los transportistas que garantizan el abastecimiento de productos vitales, desde la comida a productos de primera necesidad. O de los que luchan por mantener las constantes vitales de la economía. O todos aquellos productores del sector primario, agricultura y ganadería, toda esta red de modestas explotaciones, de proximidad, que hacen más seguro estos días el consumo y garantizan su origen.

Catalunya es una economía productiva, con un protagonismo muy sustancial de la pequeña y mediana empresa. Y de los autónomos, a menudo los grandes olvidados. Es este potente y vital sector privado que también hará falta ayudar y reactivar. Porque son la garantía de un sector público fuerte. Serán imprescindibles para afrontar la recuperación económica después de la sacudida. E imprescindible que vuelvan a generar riqueza para muscular un sector público que pueda blindar la calidad de nuestra sanidad, de la atención a los más necesitados por razones económicas o de edad, para garantizar la continuidad del sistema de pensiones amenazado, entre otros, por la caída de ingresos y porque se fundieron la hucha de las pensiones.

Esta crisis humanitaria nos tiene que servir a los republicanos, a los independentistas, para recordar que si queremos un país libre es sobre todo porque queremos un país mejor

Y también esta crisis humanitaria, y de consecuencias económicas todavía difíciles de cuantificar, nos tiene que servir a los republicanos, a los independentistas, para recordar nuevamente que si queremos un país libre es sobre todo porque queremos un país mejor, más justo, más social, de derechos y libertades. De todas y para todas. De todos y para todos. Reafirmamos hoy nuestras convicciones republicanas ante instituciones obsoletas que son la antítesis de la igualdad, la libertad y la fraternidad. Son estos los ejes rectores que tienen que guiar nuestra vida y vocación. Un día seremos independientes, no tengo ninguna duda de ello. Y entonces, más que nunca, tendremos que recordar que lo somos precisamente porque queremos una sociedad justa, que tenga claras sus prioridades.

Mucho ánimo a todo el mundo, especialmente a la consellera Alba Vergès, o al conseller de Interior (Miquel Buch) y el de Asuntos Sociales (Chakir El Homrani), encima los que recae más responsabilidad directa en esta crisis. Y también al conjunto Gobierno que está gestionando con determinación esta pandemia. Pero sobre todo gracias a todos aquellas mujeres y hombres anónimos que lo están dando todo para hacer frente a este drama del que tenemos que salir siendo una sociedad más cohesionada que nunca y con unas prioridades más claras que nunca.