Uno de los ataques recurrentes que estos días ha sufrido Jaume Giró, en general proveniente de los sospechosos habituales, ha sido por haberse "mezclado" con la chusma independentista que, como bien sabemos, no puede llevar nada bueno. La idea sería, más o menos, la siguiente: ¿qué hace un hombre brillante, exdirector general de la Fundación de La Caixa, exmiembro de los consejos de administración más importantes del país, maestro en el arte de la negociación y de demostrada excelencia, en el tiempo que ha sido conseller de economía? Y como todos estos sabios de mente repeinada y españolismo bien remunerado consideran que el independentismo es cosa de cuatro alocados, de activismo fácil y nula inteligencia política, han utilizado el debate en el seno de Junts sobre su candidatura al Congreso, para despreciarlo. Como si fuera un niño pequeño jugando con los perdularios del barrio, y sufriera ahora las merecidas consecuencias: ¿"dónde ibas con estos de Junts"? ¿"qué esperabas"? "¿"qué hace un hombre como tú en un sitio como este"?. Para acabar concluyendo que él mismo se ha buscado su desdicha. La tesis general es clara: un hombre exitoso, de notable currículum financiero y brillantez contrastada, no tiene cabida entre las huestes almogávares, so pena de sufrir el castigo divino. Y menos, si lo lidera el president Puigdemont, culpable de todos los males.

Una de las cosas que no han entendido nunca en el Madrid politicomediático —ni en el Madrid que habita en Barcelona— es que gente bien situada, con patrimonio y prestigio, diera el paso de comprometerse con la independencia.

Vamos por partes, no tanto como respuesta a toda esta cretinada de opinadores que siempre menean la cola cuando el amo se lo manda —y no entienden el sentido del compromiso—, sino para situar la cuestión en su término justo. De entrada, el tema de la corbata. Una de las cosas que no han entendido nunca en el Madrid politicomediático —ni en el Madrid que habita en Barcelona— es que gente bien situada, con patrimonio y prestigio, diera el paso de comprometerse con la independencia. Esta es la grave ofensa que Rajoy y compañía no han perdonado nunca a Artur Mas: que, con el paso decisivo que él lideró, el independentismo empezó a llevar corbata. De repente, clases medias, emprendedores, empresarios y financieros salían del carril del "seny" y el orden, y asumían con convicción que con España no podían ir a ningún sitio. No era, por lo tanto, una simple cuestión sentimental o ideológica, sino un proceso intelectual de ruptura. Como me dijo Artur Mas en las previas al procés —y recogí en La Màscara del Rei Artur—, ser independentista era una cuestión racional y, racionalmente, una conclusión inevitable. Jaume Giró pertenece a esta estirpe de gente exitosa que tuvo clara la opción independentista como única salida en la defensa de nuestros intereses. Evidentemente, tanto en el caso de Mas, como en el de Giró, siempre habían sido hombres de gran compromiso catalanista, a menudo sufriendo las consecuencias, pero el paso del catalanismo al independentismo fue de gigante. En todo caso, los que conocemos a Giró de hace muchos años sabemos dos cosas: una, que lleva Catalunya en corazón; y dos, que lleva Catalunya en cerebro. Razón y pasión, o seny i rauxa, para hacerlo más poético.

A partir de aquí, hay que hablar, lógicamente, de lo que ha pasado a raíz de su candidatura fallida al Congreso y que la cretinada resume con la simpleza habitual: los pragmáticos no tienen cabida en Junts, dividido el partido entre los que quieren reconstruir y los que lo quieren destruir todo. El clásico maniqueo de buenos y malos que no permite matices, ni ningún pensamiento complejo. Es indiscutible que los perfiles de los dos candidatos, el de Jaume Giró y el de Miriam Nogueras, enviaban mensajes diferentes al electorado, con Giró en una posición más conciliadora, y con Nogueras, más rupturista. ¿Significa eso que uno negaba el otro, o que un partido como Junts no puede conciliar las dos almas? En absoluto, lo puede y lo tiene que hacer, como lo hace con naturalidad el Scottish National Party, donde a nadie se le ocurre reducir la lucha por la independencia al tactismo activista. Otra cosa es que se valorara electoralmente que Nogueras se ajustaba más a la posición frentista que se quiere asumir, especialmente ahora que el Congreso se teñirá de azul. La decisión, pues, fue estratégica, no de infravaloración de uno u otro, y por eso mismo se ha resuelto con discreción y sin rasgarse las vestiduras. Lógicamente, no creo que Jaume Giró esté de acuerdo con el análisis que finalmente ha dominado en su partido, pero eso no le quita relevancia, ni lo aleja del papel que puede tener en el futuro. Con un elemento añadido: la precipitación electoral no facilitaba muchos cambios de profundidad. Sea como fuere, lo más importante es que Junts disponía de dos personas de gran valía que podían optar al mismo cargo, y un hecho como este no fractura un partido, lo magnifica.

Un apunte final, para cerrar el tema. Giró no es un político al uso, ni probablemente es un político. Pero tiene un sentido del servicio público, una inteligencia estratégica, y una capacidad de sortear los obstáculos, que justamente lo convierten en un gran político. Creo que está en el partido que quiere estar, a pesar de las carencias evidentes, y creo que el partido lo quiere tener, a pesar de las disidencias pertinentes, y esta sinergia inteligente es la que les hace crecer a los dos. Con respecto a la cretinada que ahora lo desprecia y le perdona la vida, el refrán que mejor lo define es: "a palabras necias, oídos sordos". Palabras necias que no alcanzan a Giró.